Miércoles, 16 de Octubre de 2024
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Entre dos mundos: ¿Qué supondría para Occidente que Turquía se una a los BRICS?

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A comienzos del pasado mes de septiembre, Turquía sorprendió al mundo al solicitar formalmente su adhesión a los BRICS, un bloque de economías emergentes que en la actualidad preside Rusia y que ha ganado una gran relevancia en la redefinición del orden mundial en que estamos inmersos. La decisión de Ankara sorprendía por sus profundas implicaciones comerciales y geopolíticas, ya que suponen un giro clave en la política exterior del país, que durante décadas ha intentado infructuosamente integrarse en las economías occidentales y la Unión Europea (UE).

El anuncio llegaba apenas un mes antes de la próxima cumbre de los BRICS, que tendrá lugar en Kazán del 22 al 24 de octubre, y en la que participará el presidente turco Recep Tayyip Erdoğan. Este no es el primer acercamiento económico de Ankara al eje comercial asiático, en 2022 Turquía también anunció su intención de unirse a la Organización de Cooperación de Shanghái.
Sin embargo, la importancia de este movimiento y su significancia reside en la cantidad de incógnitas que plantea en un momento de reordenación geopolítica. Principalmente, el papel que jugará el país en caso de confirmarse su pertenencia a los BRICS.

Entre dos mundos: ¿Qué supondría para Occidente que Turquía se una a los BRICS?

También cómo puede verse afectado su papel como miembro estratégico de la OTAN y cómo factores como la guerra en Ucrania y el ascenso de China han influido en la decisión de Ankara.

¿Quiénes son los BRICS?

Para entender la situación, es importante saber quién es quién en el tablero geopolítico mundial. Los denominados BRICS son una asociación, grupo y foro político y económico de países emergentes, que se ha constituido en un espacio internacional alternativo al G7, conformado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.

Este grupo de países comparten economías en crecimiento y el objetivo de contrarrestar la hegemonía económica y política de Occidente, liderada por Estados Unidos y Europa. Desde su creación en la década de 2000, los BRICS han consolidado una plataforma de cooperación que abarca áreas comerciales, financieras, tecnológicas y diplomáticas, cada vez más robustas.

Lo que inicialmente comenzó como un grupo de países emergentes, ha crecido en influencia debido a las tendencias globales de multipolaridad y al declive relativo de las economías tradicionales occidentales. Sobre el papel, los BRICS se presentan como una alternativa al dominio del sistema financiero internacional controlado por instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, que en gran medida responden a los intereses de Estados Unidos y sus aliados.

Entre sus movimientos económicos más polémicos, se encuentra el intento de países como China o Rusia de crear mecanismos propios de intercambio comercial que reduzcan la dependencia del dólar estadounidense.

Turquía y la frustrada relación con Europa

La solicitud de Turquía para unirse a los BRICS puede leerse como una respuesta directa a sus repetidos fracasos para integrarse en la Unión Europea. Durante décadas, Turquía buscó el ingreso en la UE, siendo reconocida oficialmente como candidata en 1999. Sin embargo, los avances desde entonces han sido mínimos, y el proceso se ha estancado desde 2018 debido a diferencias políticas, democráticas y culturales entre Turquía y los países europeos.

El desencanto de Ankara con Europa ha crecido en los últimos años. El presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan, ha expresado en numerosas ocasiones su frustración con lo que percibe como una postura hipócrita de la UE, que exige reformas internas sin ofrecer perspectivas claras de integración. Ante esta situación, Turquía ha buscado diversificar sus alianzas estratégicas y comerciales, girando hacia el este y el sur.

El interés de Turquía por los BRICS se enmarca en este contexto. A través de su pertenencia a este grupo, Ankara podría fortalecer sus vínculos con economías emergentes y abrir nuevas rutas comerciales que reduzcan su dependencia de Europa. Asimismo, le permitiría posicionarse como un actor relevante en la dinámica global, mostrando su capacidad para formar parte de un bloque alternativo al sistema occidental.

¿Un socio fiable para la OTAN?

Otro de los aspectos a tener en cuenta son los interrogantes que la adhesión suscitaría sobre el papel de Turquía en la OTAN, de la que es uno de los principales miembros desde 1952. Y es que el país musulmán cuenta con la segunda fuerza militar más grande de la alianza después de Estados Unidos y desempeña un rol estratégico en la seguridad euroatlántica, particularmente en el mar Negro y Medio Oriente.

Hay que tener en cuenta que Rusia, uno de los miembros más influyentes de los BRICS, ha sido el principal adversario de la alianza en los últimos años, especialmente tras la invasión de Ucrania. Si Turquía intensifica su cooperación con Rusia y China a través de los BRICS, relación que ha tenido sus altibajos durante los últimos años a cuenta de diversos conflictos entre proxies de ambos países, es probable que se agudicen los desacuerdos con sus aliados occidentales.

No obstante, la postura de Turquía ha sido históricamente pragmática. Ankara ha mantenido una política exterior independiente, equilibrando sus compromisos dentro de la OTAN con sus intereses en Oriente Medio y Asia. Su participación en los BRICS podría interpretarse como una extensión de esta estrategia, buscando maximizar sus beneficios en un contexto internacional multipolar, sin abandonar por completo su papel dentro de la alianza atlántica.

Turquía, que ha jugado un papel diplomático ambiguo en el conflicto ucraniano, manteniendo relaciones tanto con Kiev como con Moscú, ha visto en esta situación una oportunidad para diversificar sus alianzas y fortalecer sus vínculos con potencias no alineadas con Occidente. China, en particular, ha aumentado su influencia en Oriente Medio y Asia Central, áreas de gran interés para Ankara, lo que refuerza el atractivo de formar parte de un bloque como los BRICS.

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