-¿Cómo logra desarrollar el proyecto?
– Llevaba tiempo escribiendo sobre la capitalidad de la ciudad. A partir de ahí, se produce el movimiento en paralelo del empresario Vicente Pons (junto a sus tres hermanos está al frente de la empresa alicantina Point, que el pasado año recibió el Premio Nacional de Diseño), que le comenta la idea a su diseñador de cabecera, Vicent Martínez (Premio Nacional de Diseño en 1997) y, así, hasta llegar al Ayuntamiento. Allí surge la figura de Vicent Llorens, director de La Marina, que nos escucha y apuesta por el proyecto. Con una visión estratégica decide que había que profesionalizarlo y realizar un expediente de candidatura.
Llorens estaba trabajando en otros proyectos con Pau Rausell (director de Investigación en Economía de la Cultura y Turismo de la Universitat de València). Así es como nació la primera cabeza bicéfala para avanzar en la capitalidad. Pau y yo empezamos a armar todo el programa de la candidatura y crear una asociación para impulsar el proyecto. En cierta manera, surge de una manera espontánea, con un retraso de 30 años, me parece a mí. La intervención de Llorens es clave e institucional, pero la asociación la forjamos de abajo hacia arriba y eso es lo que nos ha hecho muy, muy fuertes.
– ¿El Ayuntamiento se ha implicado?
– Afortunadamente hemos contado con todo su apoyo. Estamos siendo un ejemplo a nivel de otras organizaciones y de otros movimientos en España. Poder juntar a la sociedad civil, desde los diseñadores, la industria, la empresa, y llegar hasta las instituciones es un éxito. Insisto, el secreto fue construir la propuesta desde abajo y mucha generosidad. Todos sentíamos que era el momento. A mí me desbordó, personalmente, descubrir tanta implicación. Hoy, igual nos llama un pequeño comerciante con una idea, que un Ministerio.
– ¿Por qué dice que vamos con 30 años de retraso?
– Ya éramos potencia en diseño entonces, pero así somos los valencianos. No te lo acabas de creer porque te divierte mucho, no te lo tomas, quizás, tan en serio como se lo han tomado otros que han hecho más carrera en profesionalizar el diseño.
– ¿Cómo los catalanes?
– Sí. Los catalanes hace 30 años ya nos llevaban otros 30 de ventaja. Su asociación, el FAD (Fomento de las Artes y del Diseño) tiene 100 años. Creo que es un buen espejo donde mirarnos y dónde querer estar, adaptado a nuestro modelo. Si València quiere institucionalizar el diseño, Barcelona tiene fórmulas para dar y tomar, y nosotros ver los errores cometidos, los aciertos que les han hecho estar donde están y aplicarlo a nuestra industria. Al final, el diseño valenciano es una fórmula única porque se debe a toda la Comunitat Valenciana; a la industria de Alicante, a la de Castellón. Donde hubo industria surgió el diseño. No está especializado en servicios como Madrid. Y eso nos hace diferentes.
– ¿Existe el diseño valenciano, con identidad propia?
– Hoy día es mucho más difícil. Es una cosa muy repetida por Nacho Lavernia (Premio Nacional de Diseño en 2012), cuando tus inputs son los mismos que los de un diseñador de Seattle o de cualquier otro continente, es muy difícil decir cómo es el diseño valenciano. Igual hace años estaba más claro: es luz, más color, más orgánico, más divertido. Ahora tiene que ver con el proceso. Cómo diseñamos aquí. Cómo vivimos.
Durante la preparación de la candidatura vimos que en València se vivía todo de una manera más social. Por eso la capitalidad de València está fundada en valores. No es una capitalidad de escaparate pensando en ver lo bonito que se hace en la ciudad, está basada en un proyecto de diseño que nos tiene que hacer mejores, tiene que hablar de igualdad, de participación, de cambio climático, debe apoyar la sostenibilidad.
– No siempre ha sido así.
– El diseño ha sido frívolo y culpable de uno de los males de hoy en día. Hizo mucho daño. Y tenemos que solucionarlo. Es necesario un modelo más igualitario de sociedad, más sostenible y el diseño tiene un papel clave en esa transición.
– ¿A qué mal se refiere en particular?
– A los plásticos. Fue un error pensar que todo se podía solucionar con los plásticos sin medir las consecuencias. Y ese ha sido un problema. No tener un ciclo y pensar en un proceso lineal. Producir sin control un producto sin pensar en los graves efectos que causaría. La economía circular tiene otra visión, no solo propone reciclar y reutilizar, pretende diseñar mirando y observando el futuro. Y la respuesta está en los diseñadores y la industria porque la economía circular y un diseño más osado en la sostenibilidad te hace más rentable. Pero hay que invertir para obtener mayor beneficio. Y el diseñador tiene que trabajar pensando en ese modelo.
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