Vivir en un mundo globalizado nos permite estar comunicados física y digitalmente con todos los lugares y personas del planeta. Las empresas diseñan sus productos en un lugar, producen en otro y venden por todo el mundo. La tremenda interconexión de las cadenas de suministro en una economía global provoca que puedan debilitarse e incluso romperse algunos de sus eslabones. Aún recordamos cómo, en el conflicto de Rusia y Ucrania, la arcilla blanca ucraniana no podía llegar a las empresas azulejeras de la Comunitat Valenciana, que tuvieron que buscar de manera urgente proveedores de otros lugares del mundo para no parar la producción.

La COVID-19 ha provocado, en algunos sectores, rotura; en otros, refuerzo de la producción y la logística. Y también ha producido lo que podemos denominar “entrelazado de eslabones” de la cadena de suministros de las empresas españolas.

China, epicentro del coronavirus, es considerada la factoría del mundo. La deslocalización de la industria hacia este país, por su mano de obra barata, su industria y sus políticas de comercio exterior, genera una dependencia extrema en la cadena de suministro del resto de países. El parón productivo de la segunda potencia mundial, como consecuencia de la pandemia, ha provocado la rotura de la cadena de suministro global. Esto es así porque, si el proveedor no provee, el transportista no transporta, el fabricante no fabrica, el distribuidor no distribuye y las tiendas no venden.

En las peores circunstancias, las empresas derrochan talento, solidaridad y creatividad para reinventarse

El parón comenzó en China, pero se ha ido extendiendo a otros países. Multitud de compañías italianas han llevado a cabo un cierre temporal de la producción. En España se cuentan por miles las empresas que se han tenido que acoger a los ERTE por esta crisis sanitaria que nos ha llevado al confinamiento y a la suspensión de la actividad.

Refuerzo y eslabones

No todos los sectores se han paralizado. Si hablamos, por ejemplo, de alimentación, la cadena que va desde el campo a las cajas de los supermercados ha tenido que reforzarse y ampliar horarios durante la alerta sanitaria. Los eslabones de esta cadena de suministro pasan por agricultores, transportistas, conserveras, fábricas alimentarias, empresas de packaging de madera y cartón, distribuidores, almacenes, centrales de compras… hasta llegar al personal de tiendas, supermercados e hipermercados. Todos ellos han tenido que redoblar esfuerzos para mantener el abastecimiento de productos básicos para los ciudadanos ante la pandemia del coronavirus.

En ocasiones, también asistimos a lo que hemos denominado “entrelazado de eslabones” en la cadena de suministro. Con la Covid-19 hemos visto a empresas dedicadas a la moda emplear su logística para abastecer de material sanitario proveniente de China; a empresas de impresión 3D, dedicar su producción a la impresión y montaje de pantallas protectoras que se necesitaban en el momento de la crisis sanitaria; o a fábricas de sofás reconvertidas temporalmente en fabricantes de mascarillas, batas y demás material de protección usado por el personal sanitario en los hospitales de toda España.

Esto no es nuevo. Durante la segunda guerra mundial, la empresa Yamaha, productora hasta ese momento de pianos, por su experiencia manipulando madera, comenzó a fabricar hélices de madera para aviones. Posteriormente pasó a fabricar hélices de metal, y es así como, tras el conflicto bélico, el presidente de la compañía decide darle un nuevo uso a la maquinaria que utilizaron durante la guerra para aprovechar la habilidad de la empresa con los metales y construir motocicletas. De esta manera, una empresa dedicada a la fabricación de pianos pasa también a fabricar las motos Yamaha que ahora conocemos.

Al final, en las peores circunstancias, las empresas siempre acaban derrochando talento, solidaridad, creatividad y aprovechando oportunidades para reinventarse y descubrir el lado positivo de los momentos difíciles que aparecen en su entorno mientras desarrollan su actividad.