El grano de arroz que desestabilizó la balanza en Japón
El alimento que durante siglos definió a Japón se convierte hoy en símbolo de fragilidad económica, política y cultural en plena crisis de identidad nacional.
Dice un antiguo proverbio asiático que «un solo grano de arroz puede inclinar la balanza». Japón, un país donde el arroz no solo alimenta el cuerpo, sino también el alma, se enfrenta a una crisis sin precedentes con una balanza más que desequilibrada. Este alimento básico ha dejado de ser solo eso: un alimento. Hoy, es símbolo de incertidumbre. En los supermercados de Tokio los estantes vacíos, restaurantes con los menús reajustados y en los hogares, bolsas racionadas. Y, en el centro de todo, una pregunta: ¿cómo ha llegado Japón, orgulloso guardián de su arroz nacional, a depender de importaciones y reservas antiguas para alimentar a su población?
La ya conocida como ‘crisis del arroz’ ha dejado al descubierto fallos estructurales, tensiones económicas y cuestionables decisiones gubernamentales que han captado la atención mundial. Este reportaje desentraña sus causas, consecuencias y el giro fortuito de un alimento esencial que ha duplicado su precio en apenas un año.
Una cuestión de Estado
Los datos hablan por sí solos: el precio del arroz se ha incrementado en el país del sol naciente más de un 90 % en el último año, tanto en Tokio como en el resto del país. Solo en abril, el incremento interanual en la capital fue del 90,3 %, tras un 89,2 % en marzo, marcando cifras récord desde 1971, según datos del Ejecutivo japonés.
Este encarecimiento no es una simple cuestión de inflación. Es, como suele ser habitual en estos casos, la suma de varios factores: una fuerte demanda por el auge del turismo, compras compulsivas de la ciudadanía tras una alerta de megaterremoto emitida en 2024, malas cosechas por fenómenos climáticos extremos y especulación por parte de intermediarios.

En los supermercados, el precio medio de una bolsa de 5 kg alcanzó los 4.217 yenes (alrededor de 30 dólares) a mediados de abril. Y lo más preocupante: lleva subiendo durante 15 semanas consecutivas a cierre de esta edición.
Crisis de identidad
El arroz no es solo un producto básico en Japón. Es identidad, tradición y hasta orgullo regional. De hecho, muchas prefecturas –jurisdicciones territoriales en las que está dividido el país– compiten cada año por ofrecer el mejor grano de la nación. Se consume en el desayuno, el almuerzo y la cena. Pero, ahora, por primera vez en décadas, algunos hogares están reduciendo su consumo y muchos restaurantes –especialmente las cadenas de bajo coste– se han visto obligados a importar arroz extranjero; principalmente, de la vecina Corea del Sur.
El temor a perder la conexión con el arroz nacional preocupa a más de un político y a millones de ciudadanos de un país con más de 125 millones de habitantes.
La respuesta del gobierno
Frente al descontento popular y el aumento imparable de los precios, el Gobierno japonés tomó una decisión sin precedentes: liberar parte de sus reservas nacionales de arroz. Estas reservas, creadas en 1995 tras una crisis similar, almacenan unas 200.000 toneladas anuales para situaciones de emergencia. Desde marzo, se han liberado ya más de 300.000 toneladas, algunas procedentes de cosechas ya ‘lejanas’, como la del año 2020.
La medida se implementó a través de un nuevo sistema de contratos directos con grandes minoristas como Aeon, Don Quijote y Rakuten, permitiendo que estos vendan arroz al público a la mitad del precio de mercado.
El ministro de Agricultura, Shinjiro Koizumi –apodado ya como el ‘ministro del arroz’– anunció recientemente que, incluso, se distribuirán lotes más antiguos, a precios que rondan los 1.700 yenes (10,30 euros, aproximadamente), con tal de aumentar la oferta y romper la espiral especulativa.
El ‘ministro del arroz’
La intervención directa en el mercado ha estado marcada por un cambio político significativo: Koizumi asumió el cargo tras la dimisión de su predecesor, quien escandalizó al país al bromear diciendo que a él el arroz le salía gratis por los regalos de sus simpatizantes.
Todo ello, en un contexto en el que las elecciones generales están a la vuelta de la esquina. Una cita electoral clave para el Gobierno en minoría del actual primer ministro Shigeru Ishiba.
Koizumi ha adoptado una postura enérgica, prometiendo liberar «cantidades ilimitadas» de arroz si fuera necesario. En su primera gran comparecencia en el Parlamento, declaró: «Debemos transmitir al mercado el mensaje de que no descartamos ninguna opción», subrayando que su objetivo es frenar el abandono del arroz nacional y proteger al consumidor.
¿Peligra la calidad?
Medidas que no han sido bien recibidas del todo por parte de la ciudadanía. Algunos consumidores y hosteleros han manifestado preocupación por la antigüedad del arroz de las reservas, alegando que tras cinco años de almacenamiento, el grano pierde calidad y debería destinarse a la alimentación animal.
El Gobierno ha respondido asegurando controles de calidad y defendiendo que el arroz cumple con los estándares de consumo humano. Pero, las dudas persisten, sobre todo en una sociedad que valora profundamente la frescura y el sabor del arroz recién cosechado.
En opinión de Blanca Simón, profesora titular de Economía Aplicada en la Universidad de Zaragoza, estas medidas a corto plazo pueden estabilizar los precios mientras se diseñan soluciones a largo plazo. Sin embargo, «estas medidas no solucionan los problemas estructurales del sector agrícola. Por eso, es fundamental implementar reformas profundas que mejoren la productividad y sostenibilidad del campo japonés. Solo así se podrá garantizar una estabilidad duradera en el mercado del arroz».
La tormenta perfecta
La crisis del arroz no tiene una única causa. Es, más bien, el resultado de una tormenta perfecta: el calentamiento global y sus efectos en la agricultura, una economía pospandémica reconfigurada por el turismo, una estructura de mercado que favorece la especulación y una población que responde con miedo ante las alertas sísmicas como ocurrió en el verano de 2024, en el que se desataron las llamadas ‘compras del pánico’ que dejaron estantes vacíos en los supermercados.
Tal y como apunta Blanca Simón, los eventos climáticos extremos en los últimos años –como lluvias intensas, tifones y olas de calor prolongadas– «han reducido el rendimiento del arroz en regiones clave como Hokuriku y Tohoku. El arroz es especialmente sensible a las variaciones climáticas durante su fase de floración y maduración. Dado que la oferta de arroz es poco elástica en el corto plazo, incluso pequeñas caídas en la producción provocan fuertes aumentos de precio. Este factor explica entre un 30 % y 40 % del alza reciente en los precios del arroz y se espera que su impacto crezca con el avance del cambio climático».

Cabe destacar que, a pesar de tener una producción adecuada, se identificaron ‘cuellos de botella’ en la distribución del arroz. Algunos distribuidores y especuladores retuvieron el grano para venderlo a precios más altos, lo que redujo artificialmente la cantidad disponible en el mercado, contribuyendo al aumento de los precios.
Otro punto a tener en cuenta, destaca Simón, es el auge de la demanda de arroz japonés premium, tanto por parte de los turistas que visitan el país como por mercados internacionales (exportaciones a Estados Unidos, Asia y Europa). «Esta mayor demanda, sobre todo por variedades de alta calidad difíciles de sustituir, genera presión adicional sobre una oferta limitada. Se estima que este factor ha contribuido entre un 5 %-10 % al aumento del precio», explica la profesora.
¿Y ahora qué?
Durante un breve periodo a principios del mes de mayo, los precios parecieron estabilizarse, cayendo a 19 yenes por bolsa. Pero, pronto volvieron a subir, lo que llevó al Gobierno a intervenir con mayor contundencia. Los expertos coinciden en que los precios se mantendrán altos durante un tiempo, aunque probablemente no suban más de forma pronunciada. El desafío inmediato es doble: garantizar que el arroz nacional siga siendo accesible y preservar la confianza del consumidor japonés en su producto más emblemático.

No obstante, persiste otra pregunta de fondo: ¿es esta crisis solo un episodio pasajero o una señal de que el modelo agrícola y alimentario japonés necesita una transformación profunda?
La experta de la Universidad de Zaragoza lo expresa así: «A diferencia de crisis anteriores, no es un evento temporal, sino un problema persistente que presiona los precios al alza de manera sostenida. Además, el mercado del arroz japonés está más conectado con la economía global, lo que intensifica las fluctuaciones».
Simón insiste en que esta crisis «no es inédita», pero sí la más «compleja» y «duradera» en décadas. Para enfrentarla, «se requieren reformas profundas en políticas agrícolas, incentivos para modernizar la producción y estrategias para adaptarse al cambio climático».
Más allá del arroz
Para Simón, está claro que esta crisis refleja problemas «más grandes» como el envejecimiento y la despoblación rural. «La falta de relevo generacional y la migración a las ciudades dificultan la agricultura. Japón también es vulnerable a factores externos, como la caída del yen y el clima extremo», añade.
Esta no es solo la historia de un grano que se encareció. Es un reflejo de cómo un país puede verse sacudido cuando se desajusta la base de su alimentación. Japón mira hacia el futuro con una mezcla de orgullo, preocupación y urgencia. Porque cuando el arroz deja de ser accesible, no solo peligra una comida, peligra una cultura entera.
Sara MartíCoordinadora editorial. Graduada en Periodismo por la Universidad Jaume I, estoy especializada en contenido web y ediciones digitales por el Máster en Letras Digitales de la Universidad Complutense de Madrid. Mi experiencia en el mundo de la comunicación abarca desde el institucional hasta agencias y medios de comunicación. Al día de la actualidad empresarial y financiera en Economía 3 desde marzo de 2021.
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