En un contexto donde la profesionalización y la diferenciación son cada vez más fundamentales para el desarrollo económico y social, los colegios profesionales en nuestro país se erigen como guardianes de la ética, la calidad y la formación continua de sus miembros. Estos organismos, que agrupan a diversos sectores laborales, juegan un rol crucial en la regulación y supervisión del ejercicio profesional, asegurando estándares elevados que benefician tanto a los profesionales como a la sociedad en su conjunto.
Con la intención de conocer de primera mano el papel que ejercen los colegios profesionales en las empresas, su influencia en la sociedad o en qué estado se encuentra su relación con la Administración Pública, en Economía 3 hemos reunido en torno a una mesa de debate a algunos de los principales representantes de estas instituciones.
La mesa ha estado formada por los ponentes José Soriano Poves, en calidad de presidente de la Unión Profesional de Valencia (UPdV); Nieves Romero, decana Colegio Oficial Ingenieros Industriales de la Comunitat Valenciana (COIICV); Alfredo Hernández, vicedecano del Colegio de Economistas de Valencia (COEV); Pedro Rodríguez, decano del Colegio de Químicos de la Comunidad Valenciana (ICQCV) y Vicente Colomer, secretario del Muy Ilustre Colegio Oficial de Farmacéuticos de Valencia (MICOF). Sara Martí, coordinadora editorial de Economía 3, fue la encargada de moderar la mesa.
Todo ello en un encuentro que tuvo lugar, como viene siendo habitual, en el marco incomparable del Club Deportivo Empresarial Alcatí, en La Albufera de Valencia.
Un colegio profesional, ¿para qué?
Sara Martí arrancó el coloquio lanzando una pregunta a los invitados: ¿Por qué y para qué debería colegiarse un profesional? Aunque de apariencia sencilla, tras estas cuestiones se esconden las claves del trabajo de las instituciones en la mesa. Fue el representante de la UPdV, José Soriano, quien contestó apelando al carácter diferenciador de los colegios profesionales.
«Al margen de que en una determinada profesión sea obligado colegiarse para ejercer, ser miembro de una de estas instituciones continúa siendo un elemento diferenciador. Es precisamente esa función público-privada que tienen los colegios, dando una seguridad a la sociedad y también a los colegiados, la que nos da sentido. Somos el elemento diferenciador que puede aportar ese plus. ¿Qué aportamos? Excelencia y diferencia», afirmaba Soriano.
Coincidiendo con su colega, Pedro Rodríguez, decano del ICQCV, profundizaba en la incidencia en la sociedad que tienen estas organizaciones. Los colegios, aseguraba, deben enfocarse hacia la misión de «ser útiles a la sociedad, siéndolo para nuestros colegiados. Nos encontramos en un momento histórico en el que los corporativismos están mal vistos por la sociedad, pero esa noción negativa de lo gremial nos perjudica únicamente. Deberíamos centrar nuestro discurso en qué podemos hacer para mejorar la sociedad».
Cada profesión tiene unas particularidades y, por tanto, los colegios profesionales no pueden sino tener características propias entre sí. En el caso del MICOF, explica su secretario Vicente Colomer, colegiarse es obligatorio. «Tenemos sentido en el siglo XXI en tanto que defendemos la profesión frente al usuario, pero también a este último de la mala praxis de algunas personas. Nuestro trabajo es garantizar que las personas estén bien atendidas y, aunque es cierto que podemos dar una imagen de corporativismo, la realidad es que estamos más por el usuario que por el colegiado».
Además de perseguir los casos de mala praxis, los colegios tienen un importante papel también en la formación. Para todo ello, explica Nieves Romero, decana del COIICV, hace falta una red, que es lo que aportan los colegios. «Pese a que somos instituciones más o menos jóvenes, somos mucho más longevas que la mayoría de las empresas. Esto es así porque nos adaptamos y esa capacidad tiene que ponerse en valor. Yo, como profesional, ¿qué busco? Que mi colegio me ayude si me caigo. ¿Y como particular? La tranquilidad de que todo salga bien. Ese aporte de garantías es, a fin de cuentas, la labor que desempeñan los colegios, aunque el consumidor final pocas veces lo conozca».
Cerraba el turno de respuestas el vicedecano del COEV, Alfredo Hernández, recordando la importancia de que los profesionales tengan un lugar en el que compartir información. «La única forma de ampliar el conocimiento es compartiéndolo y para ello la mejor herramienta son nuestros colegios. El valor que aportamos a la sociedad es que no somos elementos aislados dándote algo, sino que ofrecemos un conocimiento común».
Intrusismo y desinformación, ¿las grandes amenazas?
Una de los grandes desafíos al que se enfrentan los colegios profesionales es el intrusismo. Sin embargo, la forma en que esta problemática incide en cada ámbito profesional es distinto. En el sector químico, explica el decano del ICQCV, el problema no es tanto ser suplantados, sino directamente no estar. «La población lo desconoce, pero en 2008 apareció el Reglamento europeo que regula las sustancias químicas. Esto se tradujo en la introducción de una ficha de seguridad que no firma nadie, lo que ha llevado a la desaparición de los químicos de las empresas y a una pérdida de seguridad para los ciudadanos».
En el caso del MICOF, explica Colomer, el primer intruso en el mundo de los medicamentos «es el vecino». A la prescripción sin control, continúa el secretario, se suma la irrupción de las nuevas tecnologías. «Los bulos son un problema con el que nos encontramos cotidianamente. En nuestro día a día tratamos de desmentir algunas cosas que nos llegan y conocemos. Trabajamos por que los consumidores tengan confianza con su farmacéutico de cabecera para consultar las dudas que tengan. Un problema con el que nos estamos encontrando es que la gente joven no pregunta y debemos conseguir que vuelvan a confiar en nosotros».
Profundizando en esta necesidad de información veraz, Alfredo Hernández apelaba al sentido crítico de los consumidores. «No podemos creérnoslo todo porque lo diga un youtuber. En un mundo en que tenemos todo tipo de información a nuestro alcance, a menudo actuamos de forma muy ignorante. Desde el lado de la empresa hacemos lo que podemos, pero hay que exigir también al otro lado».
Y es precisamente esa necesidad de información, la que ha llevado a los colegios profesionales a tratar de estar presentes en todas las plataformas de comunicación. Después de todo, explica Nieves Romero, «somos creadores de contenido verificado y de calidad. Las nuevas generaciones usan canales de comunicación diferentes en los que debemos estar para ser referentes y lograr una sociedad mejor. Observamos que muchas personas se informan pero no contrastan y debemos estar ahí para que lo hagan. Somos un referente para que la sociedad pueda tomar decisiones con criterio».
En esta línea, Pedro Rodríguez aseguró que «es básico que profesiones como los periodistas se colegien para combatir la desinformación en todos los ámbitos. La forma de visibilizarlo, para que la gente lo entienda, pasa por la figura del periodista, que es quien puede atacar directamente a la mentira».
El debate es amplio y espinoso al que José Soriano se añadía preguntándose de quién es la culpa. «Estamos teniendo un problema con la injerencia y la desinformación, pero, ¿tiene culpa el periodista? Depende del periodista. ¿Tiene culpa el abogado, el economista? Depende. Siempre habrá un vecino que crea saber de farmacia o de leyes. Debemos ser capaces de que reconducir a los clientes a los colegios para que puedan obtener una información veraz».
Atraer a las nuevas generaciones a los colegios profesionales
Si bien existe disparidad entre las problemáticas a las que se enfrenta cada colegio, también existen desafíos comunes. Cómo atraer a las nuevas generacionales hacia la colegiación es el mayor de ellos. El rechazo a un corporativismo mal entendido, la percepción de que no tienen utilidad… todo ello redunda en que la tasa de nuevos asociados disminuya año a año.
Para José Soriano, responder a este desafío no es cuestión de que entiendan la necesidad de colegiarse, sino de que no se vayan una vez lo ha hecho. «Hoy en día no somos todavía capaces de hacerles entender esa prioridad, no sabemos hacerlo por otros canales que no son ya los nuestros», concluye.
En el caso del COIICV, la decana reconocía que desde los colegios no han sabido identificar el canal adecuado, pero reafirmaba la voluntad de las instituciones «no tanto obligar, sino seducir. Es difícil atraer y fidelizar, cuando miras las bajas te das cuenta de que muchos piensan que pertenecer al colegio no les sirve para nada. En este sentido, en el COIICV estamos siendo muy pioneros para adaptarnos y volvernos a reinventar».
Alfredo Hernández aseguró que desde el COEV han probado muchas fórmulas para adaptarse a la necesidad de atraer público joven. «Nuestras cuotas son bajas, pero aún así hay mucha gente que se da de baja. Yo creo que es un problema de utilitarismo, aunque hasta cierto punto. Somos capaces de seducirlos, pero no se enamoran. Tenemos bolsa de trabajo que funciona estupendamente, pero una vez consiguen el trabajo se va».
Y continúa: «Nuestra conclusión es que se ha perdido el sentido gremial. Las nuevas generaciones tienen una mayor necesidad de ver lo que te aporta esta institución, aparte del sentimiento de pertenencia, que es intangible, quieren algo más concreto. El que se queden es más complicado, tienes que traer jóvenes y organizar eventos solo para ellos. Deben percibir algo tangible para lo que sea esencial el colegio. Ya llegarán».
¿Qué le piden a la Administración Pública?
En una de las últimas rondas de preguntas, la moderadora Sara Martí inquirió a los ponentes sobre aquello que reclaman de la Administración Pública. Los representantes se mostraron de acuerdo en que la principal necesidad que tienen es la de establecer un canal para la interlocución.
«Necesitamos que nos escuche, que nos atienda y nos comprenda… Pero la realidad es que no existe una comunicación entre colegios y Administración. Lo primero que tendrían que hacer es recibirnos para poder plantear las problemáticas que nos afectan, desde el intrusismo hasta el IVA. Tienen que saber a qué nos dedicamos, qué hacemos, cuál es nuestra función como servicio público. Al final del día, somos nosotros quienes estamos en la calle y damos forma al auxilio del consumidor ciudadano. Si no hay interacción entre Administración y colegios, nos quedamos a mitad», reclamaba José Soriano.
Alfredo Hernández se sumaba a la petición asegurando que «la administración debería darse cuenta de que los profesionales somos el interlocutor ideal. Cuando legislan, lo hacen como si fuese directamente sobre el ciudadano, pero se olvidan del trabajador profesional, perjudicando a todos. Han convertido al profesional en una especie de parafuncionario pero por su propia cuenta y riesgo. Es mucha carga de trabajo y el lenguaje administrativo, además, se ha complicado».
Precisamente por eso, se agregó Pedro Rodríguez, es tan importante «hacer llegar el mensaje a la Administración, pero para ello debemos conocer los caminos pertinentes que no están al alcance habitual. Debería estar en conocimiento de todos para saber los caminos para presentar nuestras peticiones».