Dos de cada tres empleados que trabajan en el sector privado en España lo hacen en empresas familiares, las mayores generadoras de empleo en nuestro país y, de lo que no cabe duda, es que en este tipo de organizaciones se respira un aire distinto.
Empresas que, en su mayoría, han nacido gracias al esfuerzo y sacrificio de generaciones anteriores, que han trabajado sin descanso y que también empezaron en un ‘garaje’ o como startup. Lo que ocurre es que en otros países han utilizado mucho más el marketing que aquí.
Por eso, hoy quiero poner en valor el inmenso tejido empresarial que forman las empresas familiares en España y la importancia de su contribución, tanto a la creación de empleo, como he citado al empezar, como a la generación de riqueza, pues no en vano su peso en la actividad económica equivale al 57% del PIB del sector privado.
Y también es necesario poner el acento en algunas de sus reivindicaciones en materia impositiva. Concretamente, en lo que a los impuestos de patrimonio y sucesiones se refiere, si hay desigualdades entre comunidades autónomas, por poner un ejemplo, afecta a la competitividad de las empresas y lo mismo podríamos decir de otras cuestiones como los tan esperados Next Generation o la aburrida y tediosa burocracia regulatoria que provoca la paralización de la actividad de determinadas industrias.
Que el empresario esté al pie del cañón es, sin duda, un componente diferencial que hace que todo el equipo se impregne de la filosofía de la compañía, quizás esto explique que las empresas familiares inviertan un 66% más en innovación que las no familiares en España, tal y como refleja un estudio de EY.
Y a lo ya de por sí complejo de la gestión empresarial, en el caso de la empresa familiar además de maximizar la riqueza financiera, – en términos de crecimiento, eficiencia y rentabilidad- deben impulsar la riqueza socioemocional – garantizar una continuidad, reputación y bienestar familiar-, de ahí que las empresas familiares busquen cada vez más profesionalizar sus compañías, tanto con directivos externos como con protocolos que definan las reglas de juego con el fin de garantizar una continuidad y una sucesión ordenada.
De modo que si las empresas familiares, con su visión estratégica y de continuidad a largo plazo, ofrecen una garantía de crecimiento y estabilidad a nuestro país, contribuyen de forma indudable al Estado del bienestar -el 43% de la recaudación total de la Seguridad Social y el 60% de la recaudación del impuesto de sociedades corresponden a empresas familiares-, crean y mantienen el empleo, apuestan por la sostenibilidad y están comprometidas con la sociedad y el territorio, debemos entender que sus peticiones han de ser escuchadas y tenidas en cuenta, porque son un socio fundamental para España y para cada uno de los territorios locales en los que operan.
Donde hay una empresa hay alegría, solo hay que observar la España vaciada. Qué maravilloso sería que en cada zona hubiera una empresa familiar. Habría más riqueza, empleo, actividad y futuro. Apoyemos a las empresas y no les pongamos trabas ni cargas impositivas desincentivadoras porque son el seguro de supervivencia de toda la sociedad.