Diez años del proscenio popular y vanguardista de Russafa

Diez años del proscenio popular y vanguardista de Russafa

El ánimo de esta entrevista es la pura celebración. Ya sabemos todos lo que pasa; pero Economía 3 ha venido a la Sala Russafa a brindar por sus diez años de actividad, por la cultura, el teatro, y las personas que duramente se esfuerzan por crearlo y mantenerlo. ¿Saben que no hay nada que se añore más que lo que se ha perdido? Pues lo fácil hubiera sido que Juan Carlos Garcés, David Campillos y Chema Cardeña hubieran abandonado a su amor loco. Pero no fue así…Veamos.

Juego de máscaras

Ante mí, de izquierda a derecha, David Capillos, Juan Carlos Garcés y Chema Cardeña. Los tres socios de la Sala Russafa son, respectivamente, director de programación-gestión de espacios, gestión de empresa y dirección artística. Pero qué va: los tres son Sala Russafa, se intercambian, las decisiones son conjuntas y cumplen diez años de lucha y éxito gracias a todos y por supuesto contra todos. De camino a casa, juego sin máscaras: pienso en lo que debe molar formar parte de un triunvirato –y su equipo– que ha partido la pana para estar donde están. Toda la València cultural –y más allá– identifica a la Sala Russafa con nombre y contenido. Dineros, que los ha habido a ratos, incluidos. Lo dicho: con discusiones internas inevitables, cómo tiene que molar y qué libre se debe sentir uno cuando las cosas, tan empinadas, salen.

– ¿Cuál es el embrión de Sala Russafa?
– Juan Carlos Garcés (JGC): Fue un deseo que venía de muchos años atrás, casi desde el principio de la compañía Arden Producciones, nuestro origen. Un buen día decidimos que queríamos tener un teatro. Se expresó la idea y se maduró durante años desde el primer dossier, estudio económico, viabilidad, hasta que lo inauguramos. Pero el germen de la idea surgió quince años antes de su inauguración.

– ¿Por qué quisisteis tener vuestro propio teatro?
JGC: Porque éramos unos inconscientes (obvias risas).
Chema Cardeña (ChC): Porque eran otros tiempos. Cuando teníamos a la compañía Arden más o menos estable, queríamos tener un lugar de producción donde no solo pudiéramos presentar proyectos nuestros. Incorporamos un centro de formación y hemos atendido a un espectro muy grande: actores amateurs, profesionales, incluso cursos sobre cómo hablar en público. Quiero decir que la idea era ambiciosa, luego ya sabes que todo se va reduciendo. Pero se basaba en la necesidad de seguir investigando. En este oficio no te puedes quedar estancado. Y vaya si hemos aprendido, a base de collejas (más risas. Esta acotación dramatúrgica no lo voy a incluir más; la cambio por ambiente sumamente agradable).

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Los tres directores de la Sala Russafa. | Foto: Vicente A. Jiménez

– ¿Qué quería ser Sala Russafa de mayor y qué es?
– JGC: Todas las salas tienen su peculiaridad y eso es maravilloso. Nosotros nacimos en medio de una crisis económica tremenda: empezamos a materializar el proyecto en 2008 e inauguramos en 2011. Dos constructoras palmaron mientras. Decidimos que nuestra mayor pretensión era seguir abiertos. Nos dábamos plazos de seis meses o de tres. El cortoplacismo empresarial era inaudito. Pero finalmente creo que ha ayudado mucho la vertiente vocacional, porque motivos para tirar la toalla hemos tenido. Uno de los factores para haber llegado a los diez años es, obviamente, la vocación.

– Al escucharte he pensado que empezar en una gran crisis, que creo que también fue sanitaria, pero mental, y saber aguantar, tiene mucho que ver con el carácter del teatro, que no se arruga ni echa la persiana de primeras.
David Campillo (DC): Sí, a nosotros nos toca remar en contra siempre. Abrimos en plena crisis y un año después se subió el IVA del 10 al 21 %. Nos preguntamos si cerrábamos ya, sin haber arrancado de verdad todavía.
– JGC: Es el antinegocio, pero creo que el teatro ha desarrollado cierta inmunología, las crisis le afectan de otra manera, estás acostumbradísimo a que no salgan los números y llegar a fin de mes…
– DC: También pasa en todos los negocios en los que siempre estás esperando a ver cuándo te cae el próximo tortazo. Cuando empiezas a sacar un poco la cabeza, algo pasa, lo que sea, hasta una pandemia. Es cíclico. Siempre pasará algo que te va a hundir.

– 2019 fue genial. Incluso sin distorsiones mentales fue muy bueno en teatro, en cine, en música…
– ChC: Había un cierto equilibrio, que eso es mucho en nuestro sector. Una gran actriz española decía que el teatro es un enfermo crónico que goza de muy buena salud. Nadie que realmente quiera hacer dinero se monta un teatro. El problema es que en este país –este, porque no pasa en otros–, hay una gran asignatura pendiente: crear una política cultural seria y rigurosa. Seguimos sin tener una Conselleria de Cultura, cuando se nos había prometido. Va con Ciencia, Educación, Deporte, áreas que no nos corresponden para nada. La educación es una cosa y la cultura otra. Está claro que a la cultura se le tiene mucho miedo. Los gobernantes son especialistas en crear conflictos, en dar prebendas a quien interesa en cada momento y en quitárselas a otros.


Puedes leer el reportaje completo en la REVISTA ECONOMÍA 3

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