Domingo, 15 de Diciembre de 2024
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Frédéric Mertens

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Internacional

Así se configuran los escenarios geopolíticos de las rutas marítimas en 2024

Los conflictos en Oriente Próximo, Ucrania y otros lugares –combinados con los efectos del calentamiento global– están perturbando el tráfico marítimo. Se están empleando nuevas rutas en todo el mundo. Las rutas marítimas están sufriendo graves trastornos debido a la agitación de la geopolítica y el calentamiento global. En el espacio de unos pocos meses, el tráfico se ha enfrentado a grandes complicaciones en dos rutas cruciales para el comercio mundial. El canal de Panamá –que une los océanos Atlántico y Pacífico y por el que pasa el 5% del comercio marítimo mundial– ha visto caer su tráfico un 30% debido a una sequía sin precedentes que ha bajado el nivel del agua en las esclusas. Los buques que enlazan China con la costa este del continente americano tienen que esperar varias semanas y pagar millones de dólares para adquirir un derecho de paso o descargar sus mercancías para transportarlas por tierra. En el otro extremo del planeta, la ruta estratégica que une Europa con Asia a través del canal de Suez y el mar Rojo ha perdido el 40% de su tráfico desde diciembre de 2023, a raíz de la ofensiva israelí en Gaza. En Yemen, los hutíes apoyados por Irán, que afirman actuar en solidaridad con los palestinos, están intensificando los ataques contra buques en torno al estrecho de Bab al-Mandab. Aunque el número de incidentes ha disminuido desde finales de enero, la amenaza sigue siendo elevada, al igual que las primas de los seguros. Muchos barcos prefieren ahora navegar por la costa africana, a través del cabo de Buena Esperanza, lo que aumenta los tiempos y los costes de transporte. Rutas marítimas en 2024 En un contexto sombrío, el transporte marítimo tendrá que hacer frente a factores externos. La situación actual no invita al optimismo. La caída de los fletes ha sido desproporcionada con respecto al mercado. Es cierto que los volúmenes a transportar han disminuido, pero están mucho menos degradados de lo que la caída excesiva de las tarifas podría hacernos creer. Además, la fiabilidad de los servicios marítimos está mejorando. Sin embargo, los clientes distan mucho de estar satisfechos con el servicio que reciben. Los cargadores siguen sufriendo importantes recargos destinados a compensar las bajas tarifas de flete. Por otra parte, no se han resuelto los problemas relacionados con la descarbonización. El calentamiento global empeora cada año. Si bien la COP (Cumbre Mundial del Clima) de Dubái propone una transición hacia el abandono de las energías fósiles, algunos riesgos dejarán de ser asegurables ante una variabilidad climática excesiva. En cuanto a la participación financiera de los cargadores en la descarbonización, la cuestión dista mucho de estar resuelta. Tensiones norte-sur en las rutas marítimas Finalmente, la geopolítica ha vuelto al mundo del negocio internacional. Las tensiones entre los países del sur y los del norte son cada vez mayores. Y en este contexto, el control del mar vuelve a ser una cuestión de poder en el equilibrio mundial de fuerzas. Todo ello obliga a moderar cualquier resto de optimismo. Así pues, el primer escenario propuesto se basa en evitar los canales de Suez y Panamá. El paso por el cabo de Hornos y el cabo de Buena Esperanza era la opción obvia. El desvío frente al canal de Panamá se debe a la sequía que sufre el país. En cuanto a evitar el canal de Suez y el mar Rojo, las razones tienen más que ver con cuestiones de seguridad. Estas nuevas rutas podrían ser «un regalo del cielo para las compañías marítimas, contribuyendo a un repunte duradero del mercado a su favor». La ampliación de las rutas permitiría a los operadores marítimos reforzar sus flotas. Estos desvíos podrían tener el efecto de elevar de manera significativa las tarifas de flete en las rutas Asia-Europa. ¿Elevar las tarifas? El segundo escenario se basa en una auténtica disciplina del transportista. Para generar márgenes, los armadores que operan entre Asia y Europa deberían aplicar tarifas de flete más elevadas (de 2.000 a 2.500 dólares por contenedor). Tarifas que cubran los costes de explotación y los de la transición energética. Así pues, para lograrlo, las navieras deben adoptar una disciplina de servicio muy estricta. Ello les obligará a ajustar la oferta de servicios de transporte a la demanda. Esto conducirá a la generalización simultánea de las salidas en blanco a lo largo del tiempo, hasta que los titulares de las mercancías no tengan más remedio, si quieren acceder a la capacidad, que pagar el mínimo exigido para garantizar la rentabilidad de la operación de transporte. Por último, el tercer escenario imagina un recrudecimiento de las cuestiones geopolíticas. El conflicto entre Ucrania y Rusia está en su tercer año. El ataque a Israel del 7 de octubre ha hecho saltar chispas hasta el mar Rojo. Y la toma de Taiwán por China se cuece a fuego lento. Este último elemento provocaría importantes desvíos marítimos y, probablemente, embargos, que tendrían como efecto la ruptura de la dinámica comercial. En el mejor de los casos, se produciría una fuerte subida de los fletes y, en el peor, perturbaciones masivas del comercio mundial.

Conflicto entre Irán e Irael
Internacional

¿Qué consecuencias económicas podría tener un conflicto entre Irán e Israel?

En la noche del sábado 13 de abril, Irán lanzó un ataque contra una base aérea en el desierto israelí. Desde entonces, la amenaza de una escalada militar se cierne sobre la región, ya marcada por la guerra de Gaza. Tras el ataque de Irán contra Israel en la noche del sábado 13, todas las miradas están puestas en Oriente Próximo y Oriente Medio. En plena guerra entre Israel y Hamás, el mundo entero contiene la respiración ante la amenaza de una conflagración regional y sus posibles consecuencias. Cualquier nuevo deterioro tendría un gran impacto económico a escala mundial. Ya se trate de los acontecimientos en el Mar Rojo, del riesgo de escalada en Oriente Próximo y Oriente Medio o de la continuación del conflicto en Ucrania, todos estos acontecimientos geopolíticos están teniendo un terrible impacto en el crecimiento económico. El Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial en Washington señalan que los verdaderos riesgos económicos son los riesgos geopolíticos. El precio del petróleo contiene la respiración Por el momento, sin embargo, el ataque a Israel con 300 drones y misiles de crucero iraníes ha tenido muy pocas consecuencias económicas. El precio del barril de petróleo está bajando y la bolsa va bien. Sin embargo, el precio del oro, activo refugio, se mantiene alto: los inversores recurren a esta seguridad en caso de escalada militar. Si la situación en Oriente Próximo y Oriente Medio se recrudece, las consecuencias para la economía mundial serán bastante dramáticas. Irán es miembro de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). El país posee las terceras mayores reservas de petróleo del mundo y las segundas de gas, según la Agencia de la Energía de Estados Unidos (EIA). En caso de escalada militar, los precios del petróleo y las materias primas se dispararían. Irán podría prever un ataque contra Arabia Saudí, el país con las mayores reservas de petróleo del mundo. Arabia Saudí, junto con Jordania y Egipto, adoptó una postura favorable a Israel tras el ataque iraní. Los dirigentes iraníes también podrían decidir bloquear el acceso al estrecho de Ormuz, una ruta estratégica para el comercio internacional por la que circula alrededor del 20% del consumo mundial de petróleo líquido (21 millones de barriles diarios en 2022). Es una de las principales rutas marítimas que unen los países ricos en petróleo de Oriente Próximo con los mercados de Asia, Europa y Norteamérica. Muy estrecho (50 kilómetros) y poco profundo (60 metros), se encuentra entre Irán y Omán. Un bloqueo iraní podría provocar problemas de abastecimiento mundial, un aumento del precio del barril de petróleo y una subida de la inflación. ¿Cómo reaccionarán las potencias? Es difícil predecir lo que harán las principales potencias económicas del mundo, como China, Estados Unidos y Rusia. Sin embargo, la inflación podría ir seguida de una recesión mundial como las crisis del petróleo de 1973 y 1979, o incluso la crisis económica de 2008. Cuando el precio del barril de petróleo sube demasiado, la actividad económica se resquebraja. La economía española y la europea ya están mal, con un crecimiento cercano a cero, y es seguro que no podrán soportar otro disparo de advertencia global. Aun así, Irán tiene poco margen de maniobra. El país demostró que se ponía en fuera de juego, al margen de las normas internacionales, al atacar una base aérea israelí en respuesta al bombardeo de la embajada iraní en Damasco (Siria) el 1 de abril de 2024. Los países árabes apoyaron a Israel. Tanto más cuanto que Irán se encuentra en una situación económica muy difícil, con una inflación y un desempleo elevados. Así pues, es donde la economía puede tomar el relevo de la política. Internamente, los iraníes, impactados económicamente, podrían cambiar el curso de los acontecimientos y provocar el fin del régimen de los mulás. En ese caso, las consecuencias para la economía mundial serían bastante positivas. Por su parte, los jefes de Estado y de Gobierno del G7 (Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Francia, Alemania, Italia y Japón), reunidos el domingo 14 de abril, se declararon dispuestos a tomar medidas contra Irán. Entonces, ¿cómo evitar el peor de los escenarios? Por la vía diplomática. Los iraníes han declarado que, militarmente, su misión está cumplida. No tienen intención de ir más lejos. Los países árabes suníes no tienen intención de dejar que el Irán chií se salga con la suya. Los amigos de Israel, como Francia y el Reino Unido, intentan calmar los ánimos. En cuanto a Joe Biden, que está pensando en su reelección, está presionando a Israel para que no inicie una guerra más amplia con Irán. Entre otras cosas, porque la cuestión de los precios del combustible es crucial para la economía estadounidense. Acerca del autor Frédéric Mertens de Wilmars es profesor y director del Departamento jurídico en la Universidad Europea de Valencia.

Origen de la Marca España
Internacional

¿Cuál es el origen de la «Marca España»?, un golpe de marketing internacional

Tras la victoria de España en la Copa Mundial de la FIFA en 2010, el Gobierno español de entonces tomó la iniciativa de crear la «Marca España«. Un golpe de marketing internacional para promocionar el país desde todos los ángulos. En 2012, el Ejecutivo adoptó la Marca España como política de Estado, con el objetivo de mejorar la imagen del país tanto en el exterior como entre los ciudadanos españoles. Los sectores cubiertos por la Marca son la economía, la cultura, la ciencia y la tecnología. Pocos años después, el nombre de «Marca España» se cambió por el de «España Global», y el Gobierno de entonces creó una secretaría de Estado dedicada específicamente a esta política, que, sin embargo, llegó a su fin en 2021 con la supresión de la secretaría. Desde entonces, apenas ha habido noticias concluyentes sobre la Marca España, y nos preguntamos qué ha sido del proyecto de promoción de la imagen de España en el exterior. Una duda que aún no se ha disipado con la última postura adoptada por el presidente del Gobierno español respecto al Estado de Israel en la Franja de Gaza. ¿Cuál es el origen de la «Marca España»? En su origen, «Marca España» se basaba en tres principios claramente establecidos: ser un proyecto inclusivo y apolítico, difundir la imagen de un país moderno e innovador y transmitir al resto del mundo el bienestar económico y social del país.  Algunos han sugerido que la supresión de la «Marca España», tal y como la conocíamos, estuvo motivada por la asunción por parte de España de la presidencia semestral de la UE en el segundo semestre de 2023. En este sentido, el Gobierno quería afianzar su hoja de ruta para la promoción de la imagen de España en el exterior, que pretendía también contribuir a la expansión y promoción de la presencia española tanto en ámbitos tradicionales como en áreas de tecnología e innovación. La pandemia y la crisis económica que la siguió poco ayudaron a establecer objetivos claros de promoción del país. La inversión extranjera se vio irremediablemente afectada, aunque poco a poco España comenzó a ver algunos «brotes verdes», con ejemplos de empresas que volvieron a encontrar aquí una oportunidad de negocio. El prestigio de la «Spanish way of life» En el caso de la imagen internacional de España, lo que se conoce como el «Spanish way of life» o el «poder blando» son elementos vinculados al estilo de vida, el entorno natural, las actividades de ocio, la seguridad o la amabilidad de los habitantes que destacan sobre otros países. Sin embargo, la imagen de España siempre ha sido más débil en los elementos más «difíciles», es decir, los relacionados con la economía, la tecnología y los negocios. Es precisamente en estas áreas donde el prestigio de España ha aumentado más en la actualidad, con elementos que están ganando valor en la economía española, como la tecnología y la innovación, la gobernanza económica, la ética y la transparencia. A pesar de ello, el papel de España en las relaciones internacionales sigue siendo una asignatura pendiente para el Gobierno español, como Estado globalizado con una presencia e importancia relativamente débil en la escena internacional. La importancia de una marca fuerte En el contexto global en el que vivimos, la influencia de los países está condicionada por su poder económico, que viene determinado en gran medida por la competitividad internacional de sus empresas, de manera que alcanzar esta competitividad se convierte en el objetivo común de todos los agentes económicos. Esto subraya la importancia de una «marca país» fuerte y el papel de la diplomacia económica para desarrollarla. La diplomacia económica debe actuar como nexo de unión entre la capacidad económica y comercial del país y los rendimientos que se pueden obtener de otros activos, como la cultura y el patrimonio, el turismo, el deporte, la lengua… En definitiva, se trata de potenciar la «marca España» en el mundo, y dar la imagen de un país tecnológicamente avanzado y que cuenta con muchas de sus empresas punteras con reputación internacional, a la cabeza de las exigencias de sus sectores de actividad. La diplomacia económica pone la red exterior del Estado al servicio de las empresas españolas en su proceso de deslocalización en el exterior o de consolidación de su presencia internacional. Acerca del autor Frédéric Mertens de Wilmars es profesor y director del Departamento jurídico en la Universidad Europea de Valencia.

economía europea de guerra
Macro

¿Quién es quién en la futura economía europea de guerra?

A medida que la ayuda estadounidense se agota y Donald Trump amenaza con poner fin al apoyo a Ucrania, los europeos se ven obligados a asumir una mayor parte de la carga. Varias capitales anuncian un mayor esfuerzo, mientras la Comisión Europea (CE) prepara un plan de apoyo a las industrias de defensa. Para los europeos, se trata de un duro despertar. Durante los primeros meses de la guerra, pensaron que podrían ayudar a Ucrania simplemente vaciando las reservas de la Guerra Fría. Entonces confiaron en Estados Unidos. Veinticuatro meses después, los gobiernos europeos comprenden que eso no será suficiente. La ayuda estadounidense a Ucrania se ha agotado desde enero. Su reanudación es muy incierta, aunque el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, quiera mostrarse tranquilizador. Todavía no se ha producido la votación decisiva en el Congreso para desbloquear esta ayuda. El presidente republicano de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, estrecho colaborador de Donald Trump, se niega a incluir el proyecto en el orden del día. Disipar el «cansacio europeo» El 16 de febrero, Alemania y Francia firmaron acuerdos de seguridad con Ucrania, en virtud de los cuales prestarán ayuda durante diez años. La primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen, hizo un gesto espectacular al anunciar que su país «daría toda su artillería a Ucrania». Suecia también anunció un paquete de ayuda récord de 600 millones de euros. Estos gestos son un intento de disipar la idea del «cansancio europeo». Pero hay que decir que los europeos subestimaron el coste de la guerra. Si no realizan las inversiones necesarias de aquí a 2022, no podrán suministrar el millón de proyectiles prometidos a Ucrania de aquí a finales de marzo. Según las cifras comunicadas por el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, las entregas serán más bien de 524.000 unidades, es decir, el 52% del total. Capacidad de defensa europea Compartir la capacidad de producción sigue siendo una cuestión difícil de obtener a escala europea, ya que sigue siendo un instrumento de seguridad nacional de cada Estado. En virtud del artículo 346, constituye hoy el núcleo de su misión específica dentro de la Unión Europea (UE). Así que los Estados miembros han favorecido los enfoques nacionales precisamente para controlar su seguridad de abastecimiento. Existe cierta reticencia por parte de los Estados miembros a abrir estas capacidades a una decisión comunitaria. Pero, al mismo tiempo, ellos mismos buscan capacidad. Así pues, hay que encontrar un compromiso entre un cierto control de la seguridad del abastecimiento por parte de los Estados miembros y, por otra parte, una puesta en común de los recursos que debe definirse de manera que no invada las competencias de los Estados miembros. A falta de una verdadera estrategia de la industria armamentística, la respuesta de los Veintisiete no está a la altura de los retos del conflicto en Ucrania. Un reto sin precedentes Formateada para pequeñas series de producción, la industria europea de armamento necesita pasar a la producción a gran escala. Una oportunidad, pero también un reto sin precedentes, en particular para las empresas belgas. Configurada desde el final de la Guerra Fría para la producción en tiempos de paz, la industria europea de defensa se enfrenta ahora a un reto sin precedentes: aumentar sus ritmos de producción para responder a la demanda de un conflicto de alta intensidad extremadamente exigente en términos de equipos y municiones. Como consecuencia del estancamiento del conflicto, la ayuda de emergencia a Ucrania se ha transformado en un apoyo masivo a largo plazo, con plazos de entrega que deben acortarse. Es más, a pesar de los embargos, el rearme ruso ha ido mucho más rápido de lo esperado, apoyado por suministros de material iraní y municiones norcoreanas. Se calcula que los rusos disponen actualmente de un stock de munición ocho veces superior al de los ucranianos. ¿En qué situación está Europa? Los ucranianos consumen 40.000 cartuchos cada semana. Este es el número de proyectiles de artillería de gran calibre (155 mm) que el fabricante francés Nexter (Grupo KNDS) ha sido capaz de producir cada año. Esto demuestra lo poco preparada que estaba la base industrial de defensa del Viejo Continente para semejante cambio de paradigma. En el caso de las municiones más pequeñas, la situación es aún peor: el 80% de las compras se realizan fuera de Europa, sobre todo en Brasil. La industria europea de defensa sabe fabricar equipos de altísimo rendimiento en prácticamente todos los campos, pero dista mucho de tener la masa crítica y los recursos de producción de las empresas estadounidenses, que han experimentado una consolidación espectacular en los años noventa. Según la última clasificación del Instituto sueco Sipri, las cinco primeras empresas de defensa son estadounidenses. Dejando a un lado el caso específico de la británica BAE Systems, muy vinculada a Estados Unidos, la primera empresa europea, la italiana Leonardo, sólo ocupa el puesto 13, por delante de Airbus. Aunque se han producido algunas fusiones transeuropeas -Airbus, KNDS, MBDA-, la fragmentación sigue siendo elevada. Por ejemplo, en Europa hay más fabricantes de vehículos blindados que de automóviles. En este sector, corren rumores de consolidación tras el anuncio de la adquisición de Arquus por John Cockerill y la reactivación del programa alemán de tanques Leopard II, que muchos países quieren adquirir lo antes posible. Volver a producir en masa A largo plazo, Europa pretende producir de dos a tres millones de proyectiles de 155 mm para Ucrania y reponer sus existencias. Acostumbradas a producir pequeñas series, las empresas europeas tienen dificultades para pasar a una economía de guerra, a excepción del famoso proyectil de 155 mm, calibre estándar de artillería de la OTAN. La ambición de Nexter es aumentar la producción a 100.000 proyectiles al año de aquí a 2025. En última instancia, Europa, que aún incluye a otros actores como la noruega Nammo y BAE Systems, aspira a producir entre dos y tres millones de proyectiles grandes al año para Ucrania y reponer sus existencias. Es un objetivo enorme, pero aún estamos lejos, con sólo la mitad del millón de unidades prometidas a Kiev el año pasado. Así que es probable que 2024 sea otro año complicado para el ejército ucraniano. Pero para fabricar proyectiles se necesita pólvora. Eurenco se formó cuando la división de pólvora y explosivos de SNPE se fusionó con Nexplo Industries, una empresa conjunta que absorbió las actividades de pólvora y explosivos de la sueca Saab y la finlandesa Patria. Vuelta de viejos fantasmas La guerra de Ucrania ha hecho a los europeos tan conscientes de sus debilidades como de sus fortalezas y de su capacidad para superar las crisis. Han tomado conciencia de lo que han construido juntos frente a la alteridad radical de Rusia en sus fronteras. Rusia lanzó una guerra para conseguir sus fines, mientras que los europeos no han estado en guerra entre sí durante tres generaciones desde el lanzamiento de la integración europea en 1950, un punto de inflexión sin precedentes en su historia. Francia y el Reino Unido han mantenido el uso de sus ejércitos en su cultura política, pero casi nunca más para resolver una disputa con un vecino. Otra novedad es que los europeos experimentan un miedo que ya no sentían: el de ser invadidos, bombardeados y dejar de ser libres. Uno de los padres de Europa, el belga Paul-Henri Spaak, se dirigió a la ONU en 1948 para decir a los soviéticos «nos dais miedo». Este miedo fue uno de los factores que llevaron a los europeos a cerrar filas. Acerca del autor Frédéric Mertens de Wilmars es profesor y director del Departamento jurídico en la Universidad Europea de Valencia.

Crisis del mar Rojo
Macro

La crisis del mar Rojo que frenó el comercio en el estrecho, ¿qué debes saber?

Los ingresos del Canal de Suez, uno de los principales generadores de divisas del país, han caído entre un 40% y un 50% desde principios de año debido al aumento de los ataques de los rebeldes Houthi yemeníes, apoyados por Irán. Se trata de un duro golpe para Egipto, que atraviesa su peor crisis económica en años. Mientras que el Canal de Suez había aportado al país alrededor de 8.600 millones de euros durante el ejercicio 2022-2023, un 35% más que el ejercicio anterior y  un nuevo récord, los ingresos de uno de los principales generadores de divisas del país se han desplomado. Estos ingresos en divisas están siendo vigilados de cerca en un país donde los importadores y cambistas tienen ahora dificultades para encontrar dólares. Los armadores evitan el paso Esto es consecuencia directa de las tensiones en el Mar Rojo y del creciente número de ataques de los rebeldes Houthi de Yemen contra buques comerciales que creen vinculados a Israel. Los Houthis forman parte del «eje de resistencia» proiraní y antiisraelí. Como consecuencia, muchos armadores están evitando el Mar Rojo y el Canal de Suez, por donde suele pasar entre el 12% y el 15% del tráfico mundial, y están desviando sus buques al Cabo de Buena Esperanza, frente a Sudáfrica, una ruta que está experimentando un aumento de los volúmenes transportados. Hasta finales de 2023, Egipto no se ha visto demasiado afectado. En diciembre, los ingresos del Canal de Suez alcanzaron los 749 millones de dólares, frente a los 737 millones de diciembre de 2022. Los antecedentes del canal El aumento de ingresos del año pasado se debió a un incremento del tráfico como consecuencia de una nueva sección excavada durante 2014 y 2015, que ahora facilita el paso de convoyes y reduce el tiempo de tránsito de los buques. Este desarrollo fue el primero de los «megaproyectos» del presidente egipcio Abdel Fattah al-Sissi, que se han tragado gran parte de las finanzas del país en los últimos años. La obra faraónica ha absorbido casi ocho mil millones de euros, pero no ha generado un aumento masivo de ingresos, que sólo se consigue cada año aumentando las tasas de tránsito. Como recordatorio, en marzo de 2021, el «Ever Given», un portacontenedores gigante cuya proa se incrustó en la orilla oriental del canal, bloqueó la ruta entre Europa y Asia durante varios días. La operación de rescate duró seis días, y las aseguradoras estimaron las pérdidas para el comercio marítimo mundial en varios miles de millones de dólares por día de impacto. ¿Qué ingresos genera el canal? Los ingresos procedentes del canal son sólo una parte de los ingresos en divisas de Egipto. Combinados con los ingresos del turismo, un sector que también está sufriendo las tensiones en la región, representan sólo la mitad de la verdadera ganancia inesperada del país: el dinero que envían a Egipto los trabajadores egipcios en el extranjero. No obstante, son una fuente de ingreso crucial para un país que está viendo dispararse el servicio de su deuda: más del 60% de los ingresos públicos en 2023 y el 70% en 2024. Los ingresos del Canal también sirven para mantener a raya la «olla a presión social» de Egipto, donde dos tercios de la población son pobres o están al borde de la pobreza. Se pagan directamente al Estado, que los reinvierte en el ejército y en «pan social». La respuesta de occidente Frente a los ataques de los Houthis, Estados Unidos y la Unión Europea crearon en diciembre una fuerza multinacional de protección marítima en el Mar Rojo. Desde enero, han lanzado varios ataques contra objetivos houthis en Yemen, país en guerra con los rebeldes apoyados por Irán desde 2014, a veces con la ayuda de Reino Unido. A pesar de la respuesta internacional a los ataques rebeldes, un carguero británico se hundió frente a las costas de Yemen tras ser alcanzado por misiles houthis el 19 de febrero. Las cerca de 21.000 toneladas de fertilizante de sulfato de fosfato de amonio que transportaba el barco suponían un riesgo medioambiental en el Mar Rojo y un riesgo de impacto para otros barcos. Estados Unidos y Gran Bretaña han anunciado su intención de sancionar a un comandante del Cuerpo de Guardianes de la Revolución, el ejército ideológico de Irán, así como a un oficial houthi. Dado que los Houthis amenazan constantemente la seguridad del comercio marítimo internacional pacífico, Estados Unidos y el Reino Unido están tomando medidas contra los canales de financiación que permiten estos ataques desestabilizadores. Mohammad Reza Falahzadeh, actual subcomandante de la Fuerza Qods, el brazo de operaciones en el extranjero de la Guardia Revolucionaria iraní, es uno de los objetivos de estas sanciones. El Tesoro estadounidense acusa a los Houthis y a la élite de la Fuerza Qods de vender materias primas iraníes a actores extranjeros para financiar las operaciones militares de los Houthis.   En este contexto, el miércoles 6 de marzo pasado, el Fondo Monetario Internacional (FMI) concedió a Egipto un préstamo adicional de 5.000 millones de dólares. Aplastado por su deuda externa -cerca de 165.000 millones de dólares-, el gobierno cuenta con la inversión extranjera para intentar resolver su crisis de divisas. Además, los megaproyectos (nuevas ciudades, incluida la nueva capital, puentes y carreteras) no han hecho, en su opinión, más que desviar las arcas del Estado sin crear nuevos ingresos. Egipto es actualmente el segundo país con mayor riesgo de impago de su deuda, sólo por detrás de Ucrania, asolada por la guerra, y los expertos han señalado nuevos motivos de preocupación. Los ingresos en divisas procedentes del turismo llevan años cayendo, tras Covid y la guerra de Ucrania. Y el país sufre ahora las consecuencias de la guerra en la vecina Gaza. Acerca del autor Frédéric Mertens de Wilmars es profesor y director del Departamento jurídico en la Universidad Europea de Valencia.

Economía de guerra
Macro

Transitar a una economía de guerra europea, esencial para la seguridad de la UE

La guerra de Ucrania ha hecho que la industria armamentística europea pase de ser una industria formateada para tiempos de paz -tras el fin de la Unión Soviética-, a una que debe adaptar su producción a los tiempos de guerra. El 24 de febrero de 2022 estaba claro que ningún país europeo toleraría que las fronteras del continente fueran desafiadas por la fuerza. Por tanto, íbamos a convertirnos en la base de retaguardia de Ucrania, suministrándole las armas y municiones que ella misma no podía producir en cantidades suficientes y con un nivel de consumo de recursos que no se había visto desde la Segunda Guerra Mundial. Unos meses más tarde, varios jefes de Gobierno y de Estado europeos han comenzado a utilizar la expresión «economía de guerra». Esto no significa que dichos países estén en guerra y que todas sus economías tengan que volcarse para apoyar un esfuerzo bélico. En realidad, esto sólo afecta a una parte de nuestras industrias armamentísticas, que tienen ahora que suministrar más material necesario, y más rápidamente. Redimensionar toda la cadena de suministro Pero no es una tarea fácil. De hecho, aumentar la potencia de la industria armamentística exige redimensionar toda la cadena de suministros, hasta los componentes y materiales críticos, recurrir a personal cualificado para gestionar la producción adicional e incluso desarrollar nuevas líneas de producción. Dentro de la Unión Europea (UE), este reto va más allá del ámbito nacional -ya sea francés, alemán o español- y afecta a todos los países europeos. Aumentar la capacidad de producción implica un coste que las empresas sólo pueden asumir si se les dan garantías en términos de demanda. Para ello, se están desarrollando soluciones a escala europea. El objetivo es poner en común las compras de los Estados miembros de la UE. Por su parte, la Comisión Europea (CE) también está desarrollando medidas para que la compra conjunta de armas se convierta en la norma. Esto servirá tanto para apoyar a la industria armamentística europea como para aumentar la autonomía estratégica, cuya necesidad ha calado desde las últimas declaraciones de Donald Trump, que podrían debilitar la alianza entre Estados Unidos y sus aliados europeos. La Comisión también ha previsto reforzar la política de impulso a la industria de defensa mediante ayudas específicas. Un duro despertar A medida que la ayuda estadounidense se agota, los europeos se ven obligados a asumir una mayor parte de la carga ucraniana. Varias capitales anuncian un mayor esfuerzo, mientras la CE prepara su plan de apoyo a la industria de defensa. Para los europeos, se trata de un duro despertar. Durante los primeros meses de la guerra, pensamos que podrían ayudar a Ucrania simplemente vaciando las reservas de la Guerra Fría. Entonces confiaron en Estados Unidos. Dos años después, los Gobiernos europeos comprenden que eso no será suficiente. La ayuda estadounidense a Ucrania se ha agotado desde enero. Su reanudación es muy incierta, aunque el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, quiera mostrarse tranquilizador. Todavía no se ha producido la votación decisiva en el Congreso para desbloquear esta ayuda. Sin embargo, el presidente republicano de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, estrecho colaborador de Donald Trump, se niega a incluir el proyecto en el orden del día. Disipar el «cansancio europeo» Alemania y Francia firmaron el 16 de febrero pasado acuerdos de seguridad con Ucrania, que prevén diez años de ayuda. La primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen, hizo un gesto espectacular al anunciar que su país «daría toda su artillería a Ucrania». Suecia también anunció un paquete de ayuda récord de 600 millones de euros. Estos gestos son un intento de disipar la idea del «cansancio europeo». Pero hay que decir que los europeos subestimamos el coste de la guerra. Si no se realizan las inversiones necesarias de aquí a 2022, no se podrán suministrar el millón de proyectiles prometidos a Ucrania de aquí a finales de marzo. Según las cifras comunicadas por Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea, las entregas serán finalmente de 524.000 unidades, es decir, el 52% del total. El «milagro» ruso Al mismo tiempo, la invasión rusa de Ucrania había generado una previsión casi unánime de contracción del PIB ruso en un 10% de aquí a 2022. El Banco Mundial era aún más pesimista, estimando una contracción superior al 11%. Pese a las previsiones, en febrero de 2024, la economía rusa parece ir relativamente bien, incluso mejor que la de los europeos. El Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé un aumento del 2,6% del PIB ruso para este año. ¿Dónde enmarcamos este «milagro» ruso? En la conversión total de su economía en una economía de guerra. Por eso es incomprensible que Europa no haya pasado todavía a una economía de guerra dos años después de que Rusia invadiera Ucrania, a pesar de los riesgos a medio plazo de una derrota ucraniana. La capacidad de producción no ha aumentado realmente, a pesar de que en el frente los ucranianos pueden disparar 1.000 obuses diarios, mientras que los rusos disparan 10.000. Los contratos a largo plazo con los fabricantes europeos y las compras conjuntas europeas de proyectiles en el mercado internacional son necesarias porque el tiempo se acaba, y el tiempo de Putin también. Una cuestión de pragmatismo Cínicamente, no se trata simplemente de una cuestión de solidaridad o de moralidad. Esta necesidad se basa también en la inteligencia y el egoísmo. Si Europa no actúa ahora y el frente ucraniano se derrumba, las preguntas que los europeos tendrán que hacerse dentro de uno o dos años serán infinitamente más dolorosas, porque serán sus soldados quienes se enfrentarán a las tropas de Putin en Ucrania, o en parte del territorio de la UE. Este podría ser el caso en los antiguos Estados satélites de la URSS: los Estados bálticos, Polonia, Bulgaria, etc. A este respecto, la excusa de los ajustados presupuestos nacionales y la ralentización general del crecimiento en Europa son puntos de vista peligrosos; porque lo que los Estados europeos se niegan a pagar ahora, lo pagarán centuplicado dentro de uno, dos o tres años. Como «esfuerzos de guerra», es posible prever varias vías de ahorro. La primera sería deducir dividendos de las bolsas de valores. Sin embargo, esto causaría serias dificultades jurídicas y políticas y podría incluso provocar una fuga de capitales. La otra posibilidad sería embargar los 200.000 millones de activos rusos actualmente congelados. Por último, y aún más peliagudo, sería utilizar la «capacidad de endeudamiento común» de la UE, al igual que se hizo durante la epidemia de Covid-19. Acerca del autor Frédéric Mertens de Wilmars es profesor y director del Departamento jurídico en la Universidad Europea de Valencia.