Cruceros y espacio aéreo
En 1992 salió el primer crucero de Valencia. Eran dos salidas de 17 días por el Mediterráneo. Aquello fue un hito, fruto de la tenacidad de dos agentes de viajes de la ciudad, y tuvieron que sortear mil problemas y licencias para lograr que fuera una realidad. Hoy pasan por el puerto en torno a 500.000 cruceristas, porque el crucero ha dejado de ser un lujo inalcanzable.
En años anteriores habíamos visto atónitos la serie “Vacaciones en el mar”, que nos parecía sublime. Si viéramos hoy el barco de aquella serie (que es real y existe), casi me atrevo a decir que cabe en la bodega de alguno de los que surcan nuestros mares y atracan en nuestros puertos. Sencillamente, nada que ver.
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Y en este periodo también se liberalizo el espacio aéreo y se abrieron las puertas a una competencia que ha ido poniendo al alcance de todos el poder volar y conocer nuevos destinos. A finales de los 80 solo se operaba con lo que llamábamos “compañías bandera”; es decir, las del país. En concreto, si viajabas a Ámsterdam, solo podías hacerlo con la española Iberia o con la holandesa KLM. Lo mismo ocurría si viajabas a Italia: Iberia o Alitalia.
La entrada de nuevas compañías aéreas buscando huecos de mercado, introduciéndose en cualquier ruta donde vieran una posibilidad de transporte de pasajeros, dinamizó de forma espectacular el transporte aéreo y, a principios de este siglo, las compañías low cost dinamitaron el modelo de negocio hasta la fecha del trasporte aéreo. Entrábamos en una nueva era en la que volar estaba al alcance de todo el mundo.
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