Sábado, 23 de Noviembre de 2024
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Frédéric Mertens, Universidad Europea: "Con las medidas proteccionistas Europa se ha disparado en el pie, pero lo hace buscando el mal menor"

Son cada vez más los frentes y las incógnitas que se acumulan ante el futuro de la Unión Europea (UE) y su política internacional. Al impacto de la pandemia de Covid-19 y la guerra de Ucrania -que ha absorbido entre 2022 y 2024 más de 11.000 millones de euros en el marco del apoyo militar a Kiev-, se suman ahora el creciente conflicto en Oriente Medio y la guerra comercial con China a cuenta de las exportaciones del vehículo eléctrico.

Lo que la segunda mitad de 2024 depare para la UE será cuestión de votos. Con las elecciones legislativas francesas a la vuelta de la esquina -fundamentales para definir el camino que en materia internacional seguirá la Unión a corto plazo-, y las estadounidenses en noviembre; occidente se acerca a un cruce de caminos que determinará el futuro de más de 741 millones de europeos.

F. Mertens, Univ. Europea: «Europa se dispara en el pie, pero es el mal menor»

Acerca de cómo estamos y cómo podemos estar, hablamos con el experto en geopolítica Frédéric Mertens, profesor y director del Departamento jurídico en la Universidad Europea de Valencia.

Dividir para vencer

-Nos encontramos en un momento complicado para la UE. Las tensiones aumentan entre los países europeos a cuenta de la guerra de Ucrania y el conflicto en Extremo Oriente. A esta situación se suma el giro proteccionista de la Comisión Europea con respecto a la importación de coches eléctricos chinos, que incomoda a países europeos importantes como Alemania. Por si fuese poco, las elecciones francesas están a la vuelta de la esquina y podrían cambiarlo todo. ¿En qué punto se encuentra la Unión?

Son momentos complicados. La Comisión se encuentra en la actualidad paralizada debido al impacto del resultado de las elecciones europeas, que ha hecho que las instituciones vayan todavía un poco al ralentí.

En medio de este impase, la decisión de aplicar aranceles a la exportación de vehículos eléctricos chinos ha sido un movimiento arriesgado debido al giro proteccionista que supone. El Gobierno chino está aumentando la presión para ver cómo respiran los gobiernos euro­peos, ya que son conscientes de que este asunto tiene capacidad para dividir a los Estados miembros, puesto que economías como la alemana compar­ten intereses con China y se oponen a las medidas proteccionistas.

Por contra, otras industrias automovilísticas europeas, apoyadas por sus respectivos ejecu­tivos, ven en la llegada de los ve­hículos chinos una amenaza a sus in­dustrias y buscan protegerlas. Este es el caso de Francia, pero también de España. Los chi­nos están tomando la temperatura a la unidad europea, utilizando para ello la vieja táctica de dividir para vencer.

Ser más que un mercado

-¿Quiere esto decir que perciben importantes grietas en la estrategia europea?

Efectivamente. Más allá de los aspectos económicos, el Partido Comunista de China (PCCh) está tomándonos el pulso porque no ven a la Unión Europea como un actor geopolítico unido y fuerte, sino como un gran mercado. Lo mismo pasa con los Estados Unidos, que comparte en este sentido una posición similar a los chinos.

El problema es que los europeos nos hemos dado cuenta, quizá demasiado tarde, de que limitarnos a ser un mercado económico no es bueno para nosotros. Esta situación se remonta a 1992, cuando la implementación del Tratado de Maastritch amplió las competencias de la UE en materia de Política Exterior y de Seguridad Común (PESC). A partir de ese momento Europa aspiró a ser más que un mercado.

Aquello supuso también un punto de inflexión en nuestras relaciones con las principales potencias, que buscaban ser de igual a igual. En el caso de Estados Unidos, adquirimos una voz propia que incomodaba al hegemón, ya que a sus ojos nos convertirnos en su Pepito Grillo, mostrándonos en muchos casos opuestos a sus políticas. Ese fue el caso en aspectos como las modificaciones genéticas, el dumping social y otros casos en los que la posición europea ha acabado por enfadar a los estadounidenses.

Pese a ser nuestro gran aliado, las políticas europeas difieren de las norteamericanas en aspectos económicos, medioambientales, geopolíticos o de defensa. Nadie quiere que Europa tenga una voz única y consolidada que vaya más allá que la voz del mercado.

Habrá que esperar a ver el resultado de las elecciones legislativas francesas, que será determinante para el futuro de Europa.

Francia marcará el camino

-Francia es uno de los países que ha reivindicado una posición más combativa a la hora de buscar para Europa un mayor protagonismo en el panorama geopolítico, principalmente de la mano de Emmanuel Macron. ¿En qué se pueden traducir para la UE el resultado de estas elecciones?

Pueden suceder dos cosas: una victoria de la derecha francesa, cuya postura soberanista podría cambiar la posición europeísta que el actual Gobierno francés ha venido liderando. Por otra parte, la victoria de un frente de izquierdas unido puede tensar la relación entre la política nacional e internacional francesas. Paradójicamente, este segundo escenario tendría un impacto menos negativo en la política europea. En ninguno de los dos casos las perspectivas son halagüeñas para la unidad de la Unión.

Sin embargo, existen casos como Alemania, España o Polonia, con gobiernos de derecha moderada o socialdemócratas, que están lejos de los extremos y que podrían limitar los daños en la política europea de un eventual giro nacionalista francés.

¿El fin del europeísmo?

-En ninguno de los dos casos parece que haya perspectivas muy halagüeñas para las políticas europeas.

No, nos esperan tiempos muy complicados. Pese a que los conservadores han ganado las elecciones europeas y ocuparán muchos puestos clave, vamos a asistir a una cierta contracción de las políticas europeas. Esto se debe a que a nivel interno hay una contracción en los Estados miembros en favor de lo nacional, por encima del sentimiento europeo.

Hubo un tiempo en que los productos europeos lucían orgullosos el «Made in EU», pero en la actualidad se está recuperando un enfoque más nacional.

-¿Qué tienen que ver en ese giro soberanista las políticas económicas que se han implementado estos años a raíz de la guerra de Ucrania?

Han tenido un gran impacto, pero debemos observarlo desde un punto de vista macro. En los medios de comunicación o en las universidades, lo que buscamos es facilitar que se entiendan los problemas y eso a veces nos puede llevar a individualizar demasiado una situación compleja, pero en geopolítica está todo conectado.

Debemos tomar distancia para darnos cuenta de que todo está vinculado. Un concepto muy útil a la hora de entender el momento que vivimos se acuñó en los informes del Foro de Davos de 2023: la policrisis. Este término hace referencia a un mundo fracturado y explica cómo el conjunto de crisis -económicas, medioambientales o geopolíticas- están tan conectadas que forman una crisis especial.

Estas afirmaciones venían respaldadas con datos y gráficos que permitían ver fácilmente cómo estas crisis confluyen. De esa forma es más fácil ver las relaciones que hay entre, por ejemplo, el precio de la energía y la guerra de Ucrania. En todos los ámbitos, los problemas están conectados. Lo mismo ocurre con los aranceles comerciales europeos y la consecuente respuesta china.

Buscar la lógica, aunque cueste

-Los últimos años nos hemos acostumbrado a situaciones que parecían excepcionales, como el aumento de costes energéticos y de materias primas a raíz de la guerra de Ucrania. De forma similar, en gran parte aceptamos los esfuerzos que se están haciendo por descarbonizar la economía. Sin embargo, en muchos aspectos existen dudas sobre qué motiva las decisiones que se están tomando. ¿Son esas dudas las que acaban por romper la unidad de acción europea?

Es cierto que todas esas contradicciones son las que acaban por romper el muro de la unidad europea. Sin embargo, a la hora de hacer un análisis de un momento tan complejo muchas veces necesitamos la perspectiva que da el tiempo. Debemos ser conscientes de que se nos pueden estar escapando muchas cosas que están sucediendo mientras hablamos y que impactan en la situación.

Debemos tratar de explicar por qué hemos ido en esta dirección cuando podríamos haber ido en otra, y hacerlo sabiendo que pueden haber razones globales que desconocemos.

¿Por qué no importamos los coches eléctricos chinos a Europa? En este caso es cuestión del peligro que el sector eléctrico chino supone para el europeo en términos tecnológicos y de mercado. Precisamente ese sector, el de la energía, va a ser un sector muy sensible durante los últimos años y que los europeos buscamos proteger.

Con las medidas proteccionistas, económicamente nos estamos pegando un tiro en el pie, pero a veces hay una lógica detrás y se hace buscando el mal menor. Sin embargo, puede costar encontrar esa lógica.

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