Brasil: Playas infinitas más allá de Praia do Forte
Praia do Forte es un pequeñito pueblo encantador, turístico, solo a unos 80 km al norte de Salvador de Bahía, con una costa digna de recorrer, playas interminables y un clima casi perfecto con una media anual de 28º. Playas de arena blanca y cocoteros. Era un antiguo poblado de pescadores que ha sabido guardar su especial encanto, con una vegetación exuberante en el entorno, que incluye reservas ecológicas y zonas de preservación de la biodiversidad.
Son destinos mucho más conocidas por los brasileños y no en todos los lugares hay unos alojamientos al nivel que solemos esperar, pero tal vez eso es lo de menos cuando se trata de sumergirse en paisajes y playas infinitas.
Estamos ante uno de esos pequeños rincones que vamos descubriendo y que se transforman de forma paulatina pero constante. De hecho, a lo largo de su maravillosa costa se está produciendo un desarrollo espectacular de resorts y grandes complejos turísticos, espaciosos y con abundante vegetación.
Es un placer pasear por las calles de Praia do Forte. Las construcciones no suelen pasar de un piso de altura, ya sean tiendas, restaurantes, salas de música, etc. La iluminación natural es única y fantástico el ambiente que se ha creado. La diversión, con frecuencia, puede durar hasta el amanecer y a mí, que me encanta la Caipiriña, no sé por qué, allí entra como el agua y hace que todo parezca más divertido.
A la hora de comer hay que centrarse en los mariscos y pescados, siempre frescos y elaborados de mil maneras. En cualquier caso, hay una variedad de restaurantes para todos los gustos, pues el destino ha adquirido categoría internacional. Como estamos en Brasil, no hay que olvidar que la comida brasileña es variada y el plato nacional es la Feijoada, que merece la pena ser probado.
En cualquier caso, destacar los atractivos de Praia do Forte es una excusa para hablar de las maravillas que ofrece Brasil desde este punto y hacia el norte, con playas realmente espectaculares, solitarias e infinitas; imágenes, en suma, que nos dejan con la boca abierta.
Esto es algo que me sorprende de un territorio al que pocas veces nos dirigimos los españoles.
Desde aquí hasta la frontera norte con la Guayana francesa tenemos más de 3.500 kilómetros, dependiendo por donde circules, aunque hay un momento que no es posible con coche, pues se presenta ante nuestros ojos la inmensa desembocadura del Amazonas, un lugar único, lleno de vegetación y ríos. Una frontera natural casi infranqueable.
Pero no es preciso hacer un recorrido tan largo. Les recomiendo situar nuestro límite en un lugar que me parece realmente sorprendente: el Parque Nacional de los Lençóis Maranhenses. Para llegar hasta allí hay que subir por la costa atravesando lugares únicos y poblaciones como Recife, Fortaleza o Natal.
Rincones solitarios con playas en las que no vislumbras el final y muchas de ellas totalmente solitarias, algunas con paisajes y vegetación espectacular, que llega hasta la misma línea de playa. Podremos disfrutar de parajes y vistas propias de parques naturales, territorios llenos de dunas, manglares, desembocaduras de ríos, etc. Un recorrido bellísimo.
Al referirse a Lençóis Maranhenses, hay quien la describe como un desierto “inundado” y podría ser una buena descripción de lo que vamos a contemplar. Se trata de un parque protegido por las autoridades brasileñas, con el fin de salvaguardar de forma integral la naturaleza que se encuentra ubicada en la zona nordeste de Maranhao.
Entre sus dunas -algunas de cuarenta metros de altura-, vamos a encontrar cientos de pequeños lagos listos para poder bañarnos en ellos. La imagen no puede ser más bonita y sugerente. Les aseguro que no conozco un escenario semejante en ninguna otra parte del planeta.
Las dunas de finísima y blanca arena llegan hasta el mar e incluso se adentran en él entre cinco y 25 kilómetros. Todo ello a lo largo de un enorme litoral costero de 70 kilómetros. La imagen que finalmente se queda en la retina es la de un mar de dunas, sin carreteras de acceso. Para poder visitarlo es necesario hacerlo andando y aunque el calor se deja notar pronto, las aguas dulces de sus miles de pequeñas “piscinas” naturales, permiten en cualquier momento un placentero baño.
La costa noreste de Brasil alberga playas preciosas y singulares. En este recorrido que os proponemos, son muchas de esas playas las que te llenarán de sensaciones diferentes a las que hayas experimentado antes. Por ejemplo, Praia do Gunga, realmente una “postal”, con arena blanca, palmeras, cocoteros. No podemos siquiera intentar nombrarlas todas. Y lo mismo podemos decir de los muchos “chiringuitos” de playa, con sus gambas o su pescado fresco. Una delicia.
Lógicamente, son destinos mucho más conocidas por los brasileños y no en todos los lugares hay unos alojamientos al nivel que solemos esperar, pero tal vez eso es lo de menos cuando se trata de sumergirse en paisajes y playas infinitas.
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