¿Nos enseñan a ser “emprendedores”?
Codirectora del Máster en Emprendimiento y Liderazgo. EDEM Escuela de Empresarios
Si le preguntara qué es un emprendedor para usted, probablemente lo que primero le venga a la mente sea un estereotipo. Esta reacción del subconsciente puede ser consecuencia del sobreuso de este término en los últimos años a raíz de “la moda” de emprender y, probablemente, no lo relacionemos con ejemplos de nuestro entorno más inmediato.
No obstante, si nos preguntan sobre personas con actitud emprendedora, con seguridad, reconoceremos esta característica en algún compañero, conocido o amigo cercano. Alguien que creamos resolutivo, que pase a la acción ante los problemas y tenga ilusión y pasión por aquello que hace. Todos estos atributos, por supuesto innatos en las personas que ponen en marcha un proyecto empresarial, también se pueden extrapolar a muchas otras que demuestran iniciativa en diferentes ámbitos de la vida. Este segundo enfoque engloba una manera de entender la vida y abre el abanico de a quién catalogamos como emprendedor.
Entender esta definición de emprendimiento en sentido amplio influye directamente en la estructura base del modelo educativo. Sin ir más lejos, la Comisión Europea, en su definición de las ocho competencias transversales claves para el aprendizaje permanente y la educación reglada, define “el sentido de la iniciativa y el espíritu de empresa” como una de ellas.
Qué duda cabe de la necesidad de tener emprendedores que pongan en marcha nuevas empresas en nuestra sociedad, pero también de aquellos con la habilidad de transformar ideas en realidades, sea cual sea su naturaleza. Y para conseguir ambas aproximaciones, la formación sigue teniendo un papel primordial.
¿Se nace o se hace?
El siguiente paso hace preguntarnos cómo se puede adquirir esta competencia y, si bien es cierto que no es una asignatura fácil, numerosos estudios e investigaciones han demostrado que vivir la experiencia emprendedora, por pequeña que sea, es una de las mejores fórmulas.
El modelo educativo de Edem se basa principalmente en el desarrollo de tres dimensiones fundamentales: la adquisición de actitudes, la práctica de habilidades y el aprendizaje de los contenidos en sí mismos. Y, dependiendo del nivel educativo del que hablemos (grados, posgrados, formación directiva…), cada dimensión adquiere un nivel de relevancia, pero todas ellas se basan en un enfoque eminentemente práctico y cercano a las necesidades reales del emprendedor.
Para dar respuesta a esta cuestión, surgen los programas en emprendimiento de Edem como el Máster en Emprendimiento y Liderazgo, donde estructuramos estas tres dimensiones en dos niveles: el desarrollo de la personalidad emprendedora de los alumnos (actitudes y habilidades) y su proyecto empresarial (conocimientos empresariales). De esta manera, este programa se dirige a todas aquellas personas que quieran crear, encontrar y actuar sobre oportunidades que aporten valor, ya sea creando una start up, desarrollando una empresa familiar o emprendiendo una nueva línea de negocio en una empresa existente.
Con el ejemplo por delante
A lo largo de los años, hemos descubierto que la metodología utilizada por el docente es tan importante como el modelo educativo y se debe adaptar en función de los objetivos de cada dimensión. Por ejemplo, si hablamos de la adquisición de actitudes, probablemente aquello más difícil de trasmitir, el mejor método que encontramos es mediante el ejemplo, ya sea a través de los propios profesores o exponiendo a los alumnos a un entorno emprendedor en el que se compartan experiencias y puedan empaparse de una determinada manera de hacer las cosas.
Al mismo tiempo, para la adquisición de habilidades, la experiencia práctica de las mismas es sin duda la mejor de las herramientas, que aplicamos a través de clases dinámicas en las que los alumnos practican una y otra vez hasta que, a través del feedback, se mejoren aspectos como la comunicación, el liderazgo, la negociación o la venta, entre otros.
Aprendizaje contextual
Por último, interiorizar los contenidos no deja de ser primordial. En este caso, el vivir una experiencia en un proyecto real (aprendizaje experiencial) y reflexionar sobre esa teoría posteriormente lo hemos identificado como un procedimiento muy útil a la hora de aprender un temario. Si esta actividad se puede incluir en un contexto, sin duda ayudará mucho a conseguir la motivación extra de los estudiantes en su esfuerzo por aprenderla (aprendizaje contextual).
En conclusión, y parafraseando a Albert Einstein, “el aprendizaje es experiencia, todo lo demás, es información”.
La definición de emprendimiento en sí misma denota acción, y no se puede enseñar esta materia sin el enfoque práctico y mediante las experiencias tangibles que requiere. Además, no hay que perder de vista que se trata de una competencia transversal cuya adquisición puede ayudar a mejorar a cualquier profesional, sea cual sea su ámbito de actuación y el contexto en el que opere, pues la sociedad, en constante cambio, necesita de personas proactivas que asuman la iniciativa y tengan la pasión para hacer que las cosas sucedan.