Hubo un tiempo, algunos dicen que feliz, en que la industria tenía chimeneas, los países se ufanaban de su industria pesada y los grandes puertos disponían, con toda naturalidad, de un servicio de reparaciones de buques y de una instalación de astillero. Eso ocurría en el siglo XX y Valencia no quiso quedarse, en modo alguno, al margen de esa corriente y un buen ejemplo de ello fue Unión Naval de Levante.
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El astillero valenciano es una necesidad directamente relacionada con dos hechos relevantes: la existencia de una flota de buques con base en el puerto de Valencia y la experiencia de una industria pesada de calderería en el entorno. Los estudiosos de la empresa Unión Naval de Levante señalan como primer antecedente la creación, en 1878, de un taller de reparación de máquinas y calderas de buques en el área portuaria.
El emprendedor fue Manuel Gómez Jiménez, sobrestante de obras en el puerto de Tarragona, que en este caso supo aprovechar bien un premio de la Lotería de 15.000 pesetas. Juan José Sister, director de la Compañía Valenciana de Navegación, fue el primer valedor de la empresa, que contó como primer cliente con la naviera valenciana.
En el verano de 1910, Valencia fue escenario de un nuevo y brillante capítulo de su historia naval. Cuando las empresas La Roda Hermanos y Compañía Valenciana de Navegación, de Vicente la Roda, Antonio Lázaro y Vicente Puchol, decidieron unirse, nació un verdadero gigante naviero, la Sociedad Valenciana de Navegación, que había ganado la concesión estatal de las comunicaciones con las islas y las colonias africanas.
Sociedad Valenciana de Navegación
La nueva empresa disponía de 22 buques, siete de ellos comprados en Italia, para atender las comunicaciones entre veinte puertos diversos. En la ceremonia inaugural, ante el ministro de Fomento, quince buques, dotados todos con la modernísima telegrafía sin hilos, navegaron entre Valencia y Canet d’en Berenguer, mientras cientos de invitados comían a bordo.
Pero ese escenario se quedó pronto pequeño: siete años después, en plena Guerra Mundial, José Juan Dómine, Vicente Ferrer, Joaquín Tintoré y Enrique García fundaron la Compañía Transmediterránea, que reunía un total de 45 buques.
Esa potencia naval vino a reforzar la necesidad de talleres de apoyo y de un astillero, que haría el papel que las instalaciones de Matagorda hacían para la Trasatlántica y la Euskalduna para las firmas vascas Sota y Aznar.
En este caso, Dómine tomó la determinación de crear el necesario astillero en el puerto de Valencia soñado por Gómez y Sister. Para ello, encargó el proyecto al ingeniero Justo González Garrido, y se dispusieron a protagonizar una primera ampliación hacia el sur del puerto de Valencia, que sacrificó la popular playa de Caro, situada entonces entre el muelle de ese mismo nombre y la desembocadura del Turia.
En el año 1925, cuando el rey Alfonso XIII presidió la colocación de la quilla del “Ciudad del Algeciras”, comenzó oficialmente la vida de la Unión Naval de Levante. Con todo, el guardacostas “Miguel Primo de Rivera” fue el primero que se deslizó por la grada hacia el mar el 28 de julio de 1926.
Desde esa fecha, cientos de unidades salieron de la factoría valenciana, que alcanzó un alto grado de especialización y una calidad que se busca en otros países, como demuestran los pedidos extranjeros.
Botadura tras botadura
Con una regularidad que daba confianza a miles de familias, en Unión Naval de Levante se sucedían las fiestas de botadura, en las que no faltaba la inefable Carmen Polo, esposa del general Franco. Entre otros, el “Ciudad de Valencia” y aquel “Ciudad de Toledo” que fue una exposición flotante de los productos españoles. Transmediterránea, en los buques que encargaba al astillero, recordó los nombres de los fundadores: J. J. Sister y J. J. Dómine.
Docenas de buques de carga y pasaje han salido de sus gradas, que muy pronto se especializaron en el diseño de buques fruteros y refrigeradores, en los modernos métodos de carga “roll-on/roll-off” y en los ferrys especializados en el transporte turístico, con vehículos ligeros y pesados, especialmente aptos para las líneas con Canarias y las Baleares, y el paso del Estrecho hasta Ceuta y Melilla.
En los años 60 y 70 la empresa Unión Naval de Levante quedó vinculada al grupo del Banco Central, en cuya esfera se encontraba el Banco de Valencia y la constructora Dragados y Construcciones.
En 1983, la llegada a la presidencia de la compañía del valenciano Fernando Abril Martorell, que había sido vicepresidente del Gobierno junto a Adolfo Suárez, permitió un nuevo ciclo de expansión –con operaciones de ámbito internacional–, continuado por Eduardo Santos. El astillero pasó a llamarse entonces Unión Naval de Valencia (UNV).
La botadura, en el año 1992, del crucero “Crown Jewel”, quizá establece el momento de mayor esplendor de la firma en tiempos modernos: el buque, durante las Olimpiadas de Barcelona, fue un elegante hotel flotante para invitados de grandes empresas internacionales.