Cristóbal Aguado: “Sin rentabilidad es difícil emprender la modernización”
La Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-Asaja) es una organización reivindicativa de carácter empresarial. Su objetivo es defender los intereses de los agricultores y ganaderos de la Comunitat Valenciana. En la actualidad, cuenta con alrededor de 20.000 asociados.
En esta entrevista, hablamos con su actual presidente, Cristóbal Aguado.
Hace treinta años…
Hace treinta años, momento en que nació la revista Economía 3, en su edición de febrero de 1992, el presidente de AVA-Asaja en aquel momento, Vicente Hernández, reivindicaba la falta de asociacionismo en el campo valenciano. ¿Esta cuestión sigue siendo un problema actualmente? Él hablaba de 14.000 asociados. ¿Cómo ha variado esta cifra a lo largo de los años?
La insuficiencia del asociacionismo agrario valenciano sigue siendo una constante. A diferencia de lo que ocurre en otros países europeos como Francia. AVA-Asaja cuenta con cerca de 20.000 familias asociadas. Pero, el asociacionismo agrario no ha podido crecer más porque, lamentablemente, la agricultura no figura en la agenda política.
Los políticos se llenan la boca proclamando el papel esencial que desempeñan los agricultores, pero luego no aplican medidas para garantizar una remuneración digna y una vertebración del sector. Esa falta de acción política en defensa del campo ha agravado la crisis de rentabilidad, el envejecimiento de la población agraria, la falta de relevo generacional y la superficie sin cultivar, que ya supera las 160.000 hectáreas.
«Las cosas han cambiado mucho para mejor»
En aquellos momentos, en la estructura de la asociación trabajaban nueve personas por contrato. Él calificaba el servicio que prestaba a sus asociados como “muy bueno”. ¿Cuál es la estructura actual? ¿Cuántos trabajadores tiene en plantilla? ¿Y cuántos ya han cumplido los treinta años trabajando para la asociación?
AVA-Asaja y sus entidades asociadas cuentan con más de 50 empleados que trabajan a diario en la sede central de València. Así como, en la Finca Sinyent, un centro de experimentación agraria y de transferencia tecnológica que desarrollamos en Polinyà del Xúquer. Ya tenemos varios trabajadores que se han jubilado y buena parte de la plantilla actual lleva varias décadas en su puesto, lo que aporta estabilidad y experiencia en la materia.
En 1992, la sede estaba en la calle Músico Peydró y solo constaba de unos pocos despachos cedidos por la CEV. Las cosas han cambiado mucho y para mejor, pudiendo atender todas las necesidades profesionales que requiere la actividad agraria, sin olvidar nunca que la principal misión de AVA-Asaja es la reivindicación de los intereses de los agricultores y ganaderos valencianos.
«Sumar fuerzas para dotar al sector agrario de un proyecto autonómico»
Otro de los temas tratados fue la importancia de crear una regional. ¿Ahora mismo AVA-Asaja podría liderar la representación de las tres provincias? ¿Existe algún tipo de negociación al respecto?
En estos momentos somos la voz de Asaja en Valencia y Castellón, con el acuerdo de las dos partes. Con Asaja-Alicante cada vez hay una mejor sintonía. No pretendemos liderar nada, sino sumar fuerzas para dotar al sector agrario de un proyecto autonómico.
Vicente Hernández hablaba ya en aquella época de que “éramos la despensa de Europa”. Pero, ahora ya no es así y reivindicaba también la desaparición de productos autóctonos. ¿La historia se repite 30 años después?
La exportación valenciana y española de productos agroalimentarios, que tienen como primer eslabón a los agricultores y ganaderos, sigue siendo un referente en el mercado europeo. Sobre todo en frutas y hortalizas. Exportamos a Europa más del 93 % de nuestros cítricos, por ejemplo.
No obstante, la globalización desregulada está favoreciendo un incremento de las importaciones foráneas que, en ocasiones, se solapan en el tiempo y sustituyen a la producción local. La agricultura se usa como moneda de cambio en los acuerdos comerciales para vender a esos países terceros productos de otros sectores económicos, sacrificando a los agricultores europeos y sin importar el impacto ambiental, la salud de los consumidores o la soberanía alimentaria.
Marruecos «siempre ha sido un socio privilegiado«
Su antecesor también vaticinó que Marruecos se convertiría en “una potencia fuerte en hortalizas, porque tienen más agua de la que todo el mundo cree”. ¿Se ha cumplido? ¿Qué papel juega Marruecos actualmente en el mercado? ¿Cómo afecta a nuestras exportaciones?
Gracias al dinero europeo y a los acuerdos preferenciales, Marruecos ha impulsado grandes planes de modernización agraria y ha multiplicado sus exportaciones a la Unión Europea (UE). Siempre ha sido un socio privilegiado. Incluso tuvo más facilidades para entrar sus productos a la UE que España cuando ya era Estado miembro.
Actualmente, hay otros países que también preocupan, tanto o más, como Egipto, Turquía, Sudáfrica, Myanmar o Vietnam, que suponen una competencia desleal porque los tratados firmados con la UE no incluyen un estudio de impacto previo y no exigen reciprocidad ni fitosanitaria, ni laboral, ni medioambiental.
Exportaciones internacionales
En esta misma línea, otras de sus preocupaciones era la llegada de nuestros cítricos a Japón. ¿Podemos decir que es un objetivo conseguido?
Existe el acuerdo que permite exportar a Japón. Pero, en la práctica, apenas se envía nada por unas exigencias inasumibles. El país nipón ha conseguido salvaguardar los intereses de sus cítricos o de su arroz mientras tiene producción nacional.
El caso de China es más positivo porque ahora absorbe unas exportaciones españolas récord, cuando hace años eso era impensable. En cuanto a Rusia, un mercado emergente en el que teníamos muchas expectativas depositadas, sigue vetado por un conflicto con la UE ajeno al sector agrario.
Las cooperativas
Él hablaba también de la importancia del mundo cooperativo y como impera en el sector agrario. Mencionaba la necesidad de la concentración de las cooperativas para que hubiera un menor número y fueran más rentables y descendiera la competencia entre ellas. ¿Se ha producido tal y como él lo describía?
Hay un proceso en marcha de concentración cooperativa, pero va muy lento. Entendemos que debe haber ayudas oficiales para lograr una mayor concentración de oferta. Pero, a la hora de conceder estas ayudas, el Gobierno no distingue entre las cooperativas que están bien gestionadas y las que lo están mal.
Echamos de menos que el mundo cooperativo apueste firmemente por la transparencia de su gestión comercial: sería la mejor manera de eficiencia. Los mismos agricultores, que somos los propietarios de las cooperativas, tendríamos que dar un ejemplo de transparencia que no se da.
La agricultura valenciana
Desde septiembre de 1995, el mercado de futuros de la Bolsa de Valencia comenzó a negociar cítricos. ¿Fue una buena iniciativa?
Era una magnífica iniciativa, pero ni era el momento ni se daban las circunstancias más adecuadas. La falta de unidad y la idiosincrasia del sector citrícola no jugaban a favor.
También puso de manifiesto, en aquella época, la falta de modernización de la agricultura valenciana. ¿Sigue siendo una realidad hoy en día?
Pese a la Ley de Estructuras Agrarias, sigue siendo la gran asignatura pendiente de la agricultura valenciana. Un sinónimo de modernización es digitalización, y es tremendamente difícil introducirla en pequeñas parcelas. Pero una gran reforma estructural y una profesionalización del sector solo podrá tener visos de futuro si va unido a una cadena agroalimentaria equilibrada, a unos acuerdos comerciales con países terceros recíprocos y a unos precios justos. Dentro de la cadena hay unos eslabones que brillan por el oro de sus balances económicos y algún eslabón como el productor está oxidado. Así, sin rentabilidad y sin suficiente apoyo político, es más difícil emprender la necesaria modernización.
Relaciones con Europa
En cuanto a nuestra relación con Europa, ¿cómo ha evolucionado en estos treinta años? ¿Tiene voz el sector en este ámbito? Por aquella época (enero de 1993) “caían las barreras para las personas, los capitales y la mercadería dentro de Europa, menos para los productos agrícolas”, argumentaba Vicente Hernández.
Nuestra voz ahora se escucha más en Bruselas, pero continúa sin ser atendida. Bien a través del COPA-Cogeca, bien a través del Parlamento Europeo, bien a través del CESE, trasladamos nuestras reivindicaciones de manera muy clara y documentada. Sin embargo, el peso de la agricultura está siendo cada vez más irrelevante. La
UE ha pasado de defender la preferencia comunitaria a sufrir el síndrome de las neveras llenas, que no respeta adecuadamente la contribución alimentaria, económica, social y ambiental de los agricultores europeos.
Problemas actuales
En su opinión, haciendo recopilación. ¿Qué problemas se han convertido en endémicos a lo largo de estos treinta años? ¿Cuáles se han sumado?
Además del problema estructural y de modernización, destacaría la dejadez en materia de investigación agraria. No ha habido una suficiente apuesta por la búsqueda de avances tecnológicos que mejoren la productividad y la adaptación al cambio climático. Solo hay que fijarse en aquellos países que han decidido investigar nuevas variedades de cítricos y que hoy están a la vanguardia. Estamos viendo un cambio de rumbo en el IVIA y en otros asuntos que estamos dialogando con la Conselleria de Agricultura, pero es necesario traducir los puntos de encuentro en medidas de apoyo.
Entre los problemas que se han sumado en los últimos años resaltaría la imposición de un discurso ecologista radical y demagógico que da la espalda al agricultor y le convierte en un esclavo al que se le imponen muchas limitaciones continuamente y no se le compensan de ninguna manera. Cuidado con estos iluminados de salón que no pisan tierra porque la covid-19 ha demostrado que el aprovisionamiento global es una falacia y no está garantizado siempre. Me gustaría terminar felicitando a Economía 3 por el exitoso camino realizado en estos 30 años al servicio de la economía valenciana y con una mejora constante de su revista, que hoy es una referencia de todo el sector.