Jueves, 25 de Abril de 2024
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Paula Bonet: «Bolaño nos enseñó a no desfallecer en nuestras búsquedas»

Paula Bonet: «Bolaño nos enseñó a no desfallecer en nuestras búsquedas»

Mañana viernes, y en el marco de Abierto Valencia, la fiesta de arranque de la temporada de las galerías de arte, Paula Bonet (Vila-real, 1980) será una de las grandes protagonistas. La galería Pepita Lumier presenta la exposición Por el olvido, a partir del libro que Bonet publicó junto al artista multidisplinar Aitor Saraiba, inspirado en la figura del gigante escritor chileno Roberto Bolaño (1953-2003). Pinturas, retratos, ilustraciones e incluso postales intercambiadas entre los autores, construyen un escenario no biográfico, ni recreador del universo del autor de Los detectives salvajes. Tampoco es un homenaje al uso. Las paredes de Pepita Lumier destilan amor por la literatura, un canto a la amistad surgida a partir de ella y, debo decirlo, cierta atmósfera shamánica.

-Para mí, Los detectives salvajes fue un shock, y es la obra que se menciona específicamente en las reseñas de Por el olvido. En cambio, con 2666, me atasco y lo tengo que leer por etapas. ¿Te pasa lo mismo?

-Si estuviera Aitor, lo primero que diría es que Los detectives salvajes es una obra capital, pero que hay muchas obras de Bolaño desconocidas y que también son capitales. Sobre todo, Aitor defiende su poesía, ya que Bolaño se definía como poeta. Y también es un gran defensor de 2666. Al igual que tú, yo no he podido acabarla. También he de decir que hace bastante tiempo que no leo a Bolaño, reapareció en mi vida cuando conocí a Aitor. Los dos venimos casi del mismo lugar, de un contexto muy cerrado del que huimos, él a México y yo a Santiago de Chile. Los dos visitamos el DF por primera vez porque habíamos leído Los detectives salvajes, y también nos hemos visto en un contexto en el que la ilustración parece que tenga un peso que antes no tenía que hace que se hable de nosotros como ilustradores, cuando no lo somos realmente.

-Has mencionado el concepto «huida». Tanto Los detectives como gran parte de la obra de Bolaño, pienso en Estrella distante, también trata sobre huidas. ¿Eso es un vínculo entre su obra y la vuestra?

-Son huidas y son búsquedas. Tanto Aitor como yo nos fuimos de un lugar que nos asfixiaba. València es una ciudad maravillosa, tiene una luz maravillosa, los valencianos somos muy generosos pero también muy intensos. El vínculo que tengo con València es de amor incondicional y de odio incondicional también. Y estudiando 4º de Bellas Artes decidí huir y me fui a Chile.

-¿Huida y búsqueda no son lo mismo? De nuevo en el caso de Los detectives, huyen del DF y empiezan la búsqueda de la madre de la poesía realista visceral, Cesárea Tinajero…¿Buscabas una figura parecida, un ambiente determinado?

-Buscaba lo que sigo buscando. Creo que es lo más interesante, que no desfallezcamos en nuestras búsquedas. De hecho, creo que Bolaño es un gran maestro literario. La frase con la que empieza la exposición es “cuando empecé a indagar más en la vida de Bolaño asistí a una de las mejores clases de Literatura Universal”. Pero no sólo es el mejor profesor de literatura que conocemos, sino que también hemos extraído de él el aprendizaje de no desfallecer.

-¿Cómo os transmite eso?

-No desfallecer en tu búsqueda y en tu compromiso con lo que te hace ser tú mismo. Yo si no pinto no soy, si no leo no soy…Bolaño nunca dejó de escribir y estuvo malviviendo durante gran parte de su vida, pero insistió y no desfalleció. Trabajó en todo lo que tuvo que trabajar sólo para seguir escribiendo. Que nos llegara su obra a los 20 años nos marcó, a nosotros y a toda una generación. Pero con lo que me quedo es con confiar en aquello que te mueve. Que tengo que pintar, leer, buscar, y si tengo que huir de un lugar, lo hago.

-En vuestra forma de representar la obra de Roberto Bolaño, me llaman la atención las grandes manchas oscuras y las calaveras, que las puedo relacionar con el desierto de Sonora, muy presente en sus novelas. Me pregunto si también aluden a la muerte tan temprana del autor.

-Me gusta mucho tu visión, pero ahora te voy a llevar al otro lugar. El libro sale como un homenaje a Bolaño, pero él no aparece. Aitor trabajó durante un tiempo en un libro sobre el escritor en un tono más biográfico. Pero no lo hizo por todo lo que giraba alrededor de su figura: intereses económicos, editoriales, que a nosotros, como lectores, no nos interesan. Nos interesaba el artista. Cuando Aitor explicó todas las razones por las que no hizo su libro, pensé que justo esas razones podrían ser la base de otra obra. Un par de días después, me dijo “hago el libro si tú lo haces también”. Y en realidad, acabó convirtiéndose en otra cosa, en un homenaje a nuestra amistad, a Latinoamérica, a la literatura en general. Bolaño pasó de ser el personaje principal a una excusa. Por eso tanta oscuridad, porque no todo hace referencia a él. Las calaveras no nos llevan al desierto. Cuando vivía en València estudié el realismo mágico, y cuando estuve en Chile me di cuenta de que el realismo mágico es una forma de entender el mundo. La manera que tienen los chilenos de relacionarse con la literatura, la tierra, con todo, es realismo mágico.

-¿Qué diferencia hay entre el libro Por el olvido y la exposición basada en él?

-Pues no hay tanta, porque Aitor y yo trabajamos la palabra y la imagen de la misma manera. El libro no es un texto ilustrado. Los dos hemos trabajado mucho en el texto y en las imágenes. Me encanta trabajar con él porque cuando admiras a alguien de tu propio oficio suele ser muy difícil la comunicación, una sombra que se come al otro, hay codazos…Pero con Aitor es muy extraño lo que nos sucede. Compartimos estudio y nos alimentamos de un modo en que hacemos crecer al otro. Eso es impagable.

-Entonces me estás diciendo que habrá más colaboraciones…

-Ahora estoy muy metida en mi último proyecto, Roedores, que en cierta forma ya aparece en Por el olvido. De hecho, en una de las postales que nos enviábamos, y que aparecen en el libro, ya se habla de Roedores: le cuento cómo me siento con mi cuerpo tras haber sufrido un aborto. Quiero decir con esto que Aitor y yo no sabíamos que ya estábamos haciendo ese libro. Seguramente ahora estamos haciendo algo que también desconocemos. Lo que sí que sabemos es que por fin tenemos a alguien con quien dialogar en un oficio tan solitario como el nuestro.

 

 

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