En septiembre de 1963, llovió tanto, y tan inoportunamente, que cundió la alarma entre los arroceros de la Albufera y la Ribera del Xùquer. Era preciso secar de inmediato la cosecha que se acababa de recolectar, millones y millones de kilos, y había que hacerlo enseguida. Cuando todas las eras disponibles se quedaron pequeñas, hubo que echar mano de terrazas, paseos y jardines. En su desesperación, pidieron permiso a la ciudad de Valencia y, durante quince días la Alameda se convirtió en un secadero de arroz.
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Por esos días, una industria valenciana puso un anuncio a toda página en el periódico Las Provincias: “!Ahora es cuando usted debe asegurar la cosecha del año próximo! Un secadero IMAD resolverá su problema”, decía el texto, situado junto a la foto de un gran artefacto de secado de grano. Aquel episodio de la Alameda, del que hay fotos históricas, marca un antes y un después en la cultura valenciana del arroz.
Entre 1958 y 1965, de la mano de nuevas máquinas y técnicas, el cultivo de la gramínea cambió por completo, hasta hacer que desaparecieran en pocos años los tradicionales sistemas manuales de plantación, preparación de la tierra, siega, trilla y secado del grano. En ese proceso, una empresa valenciana fue capital: IMAD, siglas que resumen su nombre oficial, Industrias Mecano-Agrícolas Domingómez.
Primeros pasos del XIX
La mecanización del proceso del arroz no vino de repente, al final de los años 50. Se había iniciado ya, en la segunda mitad del siglo XIX, en el campo de la molinería y los aperos de labranza. En ese campo comenzó a destacar, en Sueca, un hábil mecánico llamado Domingo Gómez Granería, que disponía de una buena clientela y, sobre todo, de una ingeniosa capacidad, no ya para reparar, sino para mejorar el diseño de los molinos mecánicos del momento.
Eran artefactos hechos básicamente de madera, movidos por fuerza hidráulica. Pero Domingo Gómez tenía muchas ideas prácticas, que hacían mejorar el rendimiento y que le llevaron a aplicar muy pronto la fuerza procedente de los motores eléctricos. En 1888, el emprendedor dio el paso y se trasladó, desde Sueca a un taller situado en el Llano de la Zaidía, una zona urbana nueva, promovida por el Marqués de Campo, que en realidad fue el primer polígono industrial de la ciudad.
El taller prosperó con facilidad. Las máquinas de Domingo Gómez, de Domingómez por abreviar, eran prácticas y muy solicitadas. Por eso el taller se trasladó a un local más amplio, en el Camino de Barcelona: y por eso mismo, el hijo mayor del empresario, Nicolau Primitiu Gómez Serrano, nacido en 1877 y fallecido en 1971, estudió peritaje mecánico y químico, y se dedicó a la empresa en cuanto terminó los estudios.
Segunda generación
Aunque estuvo vinculado a la marcha del taller desde muy joven, fue en 1911 cuando la segunda generación de los Gómez se puso al frente de la empresa. Lo hizo dispuesto a mejorar la técnica de los molinos de arroz y a explotar el éxito de una de las primeras trilladoras mecánicas que había en el mercado, construida en la empresa.
En el año 1961, la industria estableció su sede en el Camino de Moncada, 85. Al llegar los sesenta y los setenta, IMAD se había especializado en el diseño de plantas de procesamiento del arroz -secado y molinería principalmente-, que suministraban e instalaban ‘llave en mano’ según los requerimientos del cliente, en cualquier parte del mundo.
En un momento dado, la firma IMAD llegó a dar cobertura, con sus máquinas, a un 65% del arroz que se cosechaba en España. Un anuncio de los primeros años sesenta señala que IMAD estaba especializada en las actividades siguientes: maquinaria para molinería arrocera, silos de cereales, secaderos mecánicos para granos, silos metálicos, mecanización de silos, seleccionadoras de semillas, tornillos elevadores y ensacadores, y medidores de humedad para granos y harinas.
Pero no mucho después crearon una línea de fabricación de máquinas para hornos de pan y explotaron el campo de las máquinas cosechadoras agrícolas.
Ilpersa toma el relevo
IMAD terminó su actividad en los años ochenta, pero la tecnología que había creado y patentado no se perdió. Al estar internacionalmente acreditada, pronto fue asumida por una empresa continuadora, Ilpersa (Industrias Luis Peris, S.A.), que también tiene sede en Sueca.
Esta firma, fundada en 1918, dio un paso sustancial en 1987, al entrar en el mundo de los cereales, y como dice en su página web, “gracias a la incorporación en su activo de la tecnología y know-how de IMAD”.
Los avances técnicos de la familia Domingómez no se han perdido. Siguen vivos en Ilpersa, que es también líder en el campo arrocero, “procesándose en sus molinos hasta el 90% de la producción total española, en el secado y limpieza de cereales, y en la selección de semillas”.
La empresa tiene delegaciones en Zaragoza, Madrid y Sevilla, exporta a los cinco continentes, da empleo a 45 trabajadores y tiene unas instalaciones de 5.100 metros cuadrados entre naves y oficinas.