Un 29 de noviembre de 1899, Joan Gamper, junto a otras once personas, fundaba en la sede del Gimnasio Solé el Fútbol Club Barcelona. Desde aquella señalada fecha, la institución blaugrana ha pasado y superado no pocos momentos de dificultad a lo largo de su longeva historia.
El momento actual que atraviesa la organización culé es, sin duda alguna, uno de ellos. Y al igual que ocurriera en las previas situaciones de crisis (deportivas, económicas e institucionales), el club de la Ciudad Condal conseguirá sobrepasarlo.
No obstante, la cuestión que nos atañe es otra. ¿Cómo puede una sociedad que genera 1.000 millones de euros (primer club deportivo de la historia que alcanzó en 2019 semejante cifra de ingresos) desembocar en una situación que ponga en riesgo su existencia? Ninguna de las múltiples respuestas posibles puede incluir el paradigma de que haya habido una buena gestión detrás.
El máximo dirigente de cualquier gran empresa tiene que ser aquella persona capacitada para tomar las decisiones necesarias que ayuden a la compañía a conseguir sus objetivos. Definir las estrategias, coordinar a todas y cada una de las áreas que la integran y, por último (y quizás lo más importante), anticipar y reaccionar ante las desviaciones sobre los objetivos que vayan produciendo.
Varias de estas cualidades y atributos han brillado por su ausencia en la zona noble del Camp Nou en los últimos años. Dicen que el éxito logrado en el pasado nunca es una garantía de nuevos éxitos. Incluso -los más agoreros-, que los grandes éxitos suelen ser una señal de advertencia sobre los fracasos que vendrán. Sin embargo, ni el más cenizo de Can Barça podría vaticinar el desastre económico del club. Menos después de que este (antes de que se produjera la nefasta gestión) alcanzara en los años anteriores su cenit deportivo y económico.
Es cierto que la pandemia ha supuesto un duro revés para la industria futbolística. Los estadios vacíos durante tanto tiempo han castigado con severidad las cuentas de todos los clubes, llegando a poner en riesgo el negocio del fútbol. Sin embargo, el coronavirus ha sido, también, una ocasión idónea para comprobar la resiliencia de las instituciones balompédicas. Gracias a la covid-19 hemos podido comprobar, de primera mano, la buena gestión o no de los principales equipos del mundo ante una situación límite y sin ningún antecedente similar previo.
En caso del Fútbol Club Barcelona, la pandemia ha servido para destapar una situación insostenible que venía produciéndose desde hace ya varios (demasiados) años. Quién sabe dónde estaría y, sobre todo, hacía dónde se dirigiría la organización culé si no se hubiera producido un cambio en la sala de máquinas del club. Y más importante todavía, si el club hubiera seguido en esa espiral viciosa de descontrol del gasto y de sobreendeudamiento llevada a cabo por la antigua directiva.
No son pocas las malas praxis de la directiva que presidió, en su momento, Josep María Bartomeu. Entre sus principales ‘pecados’ se encuentra una hiperinflación en su política salarial que recuerda a la que se produce en la economía de un país subdesarrollado.
Así, la masa salarial del club se disparó un 61% en tan solo tres años. Aunque más que el cuánto habría que detallar quién. El Barça ha sido en estos últimos años el destino preferido para los jugadores mediocres. Lejos de tener un nivel de primera clase mundial, varios jugadores del Fútbol Club Barcelona (los nombres los conocemos todos) han tenido un remuneración salarial acorde con la de un candidato al Balón de oro. Hasta tal punto llega el disparate que debido al sobrecoste de plantilla en jugadores de rendimiento digamos que cuestionable, algunas de las principales figuras de la historia del Barça han tenido que dejar el club sin dejar un euro en las arcas.
Mención especial merece, también, la crisis reputacional. En un momento en el que este apartado cobra cada vez más importancia en todos los ámbitos de nuestra vida (especialmente en el empresarial), el Barça de Bartomeu ha sido el claro ejemplo a NO seguir. Con un ‘Barçagate’, en el que fuentes internas del club contrataron a una empresa para realizar una campaña de desprestigio contra todos los disidentes del Régimen Bartomeu, cómo punto álgido.
«El balance final de su mandato, una deuda de 1.350 millones y un patrimonio neto negativo 451 millones. Casi nada»
El balance final de su mandato, una deuda de 1.350 millones y un patrimonio neto negativo 451 millones. Casi nada. Por lo que a la cuestión que plantea el título de esta opinión, la respuesta es contundente. Sí. Una mala gestión se puede llevar cualquier empresa por delante. Incluso una de casi 122 años de historia.
Afortunadamente para todos los seguidores culés, el Barça no será uno de esos casos. Frente a la inacción y la tendencia suicida del anterior equipo directivo, las nuevas personas a los mandos de la nave blaugrana llevan meses trabajando para revertir la complicada situación. Dramática en el aspecto financiero.
La evasión de los problemas no trae nada bueno para ninguna organización. Quien no está dispuesto a tomar decisiones, por muy drásticas que estas sean, está condenado a que otros las tomen por él. Y cuando las tengan que tomar esos otros, la situación será considerablemente peor a la existente cuando aún se tenía capacidad de decisión.
La recuperación de un control del gasto (especialmente el regreso al equilibrio en la política salarial), la reestructuración de la deuda que estabilice la situación patrimonial del club y la búsqueda de nuevas vías de negocio que permitan incrementar los ingresos se erigen como los pilares fundamentales para la recuperación financiera del club blaugrana.
El desafío que tiene por delante la nueva directiva, presidida por Joan Laporta, es mayúsculo. Probablemente tampoco será rápido. De lo que no hay duda es que el Barça resurgirá. Y si como dice su nuevo vicepresidente económico, Eduard Romeu, ‘entra la pelotita’, lo hará mucho antes de lo esperado.