Vicente Gandía, cuatro generaciones llevando vino de Valencia al mundo
Llevan exportando vino valenciano al mundo desde hace más de un siglo y hoy son la mayor bodega de la Comunidad, con sus 30 millones de botellas vendidas. El secreto ha estado en la calidad a precio razonable, pero sobre todo en mantener unos estándares de producto reconocibles a largo plazo, que ha ido ganando la confianza de importadores y consumidores. Con la finca Hoya de Cadenas, en Utiel-Requena, están llegando además a los consumidores de vinos de finca, que les están aupando a las grandes puntuaciones de los gurús del vino.
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Las crisis son momentos de oportunidades para los visionarios, los que arriesgan y abren caminos antes no trillados, y la que sumió a la Europa vitivinícola en la miseria con la filoxera a finales del siglo XIX, fue una oportunidad para algunos valencianos que desde los puertos de Valencia y Alicante supieron aprovechar la ocasión. En 1885, uno de estos visionarios, Vicente Gandía, tras ver el negocio de la exportación de vinos hacia Francia y el resto del norte de Europa, decidió montar una pequeña bodega con su nombre.
La filoxera había arruinado el viñedo al norte de los Pirineos y los consumidores europeos precisaban vino en sus mesas, un producto que formaba parte de la dieta básica general. Pero era cuestión de tiempo que el maldito bicho llegara a la península, se comenzara a combatir con éxito y los importadores dejaran de venir a España, así que la oportunidad tenía fecha de caducidad.
Vicente Gandía aprovechó el momento, se consolidó como exportador de graneles en barrica y superó pronto el millón de litros de vino. Cuando la crisis pasó, él ya se había hecho con un hueco en los mercados exteriores, que desde entonces no ha dejado de crecer.
La tercera generación comenzó a apostar por el embotellado a finales de los sesenta, precisamente con una Bobal de Requena, hasta terminar esa reconversión con el 100 % embotellado frente a los graneles, porque el mercado pedía otros estándares de calidad. Entre medias, en 1992 decidieron trasladarse del puerto de Valencia, donde llevaban ya más de cien años, al interior de la provincia, en Chiva.
El paso del tiempo había dejado de hacer ventajosa la situación junto al mar y era el momento de acercarse al viñedo, sin perder el carácter exportador que hoy le lleva a vender en 90 países más de 20 millones de botellas; el 70 % de su producción.
El secreto de su éxito está en la calidad a precio razonable y el mantenimiento a largo plazo de esos estándares de calidad y precio. Porque no se trata de hacer un gran vino a un gran precio y que el producto sea irreconocible unos años después.
Vicente Gandía se ha caracterizado siempre por esa regularidad, año tras año, que la ha convertido en la primera bodega de la Comunidad Valenciana en volumen y en la décimoquinta de España. Y siempre manteniendo un estilo de familia que está por la cuarta generación, pero con la visita regular a las instalaciones del patriarca y presidente, José María Gandía.
Una colección imbatible
Vicente Gandía es un todoterreno de los vinos, y allí donde ven una oportunidad de negocio, lo intentan. Castillo de Liria es un producto omnipresente en el mercado nacional de los vinos jóvenes, pero junto con él comparten cartel vinos de las cuatro denominaciones valencianas, y también de Rías Baixas, Priorato, Ribera del Duero, Rueda, Rioja y hasta Champagne francés y Alentejo portugués.
Las ventanas al mercado están abiertas de par en par, por eso la última aventura ha sido Sandara, que en dos años se ha hecho un hueco con su imagen informal y joven. Se trata de adaptarse a un tipo de consumidor que no quiere vinos convencionales, pero que sí se deja tentar por bebidas de calidad, naturales, con poca graduación, toque dulce y algo de gas. Son los futuros consumidores del vino, que muchas veces van haciendo su paladar a los vinos más sofisticados, a partir de productos como este, que está teniendo gran éxito.
Toda esta panoplia de vinos tiene detrás un sofisticado equipo técnico y humano, capitaneado desde hace 35 años por un auténtico maestro de la enología valenciana. Luis García Severino tiene en su cabeza cada vino, cada barrica, cada encargo de la propiedad. Javier Gandía lo considera uno de los mejores enólogos de España, “humilde, trabajador y con un coco tremendo”, dice.
Cada nuevo encargo es un reto para él, que modula las vides sacando el máximo partido a los mimbres con los que trabaja, para lograr ese vino querido. Un auténtico one-club man, que es como llaman los ingleses a los jugadores de fútbol que desarrollan toda su carrera profesional en el mismo club, hasta injertarse en su ADN.
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