El verano de los vinos se viste de rosa
Los consumidores más mayores recuerdan con cariño una época en la que el vino más consumido en bares, cantinas y restaurantes eran los rosados o claretes. Vinos que además eran asequibles a todos los bolsillos y que en las bodegas de graneles eran fáciles de crear a partir de mezclas de vinos tintos y blancos.
Eran tiempos en que La Mancha era un mar de vinos blancos, y no de tintos como ahora, con mucho grado y déficit de acidez, que se combinaban con tintos más potentes de otras regiones. Y, en muchas ocasiones, terminaban mezclados en el vaso con la refrescante gaseosa…
Aquellos tiempos pasaron y con el aumento de la cultura del vino, los tintos primero y los blancos después, fueron copando los primeros puestos entre los más consumidos y cotizados. El consumidor del rosado empezó a ser una rara avis, el tipo de bebedor que “le vale cualquier cosa”. Y como se fue quedando el consumidor menos exigente, cada vez se cuidaban menos esos vinos, de modo que, año tras año, se iban expulsando del mercado a los consumidores del rosado.
Afortunadamente, las cosas han cambiado y estamos en la situación contraria; un círculo virtuoso en el que cada vez se hacen mejores rosados y, cada vez, los consumidores están dispuestos a pagar más por este tipo de vinos, pero, ojo, también a exigir calidad y frescura al máximo.
Joven y de jóvenes
Hoy el rosado no es un vino de viejos; al revés, es de jóvenes. Un vino para una generación de enófilos que bebe rosados como si fueran blancos: en cubitera y buscando la última cosecha, valorando la fructosidad, la nariz, pero también el cuerpo ligero de un tinto joven.
Las bodegas que han revolucionado el vino en el último cuarto de siglo en Valencia y en toda España han ido introduciendo sin miedo sus vinos rosados, pero siempre bajo el denominador de calidad a ultranza. Vinos que se van a vender por encima de los cinco euros, en igualdad con los vinos jóvenes blancos o tintos y que, incluso, pueden llegar a los 20 euros en elaboraciones más cuidadas, como es el caso del Impromptu Rosé, de Bodegas Hispano Suizas, de Requena (DOP Valencia).
Este vino lleva tres cosechas en el mercado y siempre se sitúa en la cima de las guías como el mejor de España. El último logró ser el mejor para siete guías diferentes y poner a tantos de acuerdo tiene mérito. Es un vino valenciano, pero elaborado con Pinot Noir, una variedad francesa que en Requena se da especialmente bien.
La singularidad del Impromptu Rosé es que hay una fermentación en barrica que agrega complejidad al vino y también le aporta larga vida, de modo que se puede tomar en los dos años siguientes sin ningún problema. Es un vino que sorprende y que logra en las catas puntuaciones solo al alcance de los grandes crianzas y reservas. Una joya, vamos.
La misma bodega tiene otros dos vinos rosados de Pinot, que funcionan a la perfección: Cava Tantum Ergo Rosé, siempre entre los mejores de España; y un dulce rosado, el Bassus Dulce, que combina genial con foies como entrante o con los postres. Y es que el secreto de los rosados es su versatilidad para acompañar las comidas. Con la llegada del calor y las largas tardes, es el vino que mejor se adapta a las comidas veraniegas.
Tradicionalmente, los rosados se asociaban a las pastas y arroces pero, en realidad, los nuevos rosados son ‘todoterreno’ y pueden empezar con un pescado y terminar con una carne. Son fáciles de beber, no se van de grado y piden una segunda o una tercera botella, sin miedo a los médicos de cabecera ni a los controles de la Benemérita.
La flor del mosto
Los enólogos dicen siempre que el rosado es el vino más difícil de hacer y no es postureo, que dicen ahora los jóvenes. Se hace con la flor del mosto y hay que ser muy fino para seleccionar lo mejor del mosto que entra en las cubas, que no esté oxidado, que llegue lo más fresco posible y que mantenga la nariz de un blanco y el cuerpo de un tinto.
En Requena, las Bobales hacen unos rosados increíbles, con aromas de golosina o jarabes de fresa. Es muy recomendable un clásico, como el Enterizo, de Bodegas Coviñas. Es, probablemente, el rosado valenciano más vendido y conocido. El Alto Cuevas lo hace Bodegas Covilor también con Bobal, que es el fuerte de esta bodega, y es un vino también muy tradicional y de color intenso, pero que no defrauda a los aficionados al rosado.
Sierra Norte, bodega también de Utiel-Requena, tiene dos apuestas, una en la Bobal exclusivamente, que es su Pasión de Bobal, un clásico también; y para los que buscan un aire más universal está el Fuenteseca, en el que la Bobal es mayoritaria, pero viene acompañada de un 20 % de Cabernet Sauvignon, que le da más cuerpo y alarga la vida.
Los nuevos rosados son de colores más pálidos, al gusto francés, que es el principal mercado mundial. Allí se beben el 37 % de los rosados del mundo y ahora se está poniendo de moda el rosado de la noche; es decir, en vez de un gin tonic u otro combinado, los grupos de amigos disfrutan de una botella de rosado, eso sí, bien fría.
En esa línea se embotella el Vegamar Selección Rosé 2016, que además es una monovarietal de Merlot. Este vino logró una Gran Medalla de Oro en el Concurso de Bruselas de la última edición y hacía diez años que ningún rosado español conseguía un galardón similar, lo que redunda en la calidad de los rosés de Valencia. La bodega del Alto Turia ha apostado por la tipicidad de esta variedad francesa, que se ha adaptado muy bien a sus suelos y permite tener un producto diferente y con buena salida internacional.
Con variedad foránea recomendamos otro DOP Valencia, en este caso de Requena, el Murviedro Colección Rosé 2016, que se hace exclusivamente con Cabernet Sauvignon buscando también un público amplio y con esos colores salmón a la moda y aromas de fresas, pero también de frutas tropicales.
Para los que se acerquen al rosado por primera vez, una buena opción es La Novia Ideal, de Valsangiacomo. Es Bobal, de DO Valencia, pero con diez grados solamente y una punta de burbuja, que lo hacen más refrescante. La etiqueta es rompedora y dirigida a ese público joven y sin complejos que es la base del futuro del vino.
La otra gran variedad de los rosados valencianos es la Monastrell, típica mediterránea y que se adapta muy bien a estos vinos frescos. Está muy rico el Laudum Rosé 2016, de Bodegas Bocopa, en DO Alicante, con aromas de fresón y color intenso, y con una presentación y diseño marca de la casa Bocopa; un vino que apetece beber al verlo. Hay muchos más, y ahora que viene el tiempo que pide rosado, lo mejor es dejarse llevar por la gran variedad y calidad que la Comunitat oferta.
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