Miércoles, 01 de Mayo de 2024
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Big data en el sector financiero

Gerente de Banca de Empresas en Banco Mare  Nostrum, socio de la FEBF

2015-marzo-OPI-FEBFTras una reciente lesión que me impidió conducir, no tuve más remedio que recurrir al socorrido transporte público urbano para acudir diariamente a mi centro de trabajo. Cuarenta apasionantes minutos de ida y otros cuarenta de vuelta. Y una de las cosas que más me ha llamado la atención es el volumen de navegación que se produce en las pantallas de los móviles de todos los viajeros, sin distinciones de sexo, edad o clase social. Ni siquiera el conductor se resiste a comprobar el suyo. Y es que el volumen de datos que producen particulares, empresas y corporaciones es verdaderamente sorprendente, 2.5 quintillones de bytes al día según IBM.

Varias preguntas atraviesan mi pensamiento tras leer este dato. ¿Qué es un quintillón? ¿Quién custodia toda esa información? ¿Quién podría usar esa información en beneficio propio? ¿Cuánto vale esa información?

La primera respuesta la encuentro en ese santuario que resuelve cualquier discusión de sobremesa que se precie: Wikipedia. Es el equivalente a escribir un 2,5 por 10 elevado a 30 ceros. Las otras tres, con dos vocablos en inglés que, al igual que hicieron Lehman Brothers a principios de este siglo, seguro que cambiarán y transformarán radicalmente las finanzas y la banca de las siguientes décadas: “big data”.

Y es que el big data o la utilización de datos masivos, se ha convertido en un importante elemento de conversación y discusión en cualquier foro de finanzas que se precie. No hay más que pegar un vistazo a las webs de las más importantes escuelas de negocios, para comprobar como en todas ellas se incluyen cursos, seminarios y másteres sobre la materia. Por algo será.

Según un reciente artículo que pudimos leer, la banca del futuro va a optimizar y a resolver las siguientes funciones gracias al big data: prevenir el abandono de clientes y sus necesidades, ofrecer productos personalizados, identificar nuevos perfiles y adecuar su oferta a los mismos, controlar el riesgo operativo, anticipar la mora, seleccionar las carteras más rentables y determinar el riesgo jurídico de una operación. Casi nada.

O, mejor dicho, prácticamente casi todo dentro del día a día comercial de una entidad y oficina, a falta de que sustituyan por un robot al adjunto al jefe de turno, que llama a las oficinas para pedir detalle del seguimiento de campañas. Y a ese robot seguro que no le valdrán las excusas: o irás al día, o retrasado; no habrá término medio.

“Cloud computing”
También sabemos que, de un tiempo a esta parte, cada vez más empresas de tamaño mediano están recurriendo al “cloud computing” para almacenar sus datos. Esto no es otra cosa más que trasladar sus archivos a un conjunto de servidores a los que acceden a través de internet y que forman la tantas veces nombrada nube o “cloud”, en lugar de almacenarlos como hasta ahora en la carpeta Mis documentos.

De momento, son solo un 25 % las que tienen desarrollada una estructura de cloud madura, pero cuando esta práctica esté perfectamente implementada dentro de la estrategia de cualquier empresa, será cuando empiece la guerra comercial en serio para conseguir nuevos clientes y fuentes de ingresos.

A modo de ejemplo: ¿cuánto vale para un departamento de gestión de patrimonios conocer de sus no clientes los ingresos en renta o las plusvalías obtenidas a través de la venta de participaciones de fondos en la competencia? ¿Será esto posible? Tiene pinta de que sí, pues las administraciones públicas ya cuelgan en sus nubes datos fiscales, historiales médicos, expedientes judiciales o datos relativos a la Seguridad Social.

Puede que de aquí a algunos años, cuando todo el mundo conozca esta situación, nadie consienta ceder sus datos a cambio de nada, pero seguro que en los primeros años existirá cierto desconcierto y, seguramente, alguien lo aprovechará. Estas empresas llegarán a sus clientes sin saber ellos cómo y, sin ser chupada la venta, seguro que les resultará más sencilla pues, casualidades de la vida, han dado en el clavo con el producto que más interesa.

Parece, por tanto, que el tema es más importante y fundamental de lo que nos creemos. El eslogan de que el futuro está a la vuelta de la esquina, en este caso es absolutamente verdad y de la buena.

¿Estamos las entidades y los profesionales preparados para afrontarlo con garantías? Es difícil saberlo a día de hoy, pero parece lógico pensar que, al igual que se ha producido con la sustitución de la transaccionalidad en la oficina por la banca online, la aplicación y utilización de estas nuevas herramientas y cómo convertir e interpretar los datos masivos para generar valor en la gestión comercial, decidirá el devenir futuro y el éxito de las entidades financieras.

Todo ello en un entorno en el que ya sabemos que el feedback de los clientes lo obtendremos a través de una serie correlacionada de datos o de un algoritmo y no de una conversación presencial en la oficina.

JSV Turkia
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