
El tiempo es oro para la inversión en alta relojería
Llevar una pieza de alta relojería en la muñeca es mucho más que dar la hora. Tampoco es solo una cuestión de capacidad económica. Es una declaración de principios, un símbolo de estatus. No es solo un accesorio, sino una pieza de arte mecánico que representa el tiempo en su forma más pura y sofisticada. Y también –por qué no– una opción de inversión al alcance solo de las carteras más avezadas. La inversión en bienes pasionales –aquellos que se caracterizan por generar deseo, exclusividad y estatus, y suelen estar asociados al lujo– no decae. Según el Luxury Investment Index elaborado por la consultora internacional Knight Frank, los relojes de lujo se han revalorizado un 5% durante el último año. No es para menos, pues hablamos de una industria artesana que genera alrededor de 55.000 millones de dólares anuales y que, se estima, podría alcanzar los 134.530 millones en 2032, con una tasa anual de crecimiento del 12,17%, según las previsiones de Fortune Business Insights, impulsado, sobre todo, por la demanda sostenida en Asia y la exclusividad de las marcas premium. Y, si hablamos de marcas, Rolex sigue siendo el rey del sector, con más de un 3% de cuota de mercado, marcando una gran distancia con el segundo y tercer clasificados, Cartier y Omega (ambos 7,6%). En 2023 –último ejercicio del que se tienen datos disponibles–, se vendieron alrededor de 1,24 millones de piezas de Rolex, a un precio medio superior a los 12.218 francos suizos y unas ventas de más de 10.000 millones de francos suizos. Si hay algo que caracteriza a este mercado es la escasez y la exclusividad. Tal y como explica Gustavo Martínez, profesor de Finanzas de la Universidad Francisco Marroquín y analista de mercados, marcas como Rolex, Patek Philippe y Audemars Piguet mantienen producciones limitadas, «lo que ha disparado la demanda en el mercado secundario, generando un efecto de ‘rareza’ que eleva los precios». La reventa está a la orden del día. Y eso es, precisamente, lo que favorece la inversión. Entre 2019 y 2023, explica Martínez, las pujas en subastas de relojes crecieron un 70%. Los relojes de lujo se han consolidado como símbolo de estatus; amplificados, además, por el auge de las redes sociales y las figuras públicas que visten sus muñecas con exclusivas piezas. ¿Un valor refugio? Toni Ruiz, administrador de la Joyería Novecento, especializada en la venta de relojes de alta gama y joyas antiguas, comenta a este medio que ha habido dos factores clave que han dado impulso al sector en los últimos años. El primero, que la información ahora es mucho más accesible: «Todo el mundo puede tener un mayor conocimiento de este mercado porque puedes informarte a través de internet o de las muchas plataformas de relojería que existen en la actualidad». El segundo, las estrategias de marketing de las marcas de alta relojería, fundamentadas en no vender relojes al por mayor: «Las compañías no ofrecen un acceso fácil a la compra de un reloj. Puede pasar mucho tiempo desde que decides adquirirlo hasta que te lo entregan. Esto genera una necesidad de mercado, que no es real, pero que lo parece porque tienes que esperar». El lujo verdadero no es tener la capacidad económica para adquirir una pieza, sino conseguirla con inmediatez. Por supuesto, no todos los modelos funcionan. La clave está en los icónicos como el Rolex Daytona o el Patek Philippe Nautilus, que han experimentado revalorizaciones significativas de hasta un 20% anual entre 2018 y 2022, lo que sugiere que, en ciertos casos, pueden actuar como valor refugio. ¿Puede una buena pieza ser más rentable que la bolsa o los bienes raíces? Lo cierto es que esta rentabilidad del 20% que comentamos supera, por ejemplo, al S&P500 (8% anual entre 1992 y 2020) o a las tierras agrícolas (11% anual en el mismo período). Algunos ejemplos concretos, como el Patek Philippe Nautilus 5711, muestran incrementos de hasta el 61 % tras su descatalogación en 2021. De nuevo, la exclusividad es el verdadero precio a pagar. Acceso limitado «Este es un mercado bastante lineal y estable, pero al que es muy complicado entrar», señala Ruiz. Es bien sabido que el lujo juega con la escasez para incentivar la demanda, tratando de colocar sus marcas como «difícilmente alcanzables» para el público general. La idea es siempre crear una imagen aspiracional. Del mismo modo, las marcas de relojes llevan a cabo esta estrategia, con listas de espera para acceder a determinados productos, que, en muchas ocasiones, finalmente ni siquiera se pueden comprar. «Aquí la clave es tener el contacto para conseguir el reloj que quieres y no es una tarea sencilla. No vas a la casa, pides el reloj y te lo venden. Tienes que pasar un filtro y conseguir entrar en una base de datos para que te pongan en lista de espera. No es solo un tema de capacidad económica, sino de contactos y reputación», expresa. Es algo similar a lo que ocurre con el Birkin de Hermès, ejemplifica Toni Ruiz: «Es el único bolso que cuando sale de la boutique su valor sube. ¿Por qué? Porque la demanda es tan elevada que los compradores están dispuestos a pagar más del valor original de la tienda. Hermès vela mucho porque su clientela tenga una imagen muy determinada y se mueva dentro de un circuito y un sector muy exclusivos». Todos estos paralelismos giran en torno a una tendencia que ha experimentado un importante auge en los últimos años: el ‘lujo silencioso’. Se trata de un tipo de lujo que no es tan visible a simple vista. De hecho, solo suele ser evidente –y accesible– para aquellos que lo conocen y están metidos dentro del mercado. Todos reconocemos un Rolex, es más que un reloj: implica un indicador social. Son relojes que se identifican con mucha facilidad y que muchas marcas más baratas han intentado reproducir. Sin embargo, en el mundo de la alta relojería hay piezas que son mucho más discretas, pero que tienen un valor mayor. Perfil inversor La alta relojería es un sector eminentemente masculino. Los inversores son personas con una alta capacidad económica –las grandes piezas parten de los 30.000 euros en adelante- y que cuentan con un amplio conocimiento previo en el sector. «Están metidos dentro de un circuito muy limitado, son conscientes de las novedades que van a lanzar las firmas y suelen asistir a las ferias internacionales donde se presentan novedades especiales que no están al alcance de cualquiera», añade el administrador de la Joyería Novecento. Es tanta la demanda que se ha generado en el mercado que realmente los interesados tienen que estar «muy enterados y formados» dentro del sector para saber qué piezas van a ser aquellas con las que van a obtener un retorno. La edad media de los compradores, aunque ha disminuido de 57 a 50 años entre 2019 y 2023, sigue siendo alta, con millennials y generación Z mostrando cada vez mayor interés, sobre todo, «por el valor emocional de estos bienes», según indica el analista Gustavo Martínez. ¿’Burbuja’ a la vista? Según un informe de XTB sobre el sector, el mercado ha sufrido una contracción que puede verse en la evolución de las exportaciones suizas de relojes de lujo –segmento más representativo–, con una caída del -2,7% con respecto a los 11 meses de 2023. La mayor caída proviene de China (-26,3%), Hong Kong (-19,7%) y Reino Unido (-2,1%). Es relevante señalar que la caída de ingresos se da por una bajada del volumen del 10% en los relojes de muñeca, mientras que el precio medio se ha expandido un 8,2%. Esta situación es muy representativa del sector del lujo, en general, donde, por norma general, se crece por aumento de precio y no por volumen. De hecho, según el informe, la caída de la demanda proviene principalmente del segmento más bajo. ¿Existe peligro de entrar en una ‘burbuja’ de la compraventa de relojes de lujo? Toni Ruiz lo pone en duda: «Si hablamos de una pieza muy específica y exclusiva difícilmente se depreciará. Puede ser que el precio se estabilice más o menos, pero no deja de ser una pieza única». El récord actual en subasta lo ostenta el Patek Philippe Grandmaster Chime 6300A-010, vendido por 31 millones de dólares en 2019. «Se trata de un caso excepcional: una pieza única creada para un evento benéfico», sostiene Gustavo Martínez. Este récord, junto con otros como el Rolex Daytona Paul Newman (17,8 millones de dólares en 2017), ha alimentado el debate sobre una posible burbuja. Entre 2021 y 2022, los precios en el mercado secundario alcanzaron niveles «insostenibles» de hasta tres veces el precio original, impulsados por «la especulación y la escasez ‘artificial'». La corrección actual sugiere que la ‘burbuja’ puede haber ‘pinchado’. El índice Subdial 50, que monitoriza el precio de los relojes de lujo en el mercado de segunda mano, ha detectado una caída del 35% desde el año 2022. «Expertos como Edahn Golan señalan que las limitaciones en materias primas y la menor demanda en mercados clave (Estados Unidos y China) han enfriado el frenesí», expresa el analista. Sin embargo, los precios siguen por encima de los originales en muchos casos –29.368 dólares de media en 2024–, lo que indica que «no es un colapso total, sino una normalización tras un período especulativo». Cabe destacar aquí, también, la estrecha vinculación en los últimos tiempos entre criptomonedas y relojes de alta gama. Y es que, a medida que bitcoin se aproximaba al umbral de los 100.000 dólares en el último trimestre de 2024, la ‘fiebre’ inversora subió con un aluvión de adquisiciones de relojes de lujo. Este patrón emergente de compra de bienes de alta gama es un claro indicador de la evolución cultural de los criptoinversores, que trasladan la riqueza ‘intangible’ de lo digital a valores más tradicionales. ¿Invertir en alta relojería? Todo depende del concepto que cada uno tenga con la compra, según indica el administrador de la Joyería Novecento. «No es lo mismo comprar una pieza para guardarla en la caja fuerte y venderla dentro de tres años que comprar un reloj para usarlo. Ese disfrute personal lógicamente va a conllevar un desgaste de la pieza», comenta. Y es que, precisamente, uno de los factores clave en su valor es el estado del reloj. Añade el analista Gustavo Martínez como principales riesgos de esta inversión la volatilidad, la falta de liquidez, los altos costes y las falsificaciones, amplificado por «fluctuaciones económicas como la desaceleración en China». Respecto a fraudes y falsificaciones en el mercado, Toni Ruiz aclara que la casa de compraventa tiene la responsabilidad de asegurarse tanto de que la pieza «no se ha robado como de que no es una falsificación». Además, los inversores pueden estar seguros, ya que la trazabilidad del reloj es bastante grande: «Este tipo de piezas llevan números de serie individuales, que contienen toda la información de donde se fabricó y se compró».