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Viajes Meliá puso el mundo al alcance de todos

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José Meliá Sinisterra construyó el primer imperio turístico español desde una pequeña oficina en Valencia. De hecho, una cadena de hoteles y una agencia de viajes internacional le hicieron líder en los sesenta y los setenta.
Su única frustración, no haber podido levantar un hotel de referencia en la ciudad donde nació.

Viajar con Meliá fue un signo de prestigio en los años de arranque del turismo, cuando España se desarrollaba y las familias empezaban a dar el salto del pequeño consumo. Un valenciano, José Meliá Sinisterra (1911-1999) ayudó a los españoles a ir un poco más allá de la creciente cultura del Seiscientos: el viaje de bodas a Mallorca fue el gran invento de este emprendedor que comenzó a trabajar en 1947, cuando abrió una agencia de viajes que se hizo famosa en la calle de la Paz, cerca del Parterre. Durante treinta años, su imperio creció en las dos orillas del Atlántico; y solo se rindió ante un gran enemigo: la crisis del petróleo. El apellido Meliá, sin embargo, perdura hoy, engarzado a la cadena Sol.

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José Meliá Sinisterra nació en el Marítimo, en una familia en la que la clásica cultura valenciana de vender fuera y viajar sin recelo eran platos de consumo diario: el padre, exportador de naranjas y consignatario de buques, destilaba ese modelo a cada paso. El joven Pepe Meliá estudió en Valencia pero salió muy pronto fuera: en el Liceo de Montpellier aprendió francés y en un colegio de Gales se formó en la cultura inglesa. Eran los tiempos finales de la dictadura y los años iniciales de la República: en 1932 estaba de regreso en Valencia y en 1934 contrajo matrimonio con Pilar Goicoechea. En esos años, hasta la guerra civil, su actividad se centró en aprovechar los camarotes del armador de los barcos naranjeros que pasaban por Valencia: en vez de viajar siempre vacíos, el joven Meliá los fue ocupando con los primeros turistas valencianos.

Años después reconocería que fue un entretenimiento que le puso en la pista de su verdadera vocación: más que vender naranjas, lo que le gustaba era vender billetes a los viajeros. Hacer posible la ilusión de viajar, la necesidad de conocer paisajes y ciudades nuevas era su vocación verdadera… que tuvo que esperar a que el mundo atravesara la década terrible de 1935-1945, la de la crisis, la Guerra Civil española y la Guerra Mundial.

2016-febrero-Historia-Viajes-Melia-oficinasHabitualmente se ha venido usando la fecha de 1947 para situar el nacimiento de la empresa Viajes Meliá. Sin embargo, en ejemplares de la revista turística “Valencia Atracción” de 1946 ya podemos ver anuncios de una firma que, en ese momento, tenía ya sucursales en ocho de las principales capitales españolas, más siete delegaciones y varias corresponsalías. En mayo de 1947, cuando muy cerca de su oficina principal había abierto Viajes Iberia, Meliá eligió la doble página central de “Valencia Atracción” para insertar un publirreportaje donde mostraba sus instalaciones y su red de agencias y se afirmaba que la empresa era “la primera agencia española que extiende sus ramas hacia el resto de la península y del extranjero”.

El descubridor de Mallorca

En 1947, ni Valencia ni España estaban para muchas aventuras turísticas. Para comprar algunos productos, todavía era necesario usar cartilla de racionamiento. Pero, pintado en un muro lateral de la oficina principal de Viajes Meliá un gran mapa de Europa mostraba la red de enlaces aéreos y, en el de enfrente, campeaba el lema “Visite Mallorca en cualquier época del año”. El “producto Mallorca” fue la gran creación de Meliá: la isla se convirtió en un referente para las parejas de novios españolas que podían hacer un esfuerzo y se proporcionaban un romántico e inolvidable viaje de luna de miel a la isla. Viajar en avión por vez primera o usar un coqueto camarote en el buque nocturno fue la gran aventura de muchas parejas durante el largo despegue de España por la pista del desarrollo.

En esa época, con 36 años, José Meliá se las ingenió para comprar en Inglaterra los chasis de las ambulancias usadas durante la Guerra Mundial y restaurarlas en Valencia como pequeños autobuses turísticos. Los coleccionistas de curiosidades sobre ruedas aun buscan fotos de esos vehículos en las redes sociales; son los que llevaron a los primeros turistas que se atrevían a visitar Valencia, l’Albufera, El Saler, Sagunto, Xàtiva, Gandia y Cullera.

José Meliá fundó la sociedad con tres millones de pesetas prestados por su padre. Pocos años después, el capital de la firma, gracias a otras aportaciones familiares y de socios, llegó a los 300 millones de pesetas. En la década de los cincuenta, Meliá abordó la escala internacional y fue la primera empresa española que abrió elegantes oficinas en París, en la avenida de la Ópera, y en Park Avenue de Nueva York. Después llegaron las sucursales en Latinoamérica y Europa y Viajes Meliá se pudo considerar lo que en aquellos momentos se consideraba una empresa internacional.

El primer hotel de la empresa, el Bahía Palace de Palma de Mallorca, abrió sus puertas en 1955. El concepto de José Meliá, que en 1957 estableció la sede de su oficina en Madrid, fue proporcionar a los clientes un servicio completo e integrado; de ahí que la empresa tuviera su propia lancha motora para las excursiones por la bahía palmesana y su propia red de autobuses. Con el tiempo, la cadena hotelera Meliá habría de tener hasta ocho distintas ramas empresariales para ocuparse de todo cuanto el cliente pudiera necesitar, empezando –o terminando– por el lavado de las toallas, sábanas o servilletas.

Los sesenta, años de expansión económica internacional, fueron para España los de la gran eclosión turística. Los españoles viajaron y nuestro país se convirtió en un referente del turismo. Es el tiempo caracterizado por Pedro Zaragozá en Benidorm, Manuel Fraga en el Ministerio… y  Pepe Meliá en casi todas partes. Su empresa, al final de los sesenta, fue la primera de España en el campo turístico y la tercera en el mundo: tenía 30 hoteles funcionando, 300 oficinas, agencias y corresponsalías en el mundo entero, más de 6.000 empleados en nómina y una facturación de 90.000 millones de pesetas.

El 1 de enero de 1964, Ricardo Ros entrevistó en “Las Provincias” a Antonio Pascual, un valenciano, directivo de la empresa, que tras abrir y afianzar la oficina de Meliá en Roma durante dos años, regresaba al nido fundacional de la calle de la Paz. “Nuestra organización –decía– está preparada para atender todas las facetas turísticas”. Meliá, en efecto, consiguió su largo sueño.

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