Con el inicio del mes de septiembre finalizan para muchos las vacaciones estivales y comienza un periodo de inicio de proyectos, retos y fijación de objetivos. El inicio de una dieta, una rutina de ejercicio físico, continuar con la formación, conseguir un mayor desarrollo profesional o comenzar a ahorrar sistemáticamente… suelen ser metas que nos fijamos durante el periodo de reflexión del verano y que estamos decididos a cumplir con el inicio del curso académico.
Sin embargo, este ejercicio de crecimiento personal y profesional tan sano y necesario corre el riesgo de difuminarse entre la rutina y la velocidad cotidiana que comienza de nuevo. La motivación al iniciar una empresa es sin duda fundamental, pero la variable determinante para el progreso constante es la disciplina y la constancia.
Hablamos con Klaus Ulrich, docente del Máster en Dirección Financiera y director académico del Grado en Administración y Dirección de Empresas del ESIC Business & Marketing School, acerca de cómo trabajar para visualizar los objetivos que nos hemos puesto en los momentos de energía baja. Trataremos también el estrés y cómo la vorágine diaria en nuestros puestos de trabajo puede afectar a nuestros objetivos.
Con motivo de la actualidad financiera, el próximo 25 de septiembre tendrá lugar el «Valencia Investment Meeting 2024» de ESIC. Durante la jornada gratuita, se abordarán los retos en materia de educación financiera, los desafíos del sector bancario en el actual contexto de tipos de interés, así como, la presentación de proyectos empresariales innovadores con sede en la Comunidad Valenciana que están teniendo un impacto positivo en la industria financiera valenciana.
Convertir lo puntual en rutinario
Todo el mundo entiende que un par de semanas de compromiso con una dieta sana y equilibrada, así como ejercicio diario, no se materializan inmediatamente en un cuerpo musculoso, o que un rendimiento profesional intenso tan solo durante el mes de septiembre no va a valer por sí mismo el ascenso laboral que estás buscando.
Esta misma lógica, explica Ulrich, debe aplicarse a la construcción del hábito de ahorro sistemático. «Realizar un par de grandes aportaciones a la cuenta corriente durante el año no va a ser suficiente para mejorar la salud financiera familiar. El hábito del ahorro no solo debe ser eso mismo, un acto rutinario que debe repetirse mes a mes, si no que tiene que venir acompañado de una serie de compromisos personales que traten de garantizar su cumplimiento en el tiempo».
De lo contrario, continúa, ese esfuerzo puntual «se perderá entre los impulsos consumistas de las fechas señaladas, los fines de semana o los periodos vacacionales». Por lo tanto, ¿qué nos puede ayudar a edificar este hábito sobre unos cimientos sólidos?
Unos cimientos sólidos para nuestros objetivos
En primer lugar, debemos considerar el dinero como un medio, no como un fin. Fijarse una cantidad de ahorro deseada al finalizar el año no suele ser por sí mismo un elemento motivador a largo plazo. Cumplir objetivos a corto, medio y largo plazo, gracias a ese dinero acumulado, sí que sirve como elemento impulsor en momentos de flaqueza.
Es por ello que, de este objetivo generalista -ahorrar sistemáticamente- deben derivarse otros con periodos temporales de cumplimento acotados y concretos. En este proceso, explica Ulrich, corremos el riesgo de obviar algún periodo temporal y centrarnos mayoritariamente en objetivos a corto plazo (el viaje de las próximas vacaciones a algún lejano destino del sudeste asiático), o en objetivos a muy largo plazo (la compra de la vivienda de nuestros sueños, garantizar las rentas de nuestra jubilación…). Establecer una balanza equilibrada y realista de objetivos es clave para construir el hábito del ahorro.
Por otra parte, el ahorro por definición es la cantidad monetaria resultante de la diferencia entre nuestros ingresos y nuestros gastos. Tenemos dos maneras de entender el ahorro, lo que nos queda después de haber pagado todos nuestros gastos, o la cantidad de dinero que hemos reservado desde el momento del cobro de nuestras rentas y en base a la cual fijamos posteriormente nuestros gastos.
El pre-ahorro, un gran aliado
El conocido como pre-ahorro es uno de nuestros mejores aliados para nuestra misión. Consiste en fijar la cantidad de dinero que queremos ahorrar, y no contar con ella para nuestros gastos corrientes mensuales, es decir, priorizar el ahorro frente al gasto, acomodar y ajustar nuestro nivel de vida a la cantidad que nos hemos propuesto ahorrar, y no tratar de llegar a esta cifra a posteriori, a final de mes. Lo mejor para ello es realizar una transferencia a una cuenta bancaria independiente, reservada solo a operaciones de ahorro e inversión.
«Ahorro e inversión deberían ser un binomio inseparable; con el hábito del ahorro comenzamos a construir nuestro patrimonio, y por tanto se hace necesario gestionarlo de la mejor manera posible, de acuerdo con nuestros objetivos, preferencias y perfil de riesgo. El dinero no solo es una herramienta, sino también una manera de valorar nuestro tiempo y el riesgo asumido en nuestras decisiones», explica el docente del ESIC.
Y continúa: «El salario es la cantidad de dinero que recibimos por alquilar nuestra fuerza laboral a la empresa, desarrollar nuestro trabajo en un periodo de tiempo determinado y generar un valor económico y social. Los beneficios obtenidos en nuestros proyectos empresariales o nuestras inversiones son también una cuantificación monetaria del valor generado por la prestación de servicios demandados por la sociedad que los consume».
No invertir patrimonio, una receta para perder valor
Tener un patrimonio sin invertir equivale a la pérdida progresiva de su valor, fruto de la pérdida de valor de la moneda y por tanto del incremento sostenido de los precios en la economía. Es decir, la devaluación de nuestro patrimonio es también la devaluación del tiempo y riesgo dedicados a su consecución. Entendiendo el tiempo como un bien cada vez más valioso, puesto que cada minuto que transcurre es un recurso más escaso, resulta prioritario darle el valor que merece.
Poner a trabajar el ahorro en alguna de las miles de herramientas que hoy en día tenemos a nuestra disposición en función del riesgo que queramos asumir es una tarea fundamental, no solo para conseguir nuestros objetivos, sino también para darle el valor que se merece al trabajo, sacrificio y riesgo que dedicamos a diario.
Este último punto es sin duda una de las más potentes fuerzas a largo plazo para continuar con el hábito del ahorro que muchos están dispuestos a iniciar este septiembre, poner nuestro dinero a trabajar y que poco a poco vaya haciendo crecer nuestro patrimonio, acercándonos cada vez más y de una manera más rápida a nuestros objetivos vitales.
La educación financiera es prioritaria para asimilar y entender el valor del ahorro, con este inicio de septiembre, comprometerse a formarse en esta materia es sin duda uno de los propósitos más útiles y necesarios para lograr nuestras metas.