El 20 de junio de 1970, dos unidades de la serie 407 de la empresa Saltuv hicieron el último recorrido de los tranvías valencianos entre la Glorieta y las cocheras del Portalet. Fue la despedida de los tranvías, algo que en su momento fue recibido como un notable gesto de progreso y modernidad. Los tranvías estaban agotados, en efecto. Y no se había producido aún la transición entre un sistema de transporte convencional y otro que fuera capaz de afrontar el tramo final del siglo.

[masinformacion post_ids=»114986,115122″]

Los tranvías habían servido a la ciudad desde el año 1876; durante los últimos setenta años, lo habían hecho con tracción eléctrica, que se consideraba el modelo más eficiente. Sin embargo, Valencia, como otras ciudades del mundo, tomó la opción de abandonar la tracción eléctrica sin saber que habría de venir, en 1973, la crisis del petróleo y el tremendo encarecimiento de los combustibles. Tampoco había, desde luego, ni el menor atisbo de preocupación por las emisiones de gases y demás efectos medioambientales por razón de la quema de gasolina o gasoil.

En sus primeros dos años y medio de actividad, Saltuv sustituyó siete líneas de tranvías, de 119 kilómetros de extensión total, por autobuses que extendieron el recorrido de los raíles. En febrero de 1969 comenzaron a tenderse catenarias para el funcionamiento de trolebuses, en cinco líneas que daban servicio al Marítimo y a la Circunvalación; trolebuses que tenían más capacidad de giro y maniobra que los tranvías. Por otra parte, Saltuv introdujo, en su primer quinquenio de funcionamiento, cuatro líneas nuevas, con una extensión total de 138 kilómetros.

Llegado el momento, incluso los trolebuses fueron retirados de la circulación. Si en 1964 los usuarios fueron 102 millones anuales, en 1968 ascendieron a 123 millones. Esas cifras solo volverían a ser alcanzadas bien entrados los años noventa. En ese momento, el billete simple costaba 1,50 pesetas en tranvía y dos en trolebús. En la primavera de 1969, el número de vehículos que servían en la red era de 302, de los cuales 167 eran autobuses, 68 trolebuses y 67 más tranvías; la oferta de plazas en la calle, en los cinco primeros años de funcionamiento, pasó de 11.911 a 25.420.

Los beneficios iniciales de la compañía, sin embargo, desaparecieron en cuanto se dispararon los precios de los combustibles y de los neumáticos, en la década de los setenta. Una gran paradoja se produjo entonces: mientras se encarecía el precio de los combustibles, los usuarios abandonaban el transporte público. Si en 1973 los viajeros fueron 107 millones, en 1975 apenas llegaron a los 94 millones. Durante esos tres años, la empresa pidió a un Ayuntamiento de presupuestos congelados, que le compensara las pérdidas económicas.

Toda la transición, que en Valencia se corresponde con la época del alcalde Miguel Ramón Izquierdo, la ciudad estuvo lastrada por esa pesada carga y por un aumento paulatino de las tensiones sociales: el año 1976 fue especialmente grave para el destino de la compañía, porque el sindicalismo dialogante de los tiempos fundacionales fue sustituido por el sindicalismo convencional, emergente desde que murió el dictador y cayó la estructura del sindicalismo vertical.