Viernes, 26 de Abril de 2024
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Esperando a la ola perfecta

Esperando a la ola perfecta

Director de Financial Advisory Deloitte

2016-julio-opi-Deloitte-Javier-Arribas«El surf es uno de los pocos deportes que hay que mirar hacia adelante para ver lo que hay detrás” Laird Hamilton

Los amantes del surf viven permanentemente soñando encontrarse con la que denominan “la ola perfecta”. Quizás la llamen así porque se trate más de un concepto místico e inalcanzable, que por la posibilidad real de que dicha ola aparezca algún día.

Pero, ¿y si realmente existe y un día aparece? ¿Estaremos realmente preparados para surfearla en toda su plenitud como siempre hemos imaginado?

Nuestro tejido empresarial está integrado por miles de pequeñas y medianas compañías cuyos empresarios han constituido durante décadas el verdadero motor económico en nuestra Comunitat, lo que sin duda constituye un éxito de gestión empresarial. No obstante, el panorama actual abre nuevos e importantes retos a afrontar derivados de un entorno altamente cambiante y globalizado, en el que la realidad de muchas de estas compañías puede plantear un horizonte difuso, sin que sus accionistas sean conscientes de ello en la actualidad.

Hablamos de compañías que son el resultado de proyectos empresariales cuyos límites podrían resultar cercanos por diferentes factores: falta de pulmón financiero, ausencia de sucesión clara, falta de profesionalización, etc. Para muchos de estos empresarios ya no sirve afrontar el futuro como hasta ahora, aplicando las mismas fórmulas que aparentemente han funcionado durante años. Ha llegado el momento de coger la tabla y salir al mar a esperar la ola perfecta.

Y subirse a esa ola dependerá fundamentalmente de dos factores: ser consciente de que hay que salir a buscarla y sobre todo, estar listo en el momento justo para poder afrontarla con éxito.

La búsqueda debe ser un fin en sí mismo, aplicable a cualquier compañía, en cualquier situación. Esto es, una actitud de mejora constante hacia el futuro. El reto a nivel empresarial consiste en cambiar la filosofía de la gestión por objetivos a una filosofía de gestión orientada al valor. ¿Cómo es posible maximizar el valor de un negocio sin gestionar el día a día con un enfoque claramente basado en la maximización del valor…? Ahí es donde está el origen de todo. El éxito en la toma de decisiones es un factor unido inseparablemente al valor que se genera o destruye con cada decisión que se toma.

La globalización del mercado, las nuevas tecnologías, los cambiantes impactos de la economía y regulación europeas, la coyuntura política, entre otros, son factores exógenos cuyo impacto condiciona la vida de las empresas…. y en ocasiones la muerte de muchas de ellas. Al igual que en el surf, donde se miden parámetros como la velocidad y dirección del viento, la temperatura del agua, las mareas, etc., los constantes movimientos a nivel macroeconómico inciden significativamente en la capacidad de las compañías para generar o destruir valor.

Durante los años de mayor auge de la pronunciada crisis vivida desde 2007, la amenaza de la famosa “prima de riesgo” mermaba sistemáticamente la confianza en el mercado español y, en consecuencia, drenaba dramáticamente el valor de nuestras compañías día tras día. Cuando el 26 de julio de 2012, Mario Draghi pronuncia su famosa frase de “El BCE hará todo lo necesario para sostener el euro. Y, créanme, eso será suficiente”, los vientos huracanados y las tormentas del horizonte dejaron paso a un futuro mucho más prometedor. En un año, el IBEX se revalorizó un 37% y la prima de riesgo descendió desde los amenazantes 638 puntos básicos en julio de 2012 a situarse por debajo de 100 puntos básicos en enero de 2015.

La amenaza del diferencial de estabilidad a escala europea, que otorgaba a las empresas alemanas una mayor competitividad dejaba paso a un entorno donde volvía a primar el valor de las compañías en función de su capacidad real de generación de recursos.

No obstante, el sobre-apalancamiento heredado de las “orgías” de liquidez bancaria había dejado paso a la escasez de liquidez en la economía real. Como las menguantes charcas de la sabana africana, donde la sed es cuestión de vida o muerte a la espera de las lluvias, muchas empresas españolas habían ido cayendo lentamente o afrontando durísimos procesos de restructuración bancaria que acababan lastrando la capacidad de generar valor.

Hoy, superado ya el ecuador de 2016 y ante el incierto desenlace de la formación de gobierno tras dos elecciones en menos de 6 meses, tras el proceso de reflexión sobre la realidad del concepto “Europa” a raíz del brexit, estamos ante el momento de hacer una reflexión sobre todo lo aprendido, volver a recuperar la esencia y el posicionamiento de los negocios y afrontar el futuro entendiendo más que nunca dónde y cómo cada compañía es capaz de generar el valor.
Así las cosas, el gestor tiene el reto de maximizar el valor de su negocio basándose en aspectos como el crecimiento sostenible, el adelgazamiento de los balances o la adecuada estructuración financiera. En este sentido, se abren nuevas vías a explorar que pasan por decisiones como la externalización, la intermediación en la cadena de valor, la reflexión sobre las operaciones online y offline, la enajenación de activos o la contribución a la cobertura de costes de estructura, entre otros.

La completa reflexión implica a todos los niveles de la empresa con el objetivo de convertir pesadas estructuras y mentalidades basadas en la “patrimonialización” de los balances en empresas dinámicas y “esbeltas”, ágiles al cambio. Todo ello conlleva valentía en la toma de decisiones, aportando frescura y creatividad y por supuesto, cuando el guion lo exija, sacrificando rentabilidad.

El accionista por su parte debe pensar en maximizar el valor de sus acciones, lo que en ocasiones puede abrir el debate sobre la continuidad en el negocio o la necesidad de afrontar un proceso de venta. Ahí es donde la anticipación toma un papel fundamental. El empresario tiene ante sí la posibilidad de encontrar su “ola perfecta” y eso implica trabajar desde hoy mismo para descubrirla cuando aparezca y sobre todo, para no dejarla escapar.

Por todo ello, conviene dedicar un ejercicio de reflexión para evaluar la situación actual conociendo y minimizando los puntos débiles (en forma de negocios no rentables, activos ociosos, posibles contingencias de naturaleza fiscal o legal, etc.) y adoptar las medidas adecuadas para corregirlos. De igual forma, implica un ejercicio de honestidad al respecto de las capacidades reales del negocio y en qué momento conviene incorporar un socio financiero o industrial, que termine de completar el desarrollo definitivo de la empresa y llevarla a su máximo de plenitud.

Como decía el Gran Kahuna,No te preocupes, hay millones de olas ahí afuera. Tómate tu tiempo y tu ola llegará”… Yo añadiría, “asegúrate de que cuando llegue, eres capaz de subirte a ella y no dejar que te arrastre”.

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