Existen zonas vinícolas de España que tienen que recrear la Historia para acercarse a ella. En el caso de los viñedos de Requena no es necesario. A tiro de piedra de la finca se ha datado uno de los vestigios más antiguos de la producción de vino de nuestro país, La Solana de las Pilillas. Son lagares y depósitos para crianza y almacenamiento de vino en roca caliza, que los arqueólogos han situado entre el siglo VII e inicios del V a.C., por lo que fueron los pueblos íberos los artífices de aquellas elaboraciones. Esa herencia es la que homenajea la familia Valiente con el Caprasia, nombre que daban los íberos al territorio; todo el altiplano, la frontera de la meseta valenciana con el Mediterráneo.

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El Caprasia es un tinto elaborado exclusivamente con la variedad bobal, que presenta una etiqueta con anagramas que recuerdan rápidamente el mundo antiguo. Para este vino seleccionan viñas viejas plantadas en vaso y en suelos arcillosos-calizos, pero con gravas en el subsuelo y con más de medio siglo de antigüedad, para elaborar un vino al que mantendrán catorce meses en barricas de distintos orígenes: Francia, Rumanía y Bulgaria.

Pero como si el homenaje a los antiguos se les quedara corto, y recordando que durante la Edad Media y hasta el siglo XIX el vino se elaboraba en bodegas subterráneas de barro, Vegalfaro tiene este vino cinco meses en ánforas de 150 litros para concentrarlo. “Los poros del barro cocido terminan la crianza, es como un botijo”, una de las maquinarias mejor diseñada de todos los tiempos.