El país dogón es un lugar apto para intrépidos; perdido, retirado y ancestral. Ir hasta allí es hacer un viaje al pasado en el presente. Así lo describiría yo. Como en toda buena aventura, la realidad se mezcla con la ficción, dando lugar a la leyenda. El hecho cierto es que, a día de hoy, aún son muchos los misterios que rodean a los dogones y sus conocimientos astronómicos, transmitidos durante cientos de años de generación en generación.

[masinformacion post_ids=»59184″]

La leyenda del pueblo dogón se inició cuando el antropólogo francés Marcele Griaule, entre 1931 y 1956, realizó un profundo estudio sobre los dogones que, posteriormente, publicó en 1965 la antropóloga francesa Germaine Dieterlen. En el relato se recogen unas declaraciones sorprendentes sobre los conocimientos astrológicos de los dogones.

Conocimientos ancestrales que podrían proceder de historias contadas de padres a hijos durante más de 700 años, con cálculos que sorprenden por su precisión, especialmente al saber que muchos de esos conocimientos son de dominio público en occidente desde hace relativamente poco tiempo.

La leyenda se acrecentó cuando el astrónomo estadounidense Carl Sagan escribió un libro llamado “Los dogones”. La conclusión del texto es que el pueblo dogón había mantenido contactos con una civilización cuyo avance tecnológico llegó hasta 1932.

¿Cómo no sentirse atraído por llegar a esta población? Un pequeño y remoto pueblo del Sahel, en África occidental, puede ser la prueba más consistente de que la Tierra fue visitada en una época remota por seres del espacio exterior.

Constelación de Sirio

Cada sesenta años, el pueblo dogón celebra una ceremonia de renovación del mundo, llamada Sigui, asociada a la invisible constelación Sirio B. En esta ceremonia se emplean unas elaboradas máscaras con forma de cabeza de pájaro, llamadas kanaga, confeccionadas especialmente para esa ocasión que, posteriormente, son cuidadosamente guardadas en refugios protegidos.

Las máscaras conservadas son una prueba física de que las ceremonias Sigui y los asombrosos conocimientos de los dogones acerca del sistema estelar de Sirio, se remontan al menos a 700 años atrás, hasta el año 1300 de nuestra era.

¿Cómo es posible que una remota y primitiva tribu africana posea desde hace siglos unos conocimientos astronómicos que la ciencia occidental solo ha logrado obtener con el uso de técnicas muy sofisticadas y de instrumentos avanzados y precisos? Planteado así el problema, por supuesto, parece que la única solución es que el pueblo dogón recibió sus conocimientos de alguna civilización tecnológicamente avanzada, ¿procedente de Sirio?

Había atravesado el norte de Mali, para llegar a Bandiagara. Se trata de una pequeña población en la región de Mopti (Mali). Su nombre significa “tazón grande para comer”, y se dice que fue fundada por un cazador dogón en 1770.

La falla de Bandiagara

Los acantilados de Bandiagara, donde se camuflan las casas dogón, son una fractura geológica que ocupa un área de aproximadamente 200 kilómetros cuadrados, entre la sabana y la planicie del río Níger. Este espacio fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1989, por su importancia cultural y natural excepcional para la herencia común de la raza humana.

Entré en aquel territorio antes de esa declaración de la Unesco y en aquel entonces las pistas para vehículos eran prácticamente inexistentes para abordar un acercamiento a la falla de Bandiagara.

Avanzamos hasta la región de Sanga en busca del país dogón. Habíamos oído hablar mucho de los dogones, un grupo étnico que residía en esa zona de difícil acceso en la región central de Mali. Eran especialmente conocidos por sus tradiciones religiosas, sus bailes con máscaras, sus esculturas de madera y su arquitectura.

Sabíamos que el País Dogón estaba allí mismo, pero por la orografía del terreno parecía invisible; no fue nada fácil encontrar pistas por las que circular ni localizarlo. Después de muchas vueltas, por fin vislumbramos sus poblados enclavados en la falla, con su peculiar arquitectura. ¡Espectacular!