Miércoles, 24 de Abril de 2024
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Capital erótico: Seducción e inteligencia emocional en los negocios

Capital erótico: Seducción e inteligencia emocional en los negocios

Directora Go up Business School

2016-mayo-Gop-Up-Dora-TeresaLa gran mayoría lo anhela; desea generar impacto e influencia, tener capacidad de persuasión y convertirse en magnético e irresistible, tanto en su vida personal como profesional.

El capital erótico es el poder de seducción en la comunicación humana.

La forma en que miramos, el modo en que nos movemos, el tono de voz que utilizamos, la ropa que nos ponemos… todo comunica y contribuye a la imagen que de nosotros se forman los demás. Pero, ¿somos realmente conscientes de ello? Y, lo más importante, ¿hasta qué punto podemos llegar a controlarlo?

Hablamos de Capital Erótico, el poder para fascinar y cautivar a los demás. Este concepto también se emplea para describir a las personas que tienen magia, carisma, encanto y chispa.

La profesora de la London School of Economics, Catherine Hakim (Honey Money. The Power of Erotic Capital, 2011), fue quien acuñó el termino. Lo describe como el resultado de la suma de una serie de elementos que contribuyen a establecer relaciones sociales placenteras: belleza, atractivo sexual, vitalidad, manera de vestir, encanto, sociabilidad y competencia sexual. Va más allá del atractivo físico innato y se trata de un activo que todo individuo posee en algún grado y que se puede cultivar a lo largo de la vida. Vaya… aquí ya entra en juego la aplicación de la inteligencia emocional, ¿os suena? Buenas noticias, si se trata de una habilidad que no tenemos, podremos aprenderla…

Hakim sitúa el capital erótico como un cuarto activo personal, por detrás de los que había definido el sociólogo francés, Pierre Bourdieu: el capital económico (los bienes que poseemos), el cultural (lo que sabemos) y el social (a quién conocemos). Y, como cualquier activo, se convierte en un bien escaso, que tiene un peso también en la economía.


Seguro que a muchos de vosotros os vienen a la mente 
personajes públicos de todos los ámbitos (deporte, cine, música, política, negocios…) que tienen capital erótico, lo saben y lo explotan (Obama, Ophra, Guardiola…).


Se trata de practicar y trabajar el activar el fondo del capital erótico, y ese no se hace con una apuesta al rojo o al negro, sino que se aprende. El corte de pelo, el color de la corbata, el movimiento de las manos, la mirada… pueden transmitir proximidad, seguridad, poder, confianza… o todo lo contrario. En este sentido, comunicar convicción y coherencia será difícil si las expresiones no acompañan las palabras ni los hechos de quienes ostentan cargos públicos. En la búsqueda por construir una imagen positiva, enérgica y vital, ya no nos sorprende ver a los políticos intentando obtener un crédito mediático de su práctica deportiva.

Así es, que el término capital erótico, envuelto de polémica, acusado de frivolidad y sacudiendo a alguna corriente feminista ha llegado para captar nuestra atención, y ya que nos atrae dicho concepto, bien podríamos darle esa importancia que se merece, por cuanto quien posea ese cuarto capital tendrá en sus manos las llaves para abrir todas las puertas o aquellas a las que decida llamar.

El poder de la imagen, de la cinética, de la proxémica, de las trazas auditivas y olfativas pasa así a un primer plano.


Cuando se trata de convencer al otro, se puede llegar a minusvalorar el peso del capital erótico, seguramente por razones culturales y hábitos arraigados con fuerza en nuestra sociedad, que tiende a primar el pensamiento lógico racional por encima de otras capacidades como la intuición, la inteligencia emocional (Goleman, 1995) y las aptitudes sociales. A pesar de ello, si bien somos animales racionales también somos animales relacionales. Howard Gardner ya lo apuntó en su “Teoría de las inteligencias múltiples”, poniendo de manifiesto que por sí solos los resultados académicos no son, ni mucho menos, garantía de éxito.


Si la persuasión intenta convencer mediante razonamientos, la seducción implica mover el deseo y apela a las emociones y a las estructuras más primarias del cerebro, heredadas de nuestro pasado animal. El poder y la influencia del capital erótico pueden resultar, en ocasiones, del todo inconscientes y difíciles de controlar. Utilizamos las palabras y nuestra fuerza argumental para transmitir información, pero nuestra imagen y nuestro lenguaje corporal también nos delatan, comunicando estados de ánimo e intenciones.

La buena noticia es que ese cuarto capital erótico, se puede aprender, todo es cuestión de proponérselo, ser consciente y trabajar esas habilidades para adquirir el capital erótico, capital que no se compra con dinero.

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