Viernes, 26 de Abril de 2024
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Blockchain!, bitcóin! Contratos inteligentes

Miguel Ángel Juan, Socio Director en S2 Grupo

Socio director S2 Grupo

2016-abril-OPI-S2Grupo-Miguel-Angel-JuanEl lector sabrá disculpar que empecemos con estos “cebos”, pero es que, aunque este artículo no trata sobre bitcóin, sí lo hace sobre otra de sus aplicaciones más interesantes –en mi opinión, bastante más que bitcóin–, que son los smart contracts y no quisiéramos que pasara desapercibido.

A estas alturas, podemos dar por supuesto que todo lector de una revista de economía ha oído hablar de bitcóin y sabe que es una moneda virtual o criptomoneda. Podemos aventurar que sabe que bitcóin se basa en un mecanismo criptográfico que se llama blockchain, pero es probable que algunos no sepan qué es eso exactamente y cómo funciona.

Sin entrar en demasiado detalle técnico, explicaremos los conceptos mínimos para poder pasar al objeto del artículo, que son los contratos inteligentes. Un blockchain es un registro público encadenado de transacciones. El encadenamiento se realiza mediante un “candado” criptográfico, que garantiza que no se puede falsificar ni repudiar. El registro es público y transparente.

Bitcóin, ethereus y tantas otras criptomonedas son solo aplicaciones de blockchain para registrar transacciones económicas con transferencia de monedas entre los participantes. Pero hay muchas otras posibilidades, que son mucho más interesantes.

Una transacción relativamente sencilla, como una compra online de un producto físico, requiere el establecimiento de una relación de confianza entre el comprador y el vendedor o entre ambos y un árbitro/intermediario.

Es esa confianza la que nos permite asumir el riesgo de la transacción. Por eso existen sistemas de rating en plataformas como eBay y por eso una plataforma como Amazon facilita la venta de productos que suministran otras empresas en las que el comprador no necesita confiar, porque confía en Amazon.

Contrato seguro
Imaginemos que, de alguna manera, fuera factible realizar las transacciones sin necesidad de asumir riesgos ni establecer esa relación de confianza. Por ejemplo, podría realizar un pedido, aceptar el pago del importe correspondiente, pero condicionar la liberación de ese pago a la firma del albarán de entrega de la mercancía a través de la empresa de transporte correspondiente. Si no firmo, no hay pago, pero tampoco entrega.

Con un contrato inteligente, se puede enlazar en la cadena una transacción condicionada: el pago queda comprometido, pero solo se libera cuando la aplicación de firma del transportista (ya todos llevan una tableta para firmar) comunica al contrato que se ha realizado y aceptado la entrega. Una vez comunicado el hecho, el comprador no puede volver atrás el pago: problema resuelto.

¿En qué consiste el contrato? Básicamente, en un programa ejecutable, que especifica de manera no ambigua el modo en que se debe realizar la transacción. El punto clave es que el contrato es ejecutable, como cualquier programa de ordenador y que, al estar enlazado en la cadena blockchain, con la aceptación explícita y pública de ambas partes, no es apelable.

El mundo de posibilidades que se abre es infinito, aunque, como es natural, también se presenta una buena cantidad de potenciales problemas. Por poner otro ejemplo, en el mundo del transporte marítimo internacional, existe un buen número de mecanismos de protección basados en la imposibilidad de establecer una relación de confianza clara entre los participantes.

Así, se utilizan cartas de crédito, conocimientos de embarque, documentos de transporte, pólizas de seguro, etc. Muchos de estos documentos se podrían implementar mediante un contrato inteligente que, idealmente, podría acceder a un sistema de posicionamiento global de contenedores, buques o incluso paquetes específicos, liberar pagos en el momento adecuado, ejecutar pólizas, en fin, automatizar la mayor parte de los trámites administrativos, con el consiguiente ahorro económico y de tiempo.

Ciberseguridad del proceso
Por supuesto, se plantean problemas a resolver en cada uno de esos pasos, para asegurar que no se utilizan de manera fraudulenta, pero eso ocurre también con los mecanismos actuales. Sin embargo, sí hay una preocupación añadida: la ciberseguridad de todo el proceso.

Para que los contratos inteligentes se puedan utilizar de manera generalizada, es imprescindible garantizar que son suficientemente seguros y esto tiene dos vertientes. Por un lado, la seguridad criptográfica. En este sentido, se puede afirmar que, a pesar de algunos incidentes –que los ha habido–, en este tipo de plataformas, la base criptográfica de Blockchain es segura.

Los problemas pueden venir del lado de la especificación del contrato. Un smart contract no deja de ser un programa escrito en un lenguaje de programación determinado y no es nada sencillo realizar una demostración formal (fuera de toda duda) de su corrección y de la no existencia de vulnerabilidades.

Un bug en un contrato y puede suponer la posibilidad de realizar un fraude que, además, no está claro que se pudiera reclamar, por la misma “filosofía” de blockchain. O dicho de otra forma, si se requiere establecer la posibilidad de un arbitrio externo, se desmonta parcialmente la ventaja de su utilización.

En cualquier caso, deberíamos estar al tanto, porque los contratos inteligentes llegarán, y tendremos que tratar con ellos.

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