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«Bruno Lomas fue un intérprete total, muy superior a todos los rockers europeos»

Redacción E3
Publicado a 20/10/2019 18:00

Leo en la contraportada de Bruno Lomas. Tú me añorarás (Editorial Milenio): «Fue el gran pionero del rock ‘n roll español. Y lo hizo desde València, bien alejado de los centros de producción musical. (…) Poco menos que un príncipe local haciendo méritos a la espera de lograr ese mediático reinado rocker en el que jamás fue coronado del todo». A Emilio Baldoví (1940-1990) nunca le llamaron «la voz del Mediterráneo». Le llamaron Bruno Lomas.

Vicente Fabuel se doctoró en rock ‘n roll allá por el 73, cuando empezó a escribir en el periódico semanal Disco Express con un artículo sobre el Ziggy Stardust de Bowie«porque me noqueó, me dejó loco, pero totalmente, hasta dejé el trabajo». Fabuel, desde luego, no tiene nada de loco, e inteligencia de sobra para convertir su pasión en un modo de vida: hace 40 años, entró como socio en la venerada tienda Discos Oldies  en la calle Mare de Déu de Gràcia, donde sigue ofreciendo la mejor música a los grandes paladares de la ciudad desde hace más de tres décadas. Entretanto, ha escrito en Rockledux, Efe Eme, ha colaborado en la Cadena SER y dedicó un libro al poder de las mujeres en la música popular española (Las chicas son guerreras, Milenio, 1998), cuando al feminismo le quedaban años luz por recorrer. Quizá con la misma voluntad justiciera ha escrito la biografía de Bruno Lomas que acaba de ver la luz, para rescatar al gran rocker de los escombros del olvido. Su talento fue tan enorme como incómoda su figura.

«Bruno Lomas fue un intérprete total, muy superior a todos los rockers europeos»
Bruno

Vicente Fabuel. | E3

«Soy un loco de Bruno Lomas, desde el año 75-76, más o menos. No le vi en la época fuerte, pero eso sí, lo he ‘soñado’ más que nadie. He escuchado prácticamente todo el rock ‘n roll que se ha hecho en Europa y me parece un intérprete total, con una versatilidad muy superior a los que puedan estar entre esos 4-5 grandes europeos. ¿Cómo es posible que este hombre fuera un crooner sensacional y también supiera cantar bossanova? ¿Cómo puedes cantar bossanova, que tiene que ver con llevar una vida slow, digamos, y luego cantar ese rock ‘n roll absolutamente bestia? Pues chico, no lo sé. He hecho el libro para intentar entenderlo».

-¿Llegaste a conocer personalmente a Bruno?

-Sí, pero prácticamente nada. Estuvo en Oldies. Aquí cerca tenía algún familiar, y al verlo pasar salí corriendo y le saludé. “Pase, tal, pase”, le dije, no sé si le hablé de usted, de eso hará ya 30 años. Y nada, fue una conversación típica tópica. Así que, realmente, no. Y luego, le vi actuar poco, una vez en los últimos años en los que el se agarraba a alguna posibilidad de redención, como el dueto que hizo con los chicos de Seguridad Social, con una canción que hicieron a su medida, en La Alameda, ante miles de personas, aunque si no hubiera estado él habría habido la misma cantidad de público. Me negué a verlo en sus últimos diez años, en que iba arrastrándose profesionalmente. Era muy triste. Llevaba música grabada y hacía playbacks. Un día lo vi en El Corte Inglés comprándose unos botines, me senté a su lado y no dije nada. Por esa época, que serían los 80, yo ya tenía claro que era un intérprete de leyenda. Nada de el mejor rocker valenciano, ni español. Yo voy más allá.

Bruno

Cromo de la colección «Figuras de la Canción» (1968). | Archivo de Vicente Fabuel

-El próximo verano se cumplirán 30 años de su trágica muerte en accidente de coche, pero todavía no, y menos cuando empezaste a escribir el libro. No te movieron razones “comerciales” de ese tipo, ¿verdad?

-Esto no se lo he dicho prácticamente a nadie, pero creo que arrastro una herida, que es durante tantos años haber estado convencido de una realidad total, y salvo para cuatro fans, en los 80 Bruno Lomas era una apestado, directamente. La época de La Movida miraba por encima del hombro a cualquier cosa que oliese a sixties. Para ellos, era una música intoxicada por el franquismo.

-Sí, y eso es algo que, por suerte, ya ha dejado de ocurrir. Es ampliamente reconocido que en los sesenta se hicieron cosas buenísmas.

-¡Claro! Acaba de salir un disco de Los Planetas con El Niño de Elche en el que han recogido canciones que se las apropió el fascismo, cambiándoles la letra. Ahora ya podemos disfrutar de esa  maravilla que es el himno de La Legión, que en realidad es una canción de los años 20 que la cogió Millán Astray. Una canción de amor a la muerte, una cosa tremenda.

-Además del desprecio general que sufrió la música de los 60, creo que Bruno Lomas también arrastró más problemas. Una vez leí que en la época de La Transición, en el rock que se hacía ya en democracia, Miguel Ríos le comió la tostada y se convirtió en la referencia rockera de los nuevos tiempos. Parece que influyó por la ideología política de cada uno: Miguel Ríos era de izquierdas, y Bruno Lomas de derechas. ¿Estás de acuerdo con esta teoría?

-Si comparo las dos figuras, no hay color, como te puedes imaginar después de lo que te he dicho. Miguel Ríos ha sido un tipo con unas etapas muy válidas. Desde luego, no hay comparación en la etapa rocker. Primero, porque él comienza más tarde, y segundo porque su primera discografía es correcta, nada más. No es un gran gran intérprete. Es muy buen baladista. En la etapa de la Transición, todo el mundo de la cultura se situó a la izquierda. Eso no ha pasado en ningún país del mundo. Bruno no tenía detrás de él un equipo que le pudiera aconsejar, además de que tenía clarísimamente una ideología de derechas.

Respecto a eso, yo no puedo decir más de que serían intuiciones. Después de haber hablado con sus músicos y sus amigos, ninguno me ha dicho que tuviese una postura radical, sino esa cosa simple y sencilla de que él había vivido muy bien en tiempos de Franco. Y, desde luego, Miguel Ríos se situó al otro lado y se recicló, lo cual no impidió que en los tiempos de La Movida se rieran de él. Lo que está claro es que Bruno tomó la decisión, que en el libro se describe con pelos y señales, de actuar en el Teatro Principal en un festival de Fuerza Nueva, que entonces era el mismísimo demonio aunque sólo tuviera un diputado, no como hoy que tiene muchos más. Lo que pasa es que era Blas Piñar, que gritaba mucho. Me dijeron que Bruno se arrepintió, no de ser de derechas, sino de haber participado en aquello.

-No me extraña. Eso fue cavarse su propia tumba profesional. Quizá no supo leer lo que estaba pasando, y que todo se movería en la izquierda.

-No, él era muy sencillo, muy aniñado. Es la idea que me ido forjando de él, y fíjate que quiero muchísimo al músico y al personaje, pero las decisiones que tomaba…Sus managers le engañaron mucho. Era una persona que vivía extraordinariamente bien -sexo, drogas y rock ‘n roll- y el resto le daba igual. No sabía lo que era ser una estrella de rock, de que eso significaba también ser un baremo social y muchas otras cosas.

Bruno

Foto promocional de Bruno y Los Rockeros. París, 1963. | Archivo de Vicente Fabuel

-El encasillamiento popular que tiene Bruno Lomas es el de “el Elvis español”. Y más allá del ámbito musical, también se puede aplicar al político. Todo el mundo sabe que Elvis era white trash, «basura blanca» por sus orígenes humildes, no tenía ninguna cultura fuera de la música ni casi fuera de él mismo…

-…Sí, no le importaba nadie.

– Y, como es conocido, incluso le ofreció sus servicios a Richard Nixon.¿Estás de acuerdo en que este paralelismo va más allá de la música?

-Bueno, esa es la mierda más grande que le ha caído a Bruno. Es decir, que le hayan echado en cara que fuera de derechas quienes son fans de Elvis, de Johnny Halliday, que era de la extrema derecha francesa, o de Cliff Richard, que es el rockero inglés por antonomasia, aunque luego tuvo sus cosas. Todos de derechas. Sin embargo, creo que el problema no es exclusivamente ideológico, sino que no se ha valorado toda su capacidad artística. El caso Bruno es como una tormenta perfecta. Le ha caído de todo, y se le han echado en cara cosas que no se suelen echar a tus propios ídolos. Lo de Fuerza Nueva le hizo mucho daño. Y los diez años siguientes “seco”, sin brújula, también.

-¿Cuál fue su época de apogeo?

-Su gran época son los 60. Ahí ya tiene tres o cuatro estilos. Luego ocurrió un drama, como le pasó a Elvis y a otros, que fue cuando el rock llegó a la mayoría de edad: la influencia de Bob Dylan o de los Beatles psicodélicos produce un break al que las figuras anteriores no llegan. Pero de nuevo, al igual que hizo Elvis, Bruno se reinventó. Elvis empezó a cantar soul, country rock, y unas cosas chulísimas que ahora son sus discos más buscados y los que se pinchan por todos lados. En el sentido más negativo, podríamos decir que era música de jóvenes hecha por viejos ya. Viejos de 27 o 28 años, imagínate, pero entonces las cosas funcionaban así. Bruno también lo hizo, a su manera. Cambió su sello y se pasó a Discophon, en el año 68, e hizo cantidad de temazos.

Este verano hemos tenido el gustazo de escucharlo en el spot de la ONCE con Ya llega el verano, y he averiguado que la campaña la hizo gente joven. Hay una generación, de finales de los 90 para acá, que lo valoran y disfrutan en las fiestas. Confío que este libro sirva también para aclarar todo, porque hubo una época en que llegó a actuar con lo peor de lo peor. (Ríe) En festivales presentados por, con todo el respeto porque fueron dos grandes actrices, Florinda Chico y Rafaela Aparicio. ¿Qué coño hacía Bruno ahí?

-Por intentar ponerlo todo en orden cronológico, ¿cómo Emilio Baldoví se convierte en Bruno Lomas y alcanza el máximo éxito?

-Debutó con el grupo Los Milos, que a veces pienso que es lo mejor que ha hecho. Los Milos es el grupo de rock vocal más fino que he escuchado. Uno de sus temas es el primer desfase juvenil, o llámalo como quieras, del rock español. Una versión de It’s Madison Time,  una adaptación bestia bestia. Y luego, en la etapa con Los Rockeros, el beat ya le entra.

Bruno

Estudios EMI, Barcelona 1965. Un exigente Bruno prefiere escucharlo de nuevo. | Foto: Archivo de Vicente Fabuel

-¿Qué le hace evolucionar en esos tiempos tan pioneros? ¿Saber que se le daba bien?

-¡Claro! El intuyó que era el elemento importante y formó su propio grupo, con los mejores músicos que había aquí. Y entonces es cuando llega al número 1. En su primer disco en solitario, ya le dejan que cante canciones propias. Eso no se lo dejaban hacer a nadie, ¿sabes?, no se fiaban de los cantantes. Ese primer disco lo grabó en París, porque había actuado en el Olympia y se habían quedado alucinados, hasta el punto que el dueño, Bruno Coquatrix, le regaló su nombre: se llamarían Bruno y Los Rockeros. Cuando se fueron allí no tenían nombre, sólo eran cuatro amiguetes que se fueron a París porque estaban deslumbrados por Johnny Halliday  a llamar a las puertas de clubs, sin ser nadie, además españoles, y así llegaron hasta el Olympia. Pasando hambre, pero convencidos de que eran muy buenos.

-Además de Halliday, ¿cuáles eran sus influencias?

-Básicamente, Gene Vincent fue el rockero que lo marcó. Y luego, por supuesto, Beatles y todo eso. Tenía una discoteca estupenda. Hacia el año 67-68 se pierde, no puede entrar en el primer álbum de Pink Floyd. Eso era otro rollo. Pero se adaptó con muchísima gracia y los temas que a los jóvenes de hoy les molan más son los de esa época. Chico chica boom, El rock de Tony Carrera…y son temas propios.

Chico chica boom, qué buena que es… Entonces, entró en los 70 bien.

-Claro que sí. Me da la impresión de que tenía que estar un poco perdido, buscando referentes. Hacia finales de los 60 tiene una canción que habla de él, además, en sus canciones está dando mensajes constantemente. Dice que cuando solamente quede un rocker en el mundo, será él. Seguramente no se veía capacitado para hacer otras cosas, y tampoco pasaba nada, ¿por qué tiene que estar un artista diez años dando la vara? ¿A quién le hacía falta tanto? Pero en la primera mitad de los 70 hubo cierto revival del rock clásico. Hizo discos irregulares, una palabra que me da un poquito de rabia porque un tío puede ser irregular pero a la vez un puto genio. Pero su recorrido clásico sería la década de los 60 primero con el rock, luego con el beat, y su reinvención a finales de los 60 al estilo de Elvis; pero Elvis no sabía cantar bossanova ni ser crooner, meterse en el terreno de Sinatra.

-¿Bruno Lomas y Nino Bravo se llegaron a relacionar?

-No me consta. Imagino que se verían, pero no que tuvieran relación. En el la cara B del último LP de Bruno para la EMI, Cara y cruz,  es cuando saca su vena crooner y al oír alguna canción piensas: “Esto es lo que va a hacer Nino Bravo luego”.

-¿Cuándo empieza a desconectarse?

-Los titubeos empiezan a finales de la primera mitad de los 70. Ahí se defiende con algunas cosas, como la versión del Stand by me, que para mí es la mejor. Pero ya sólo le quedaron fogonazos.

Bruno

-¿Murió amargado?

-(Reflexiona). Yo qué sé. Él tenía un signo externo, su media sonrisa que desarmaba. Estaba sonriendo siempre. No lo sé. Cuando he hablado con alguien muy próximo, me han dicho que era un tío muy feliz. Que cada vez se conformaba con menos. Tenía una pareja estable…Aunque me da que, como cualquier persona, tuvo que pasarlo mal.

-A ver, hay personas que no es que hayan conseguido éxito ni mucho menos, sino que han tenido épocas en que les ha ido bien en lo suyo, por rutinario que fuese, y luego han perdido el pie y han vivido amargados. Y una estrella del rock olvidada es algo muy amargo, por deportivamente que se lleve…

-Obligatoriamente. Me imagino que muchas veces para evitar esa melancolía se miraría al espejo para soñar un poco, verse bien todavía, porque lo estaba. Solo en los 2-3 últimos años las fotos son más duras.

-¿Pensaba volver?

-Seguridad Social le echó una mano, pero se quedó ahí. Diego Manrique hacía un programa en TVE y los llevó juntos. Bruno estuvo espectacular, se comía a Casañ, que también es un fanático suyo. Aquí en València no nos portamos bien con él, las oportunidades venían siempre de Madrid.

Al año siguiente se lo llevaron a actuar allí, en una sala con 2.000 o 3.000 personas, hacía no sé cuántos años que no actuaba ante tanta gente. Estaba el todo Madrid rockero: Los Pekenikes, Los Pasos, Los Sonor, Los Relámpagos, todos rindiéndole pleitesía. Y sí, tenía un proyecto. Hay unas maquetas por ahí, y llegué a oír algo pero desparecieron, se las quedó alguien. No estaban muy acabadas, pero había canciones nuevas y tenía un título. En esa época quizá ya hubiera tenido una oportunidad. Como he dicho, en los 90 se fue olvidando lo negativo…

-Es como si se hubiese quedado a las puertas del revival. ¿Qué demonios hacía ese camión ahí parado en la autovía aquella noche?

-Pues ahí estamos… Ahí estamos. Es que estas cosas no se pueden intuir nunca. Lo único que puedo decirte es que gente fiable me dice que no había perdido garra vocal. En el escenario no es que fuese bestia, es que tenía mucha clase. No era bailar; era ese rollo cool, con ese movimiento elegante, potente y viril…Lo tenía todo.

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