Cuando un título ya no es suficiente: ¿cómo es el candidato perfecto?

No, una carrera universitaria ya no lo es todo para tener una trayectoria profesional exitosa, ni tampoco lo es un máster de una escuela prestigiosa. Desde hace años, el mercado laboral está cambiando y la «titulitis» que hemos padecido durante décadas en España está empezando a desaparecer.

Solo hace falta mirar lo que los candidatos incluyen en sus currículums. Zeta, plataforma online para crear CVs, analizó 50.000 currículums de su base de datos y comparó los redactados en 2018 con los de 2023. Los resultados mostraron que los aspirantes han cambiado el enfoque en solo cinco años: antes destacaban más las habilidades técnicas, pero ahora dan más importancia a las habilidades blandas.

Y justamente en esa dirección apuntan muchos expertos. Si bien contar con formación técnica y académica sigue siendo fundamental —especialmente en ciertos campos, como la medicina o la ingeniería—, lo que realmente está marcando la diferencia son las power skills (antes conocidas como soft skills). Además, en los procesos de selección están adquiriendo cada vez más relevancia aspectos como la marca personal y la experiencia práctica aplicable al día a día del puesto de trabajo.

¿De qué sirve un título si no sabes trabajar en equipo?

El título académico sigue siendo un pilar importante, pero ¿es suficiente? La directora regional sur de Randstad, Ana Hervás, destaca que la formación académica sienta la base, pero las habilidades prácticas marcan la diferencia. Hoy se valora especialmente «la capacidad de aplicar el conocimiento, resolver problemas reales y generar resultados tangibles». Según ella, lo ideal es lograr un equilibrio «donde la teoría se complementa con la experiencia y la destreza».

Mimi Oliván, coach especializada en temas laborales con más de 140.000 seguidores en Instagram, coincide en que lo ideal es que los candidatos cuenten con un «mix» de ambas cosas: habilidades blandas y técnicas. De esta forma, la experta percibe una evolución en las exigencias del mercado: «Cada vez vemos más ofertas de empleo que no requieren una carrera como tal, mientras antes sí que era obligatorio. Por suerte, lo que se pide ahora es experiencia».

Lo que explica este cambio de tendencia –en el que la formación técnica pierde cierto protagonismo en favor de habilidades más blandas, como la inteligencia emocional– es, precisamente, el entorno cambiante en el que vivimos. La transformación digital acelera todos los procesos y obliga a contar con empleados que tengan iniciativa, capacidad de reacción y pensamiento crítico.

Por eso, las empresas ya no se fijan únicamente en si el candidato posee los conocimientos técnicos, sino en si cuenta con habilidades prácticas para desempeñar su trabajo. Y, más allá de eso, se fijan en que exista una afinidad entre los valores del empleado y los de la organización. Es lo que la directora del Grado en Recursos Humanos y Relaciones Laborales de la VIU, Andrea Hernández, denomina «fit cultural»: «Es hacer un buen match entre los valores de la empresa y los de los candidatos. No se trata solo saber técnicamente las cosas, sino saber cómo las hace la empresa y que congenien bien. Ya no es solo que el talento venga a la empresa, sino que después se quiera quedar».

¿Merece la pena un máster?

Durante años, el máster ha sido casi una prolongación natural de la carrera universitaria en España. En muchos sectores, no tener uno parecía una clara desventaja. Pero el guion está cambiando. Ahora que las habilidades blandas y la experiencia práctica cobran protagonismo, ¿sigue teniendo sentido apostar por un máster?

Para Ana Hervás, la respuesta es que sí, siempre que sirva para profundizar en áreas concretas y cubrir necesidades reales del mercado. Por ejemplo, la alta especialización en campos como la inteligencia artificial o la ciberseguridad lo justifica.

En el otro extremo, Mimi Oliván invita a repensar la «titulitis» que está instalada en España. En su lugar, defiende un enfoque más funcional y conectado con el mercado, como formación práctica, bootcamps, proyectos propios y voluntariado.

El máster sigue siendo útil en determinados sectores, pero ya no es el camino único ni necesariamente el más eficaz. En un mercado que valora lo tangible, muchas veces es más rentable construir algo propio que añadir una línea más al currículum.

El auge de la FP

Durante años, la Formación Profesional (FP) arrastró la etiqueta injusta de «plan B» para quienes no entraban en la universidad. Pero eso está cambiando. En sectores técnicos en auge –logística, sanidad, informática– las empresas buscan perfiles con formación específica y, sobre todo, práctica. Y ahí la FP tiene mucho que aportar.

«La FP, durante muchos años, ha tenido mala fama, como si fueran estudios menores. Lo cierto es que es una formación cada vez más consolidada, muy práctica y vinculada con el mundo laboral. Es una vía absolutamente adecuada para incorporarte al mercado de trabajo», afirma Andrea Hernández.

Un ejemplo de esta transformación es la FP Dual, que combina teoría con prácticas remuneradas en empresas, y que ya se posiciona como una de las vías más directas al empleo.

No se trata de comparar o enfrentar modelos: ni la FP es mejor que la universidad, ni al revés. Pero la tendencia sí deja claro que el mercado busca preparación concreta, competencias aplicables al día a día y experiencia real. Y eso es justo lo que algunos grados universitarios aún no logran ofrecer.

En ocasiones, tu historia vale más que un CV

Más allá de contar estudios y experiencia, ahora también tienes que contar tu trayectoria profesional como si fueras el protagonista de una película. ¿Quién eres más allá del currículum? ¿Qué te mueve? ¿Por qué deberían contratarte? La marca personal se ha convertido en la nueva regla no escrita del mercado laboral. Un perfil sin relato es un perfil que no engancha en determinados sectores. Y las redes, especialmente LinkedIn, son hoy el escaparate donde esa historia cobra forma.

Mimi Oliván opina que es fundamental «hacer que la marca personal trabaje a nuestro favor», ya que «nadie va a venir a buscarte a no ser que seas el mejor en algo». «LinkedIn es solo una pata, podemos trabajar nuestra marca de muchas maneras, aunque esta es la vía fácil y donde se puede empezar», resalta. De hecho, solo el 1% de personas con perfil en LinkedIn son creadores de contenido, lo que hace muy fácil posicionarse en esta plataforma, menos saturada que otras.

Las empresas buscan talento flexible, comprometido y alineado con su cultura. Por supuesto, importa tanto qué has estudiado, pero también qué sabes hacer y cómo te relacionas con los demás. La clave está en el equilibrio: formación técnica, sí; pero también habilidades blandas, actitud y una marca personal que hable por ti.

«Se priorizan las capacidades que las máquinas no pueden replicar fácilmente», señala Ana Hervás. Algunas de estas son la creatividad, la empatía o la inteligencia emocional, habilidades que solo están en los humanos. Además, la capacidad para colaborar con la tecnología y utilizarla como una herramienta para potenciar el trabajo humano es «un activo inestimable» en la actualidad.

Hoy el talento no se mide solo en títulos ni en años de experiencia. Se mide también en actitud, en adaptabilidad y en la capacidad de contar quién eres. Quizá el problema no solo es la «titulitis», sino que seguimos enseñando como si el mundo no hubiera cambiado.