José Sacristán: «Creo que con ‘Señora de rojo’ acabaré mi recorrido teatral»
Con admirable puntualidad ha llegado José Sacristán a su encuentro con la prensa para hablar de Señora de rojo sobre fondo gris, la adaptación teatral de la novela homónima de Miguel Delibes con producción y dirección de José Sámano, fallecido el pasado octubre. Insisto en su puntualidad; no es algo que abunde en las citas con la prensa, y menos en un día de perros como hoy, y menos todavía por parte del actor que, para muchos, aunque sospecho que no le gustará que se lo digan, luce la corona de la interpretación heredada de su amigo Fernando Fernán-Gómez. Las entradas para la obra -José Sacristán solo frente al público-, en cartel hasta el 2 de febrero, se han agotado y el Olympia ha programado una función extra el día 28.
Ayer recibió la Medalla de Honor del Círculo de los Escritores Cinematográficos. “Les dije, si nunca he recibido ningún premio, ¿por qué me lo dais? ¿Por viejo? En fin, son cosas que pasan”. A partir de aquí, me retiro humildemente y les invito a que lean lo que sigue, a ser posible, recreando mentalmente su incomparable voz.
La obra: La memoria del amor
«El material sobre el que se desarrolla la historia lo propone un tal Miguel Delibes, que creo que en la línea de Machado o Saramago, son gente que nos enseña a mirar. Más allá de sus bondades como literato, es su actitud ante la vida, es su manera de mirar y de mirarnos. Además, utilizando la herramienta de la palabra de un modo tan sencillo, tan elemental, tan cotidiano, y sin embargo capaz de abundar y de profundizar en el alma humana como muy pocos, de elevarse a unas cimas líricas verdaderamente prodigiosas.
Y lo que cuenta es, ni más ni menos, la peripecia dramática, terrible, de la enfermedad y la muerte de su mujer con 48 años. Una mujer que era el motor de su vida. Él confiesa incluso que antes de conocerla, su frecuencia con la lectura no era mucha. El derrumbamiento de este hombre ante el acontecimiento es de tal magnitud que sólo la reacción a través de la memoria del amor es la que hace que prácticamente se pueda vencer a la propia muerte. Cómo desde que aparece un síntoma aparentemente insignificante como un dolor en el hombro, se va desarrollando todo hasta el desenlace fatal. Acompañamos a Miguel Delibes a mirar, a mirarse y a mirarnos frente a la noticia de la pérdida, y a partir de ahí, a través de la memoria del amor, recuperar todo lo que fue la vida con esa persona, y eso es lo único que hace que ella permanezca.
Quedé fascinado con la novela cuando se publicó. Pero Miguel nunca cedió los derechos para el cine ni para nada. Siempre decía ‘no quiero que nadie le ponga cara a este personaje, ni siquiera yo le he puesto la mía’. Miguel se protege con un personaje de ficción, un pintor llamado Nicolás. Utilizo el término ‘protege’ porque me parece el más adecuado; no se esconde. Por su pudor, por su natural sentido de la medida, se protege.
Dos años antes de morir, se hizo un seminario en Valladolid en el que consintió que yo hiciese una lectura dramatizada de un par de pasajes. Para la adaptación me dijo ‘no, no, y no insistas’. Lo que pasa es que soy un apasionado de cómo cuenta Miguel lo que le pasa. Sabía que lo que le pasaba a ese personaje, contado sobre un escenario, tiene interés. Pero no solamente dramático, sino ético, moral. Y por eso insistí. Había que insistir. Y vigilar por encima de todo lo que Miguel quería manifestar como Nicolás y lo que no toleraría de ninguna manera que yo hiciese.
Pasaron cosas hasta que por fin me metí manos a la obra y me puse en contacto con mi amigo Pepe Sámano, que en paz descanse. Me contó que ya había intentado hacer una versión con Miguel pero que no había salido. Yo le animé y entre los dos y la joven escritora Inés Camiña hicimos la adaptación. Las líneas maestras las puso Pepe Sámano, por supuesto, por dónde eliminar y por dónde atender. Establecer, porque es de obligado cumplimiento, la diferencia entre un lector y un espectador.
Cuando tuvimos la adaptación, fuimos a consultar a los hijos de Miguel, claro. Hubo un consejo familiar y nos autorizaron. Y no sólo contamos con su autorización, sino con su aplauso. De hecho, la noche del estreno me ocurrió una cosa importante: uno de los hijos vino a decirme que él se había opuesto a que se hiciese, porque su padre no quería. ‘Vengo a felicitarte y a darte las gracias porque esta noche he vuelto a ver a mi madre’. Esta reacción, y la del espectador de a pie, es la evidencia de que yo no estaba tan errado».
José Sámano: El amigo presente
«Su pérdida ha influido mucho. Muchísimo. Porque claro, la obra va de eso. Pepe y yo nos conocíamos desde hace muchísimo tiempo, hemos hecho muchas cosas juntos. Tuvimos además una novia conjuntamente, primero el uno y luego el otro, claro. Han sido muchas cosas. Era un tipo de una lucidez, una brillantez y una honradez inmensas, y ahora ha añadido un punto más a la nómina de pérdidas y desapariciones. Pero está presente.
Recuerdo todo lo que conversábamos durante la adaptación. En mi versión, no supe liberarme de la servidumbre de la novela; él la puso boca abajo, la desarmó. Está presente de una manera muy importante. Y jodida».
El público: El puñetero respetable
«Lo que viene ocurriendo desde el estreno de la obra hace un año es las cosas más satisfactorias de mi vida profesional. A pesar de las toses, de los móviles, del que llega tarde…En una función como esta, cada tos es una puñalada. Cuando oigo la tos del que no puede reprimirla, qué le vamos a hacer. Pero está la tos insolente. Del que dice ‘toso porque me sale de los huevos’. Cuando oigo esa tos, me paro, miro en esa dirección, y repito lo que acabo de decir, a ver si hay un registro del problema. Esto lo puedes hacer dos o tres veces, más no porque te cargas la función. Ha habido funciones en que no es que te saque de situación, te saca de quicio. Porque a veces es insoportable.
Y los móviles. El otro día salgo y, en primera fila, una señora con el móvil encendido. Y yo hasta que no se apagan los móviles no hablo. La miro un rato. La que estaba al lado le dio un codazo; la señora levantó la cabeza, me miró y siguió. Le volvió a dar otro codazo, me volvió a mirar y me dijo ‘guapo’. Así, ‘guapo’.
Yo trato de ponerme en la piel de esta persona. ¿A qué coño vas al teatro? Y sobre todo, a ver una obra de que se llama ‘Señora de rojo sobre fondo gris’ y con el de Chinchón este en el escenario. Y momentos en que, en medio de pasajes de la obra, suena un móvil y lo cogen y hablan. ‘Nadaaaa, que estoy en el teatroooo, que te llamo luegoooo…’. El respetable. Váyase usted a hacer puñetas con el respetable. Pero bueno, son cosas que ocurren. Afortunadamente, vienen muchos».
El actor «de mesa camilla»
«Tengo compromisos hasta muy avanzado 2021, pero serias dudas de que después de esto pueda encontrar nada que pueda interesarme para hacer en teatro. Además ya he cumplido 82 años, y aunque afortunadamente la naturaleza se sigue portando bastante generosamente conmigo, tampoco es cosa de ignorar el calendario. Creo que con ‘Señora de rojo’ se dará por acabado mi recorrido teatral.
Siempre digo que mi método, y no es ninguna broma, es mitad Stanislawski, mitad La Niña de Los Peines .El teatro te reta, te emplaza, te amenaza incluso, porque si no sales de la rutina con una obra, te vas a la mierda. No harás las cosas mal, pero todo será previsible.
Y cuando ejecuto una obra, me voy a mi casa y vivo mi vida. Tengo mi recorrido fuera de mi trabajo y de mis personajes, aunque sea uno tan querido para mí como en este caso. Ahí empieza La Niña de los Peines a ordenar las cosas y dejarse ya de jodiendas, psicoanalíticas y puñetas.
Debo confesar que cada día me molestan más los rodajes, las 10-12 horas, el exterior noche…Cada día lo llevo peor. A veces me digo ‘qué coño haces aquí, Sacristán, estás mayor, déjate de líos…’ Pero la verdad es que una de las cosas que más celebro es trabajar con los jóvenes. Es muy gratificante. Me encanta el contacto con actores, directores, directores de fotografía jóvenes, que confiesan que no les sirve de nada lo que han estudiado, porque cada 15 días hay una cámara nueva. Es apasionante.
Y las cosas que se hacen para Netflix, que se estrenan en 195 países el mismo día, es decir, que te ha visto en un día más gente de la que ha visto a Charlton Heston, a Marlon Brando, Marcello Mastroiani…Lo que pasa es que todo eso de qué sirve, o cómo se traga. Para mí todo se traduce en compartir con los jóvenes ilusiones, anhelos, cabreos…Porque las variantes entre épocas son de tipo más técnico, o mecánico; las constantes son las mismas. Es el amor a esto, a contar historias. A mí los jóvenes no me tienen que esperar, tampoco voy de profeta o de profesor, porque lo mejor que tiene este oficio es el aprendizaje permanente. Afortunadamente puedo elegir mis trabajos desde hace muchos años. Y estoy muy contento con el relevo generacional, encantado, tengo gran admiración por actores y actrices jóvenes, los hay formidables. En muchas disciplinas están mucho más preparados.
Creo haber sido una buena correa transmisora de estados de emoción. Sobre todo, un actor como de mesa camilla, de andar por casa. Mi amigo Fernán-Gómez decía ‘entre lo que esto yo pensaba que podía dar de sí y lo que ha dado de sí, estoy de acuerdo’.
Y sí, estoy de acuerdo».
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