Oporto, 25 años de una transformación mágica de la ciudad de los puentes
Su tradición vinícola es antigua. Fue la guerra entre Inglaterra y Francia a finales del siglo XVII, lo que provocó escasez de vinos en Inglaterra, y los ingleses recurrieron a los de Portugal. Los vinos del Valle del Duero se hicieron muy populares, tanto que llegaron a tener el monopolio sobre la producción de Oporto. Para diferenciarlo del resto de vinos, nació la que fue la primera denominación de origen.
La uva crece más arriba del Duero, entre sus montañas, a orillas del río. Cuando se elaboraba el mosto se bajaba en barriles cerca de la desembocadura del rio, y en esa zona, justo frente a Oporto, en Vila de Gaia, se almacenaba y se envejecía en muchas de las bodegas que fueron creciendo allí. Muchas tienen un nombre inglés, y esta es la razón.
A la otra orilla la ciudad de Oporto destacan las casas antiguas colgando casi sobre el río, sobre un muelle de piedra. Todo esto en estos últimos 25 años ha sufrido una restauración y mejora que, desde mi punto de vista, lo ha convertido en el lugar epicentro de la ciudad. Me encanta pasear por sus orillas, disfrutar de sus bodegas, vivir alguna cata maravillosa o comer bacalao en alguna de las 100 formas en las que lo cocinan.
Coloridas fachadas y callejuelas
Empecé a viajar a Oporto en el año 1999 por motivos profesionales al contar con una oficina en la ciudad. Por ello, he vivido esa maravillosa transformación de la urbe, que le ha dado un encanto único.
Hoy, en Vila de Gaia, el paseo junto al río ofrece una experiencia inigualable: desde el constante ir y venir de los barcos hasta la posibilidad de cenar con música a bordo de uno de ellos. También se puede disfrutar del museo del vino o relajarse en uno de los rooftops más encantadores de la ciudad. Es, sin duda, una manera maravillosa de disfrutar todo lo que este lugar tiene para ofrecer.
En la orilla de Porto, han rehabilitado toda la zona, llenándola de terrazas y locales para disfrutar de una cena o una copa. Te encuentras en la Ribeira, el barrio que aporta mayor autenticidad a la ciudad, con sus coloridas fachadas, un entramado de callejuelas, y numerosas opciones para degustar vinos. Aunque las calles empedradas y las cuestas pueden resultar un poco incómodas, forman parte del encanto y la identidad del lugar.
Para pasar de un lado a otro, inevitablemente hay que cruzar andando el Puente de D. Luis I, un enorme arco de hierro que, además, ofrece unas vistas únicas del Duero y de la ciudad.
La Librería Lello, una de las más bonitas del mundo
La praça da Libertade es un centro neurálgico, junto a la avenida de los Aliados. Me gusta mucho la arquitectura de esta zona, con el ayuntamiento y varios palacios modernistas. Más allá de la catedral o sus preciosas iglesias con su característico azulejo azul, hay un lugar que causa furor: la Librería Lello. Sirvió de inspiración para escribir ‘Harry Potter’ y es una de las librerías más bonitas del mundo. Hay colas para visitarla y se paga por entrar.
Cuando he acompañado a alguien a visitar Oporto, antes de ir a la librería, suelo ir a desayunar a la Cafeteria Magestic y animo a probar su ‘torrija’. Fue creada en 1921 y en 2011 fue considerado el sexto café más hermoso del mundo.
Desde luego es visita obligatoria el barrio de Matosinhos, repleto de buenos restaurantes y terrazas donde hacen pescado a la brasa. Yo suelo frecuentar la Marisquería Do Matosinhos y hay que pedir, sin duda, una zapateira. O acércate a la calle R. Heróis de França, junto al puerto. En esta zona, repleta de restaurantes con barbacoas en la terraza, donde hay una gran calidad y calidez en la atención del personal, algo que me encanta de Portugal.