Otro de los temas propuestos por David Gandía, fue la innovación en su sentido más amplio -producto, tecnología, marketing…- como palanca para encontrar el posicionamiento deseado. En opinión del consejero delegado de Grespania, “en los últimos años y, desde el punto de vista de producto, se ha renunciado a la innovación y la inversión se ha destinado a economizar el producto, ya que la principal preocupación era cómo fabricar más y más barato”.
Por el contrario, José Luis Lanuza puso en duda que los fabricantes de cerámica constituyan un sector innovador en la concepción tradicional de este término. Ya que “la innovación desde el punto de vista tecnológico y de producto está en manos de las esmalteras y de las máquinas de inyección. Se llevan a cabo procesos de desarrollo pero no se hacen creaciones radicalmente distintas y acertamos más o menos con los gustos de nuestros mercados”.
Para Lanuza, la innovación “tiene que venir por lo que hacemos dentro de la empresa: si somos mejores que otros analizando el mercado, asegurando que el proceso de lanzamiento de producto tiene un porcentaje de éxito determinado frente a la competencia o exprimiendo a nuestras plantas. No tenemos capacidad para invertir en tecnologías punta”.
En contraposición, Cabrera sostuvo que el sector ha innovado y sigue innovando. “La innovación consiste en ir haciendo mejoras y modificaciones, para obtener más margen. El problema es que hemos conseguido ser más eficientes y este ahorro se lo hemos aplicado al mercado y no hemos aprovechado esta circunstancia”.
En cuanto a la innovación relacionada con sacar al mercado un producto nuevo, “el problema reside en venderlo –incidió Cabrera–. Contamos con un sistema de apoyo a la innovación pero no para la postinnovación. Nos hace falta circulante y financiación para conseguir que ese mercado compre el producto. Por tanto, se puede dar el riesgo de que las empresas innoven menos y se dediquen a copiar a otros”.
Para Lino Díaz, “la innovación es la generación de nuevos productos, servicios o procesos pero con el condicionante de que el mercado los tiene que aceptar, ya que si no es así, esta no existe”.
En el campo del producto, Díaz coincidió con Lanuza en que la innovación depende de los fabricantes de maquinaria o de los esmalteros. A pesar de todo, -remarcó- “tenemos muchos otros apartados dentro de la empresa –servicios, procesos, marketing, gestión, etc.- en los que podemos innovar y es ahí donde tenemos que focalizar nuestros esfuerzos que es lo que realmente depende de nosotros”.
El director general de Venus Cerámica también fue de la opinión que el concepto de I+D+i no existe en el sector. “Intentamos mejorar y optimizar determinados apartados internos”. Sin embargo, ratificó la importancia de diferenciarse a través del desarrollo de producto y diseño, “a pesar de que el coste a nivel interno es muy alto”. En este sentido, hizo hincapié en que “para poder competir con otros países que fabrican más barato es necesario aportar un valor añadido a ese producto que queremos vender y que vendría dado por la calidad de fabricación y del producto sin olvidarnos del diseño”.
Al igual que otros de los participantes en el debate, David Gobert también se cuestionó “si ha existido la I+D sectorial como tal”. El representante del ITC explicó que en los últimos cuatro años ha bajado en torno a un 40 % el volumen económico generado por proyectos relacionados con la innovación y gestionados por el ITC, un 70 % de esta cifra procedía de los proyectos subvencionados por Impiva (actual Ivace). “Al haber desaparecido gran parte del volumen de financiación, las empresas han disminuido su apuesta por la I+D”.
Para Gobert, la generalidad del sector tiene una óptica de fabricación y comercialización, “con lo cual, hay una falta de foco. Por ello, es necesario darle a las actividades de innovación un contexto de marketing para ser reconocidas en el mercado como un valor diferencial asociado a la empresa, no como un producto más dentro de un catálogo, y así poder rentabilizar el esfuerzo innovador”.