Los conflictos en Oriente Próximo, Ucrania y otros lugares –combinados con los efectos del calentamiento global– están perturbando el tráfico marítimo. Se están empleando nuevas rutas en todo el mundo. Las rutas marítimas están sufriendo graves trastornos debido a la agitación de la geopolítica y el calentamiento global. En el espacio de unos pocos meses, el tráfico se ha enfrentado a grandes complicaciones en dos rutas cruciales para el comercio mundial.
El canal de Panamá –que une los océanos Atlántico y Pacífico y por el que pasa el 5% del comercio marítimo mundial– ha visto caer su tráfico un 30% debido a una sequía sin precedentes que ha bajado el nivel del agua en las esclusas. Los buques que enlazan China con la costa este del continente americano tienen que esperar varias semanas y pagar millones de dólares para adquirir un derecho de paso o descargar sus mercancías para transportarlas por tierra.
En el otro extremo del planeta, la ruta estratégica que une Europa con Asia a través del canal de Suez y el mar Rojo ha perdido el 40% de su tráfico desde diciembre de 2023, a raíz de la ofensiva israelí en Gaza. En Yemen, los hutíes apoyados por Irán, que afirman actuar en solidaridad con los palestinos, están intensificando los ataques contra buques en torno al estrecho de Bab al-Mandab. Aunque el número de incidentes ha disminuido desde finales de enero, la amenaza sigue siendo elevada, al igual que las primas de los seguros. Muchos barcos prefieren ahora navegar por la costa africana, a través del cabo de Buena Esperanza, lo que aumenta los tiempos y los costes de transporte.
Rutas marítimas en 2024
En un contexto sombrío, el transporte marítimo tendrá que hacer frente a factores externos. La situación actual no invita al optimismo. La caída de los fletes ha sido desproporcionada con respecto al mercado.
Es cierto que los volúmenes a transportar han disminuido, pero están mucho menos degradados de lo que la caída excesiva de las tarifas podría hacernos creer. Además, la fiabilidad de los servicios marítimos está mejorando.
Sin embargo, los clientes distan mucho de estar satisfechos con el servicio que reciben. Los cargadores siguen sufriendo importantes recargos destinados a compensar las bajas tarifas de flete. Por otra parte, no se han resuelto los problemas relacionados con la descarbonización. El calentamiento global empeora cada año. Si bien la COP (Cumbre Mundial del Clima) de Dubái propone una transición hacia el abandono de las energías fósiles, algunos riesgos dejarán de ser asegurables ante una variabilidad climática excesiva. En cuanto a la participación financiera de los cargadores en la descarbonización, la cuestión dista mucho de estar resuelta.
Tensiones norte-sur en las rutas marítimas
Finalmente, la geopolítica ha vuelto al mundo del negocio internacional. Las tensiones entre los países del sur y los del norte son cada vez mayores. Y en este contexto, el control del mar vuelve a ser una cuestión de poder en el equilibrio mundial de fuerzas. Todo ello obliga a moderar cualquier resto de optimismo.
Así pues, el primer escenario propuesto se basa en evitar los canales de Suez y Panamá. El paso por el cabo de Hornos y el cabo de Buena Esperanza era la opción obvia. El desvío frente al canal de Panamá se debe a la sequía que sufre el país. En cuanto a evitar el canal de Suez y el mar Rojo, las razones tienen más que ver con cuestiones de seguridad. Estas nuevas rutas podrían ser «un regalo del cielo para las compañías marítimas, contribuyendo a un repunte duradero del mercado a su favor».
La ampliación de las rutas permitiría a los operadores marítimos reforzar sus flotas. Estos desvíos podrían tener el efecto de elevar de manera significativa las tarifas de flete en las rutas Asia-Europa.
¿Elevar las tarifas?
El segundo escenario se basa en una auténtica disciplina del transportista. Para generar márgenes, los armadores que operan entre Asia y Europa deberían aplicar tarifas de flete más elevadas (de 2.000 a 2.500 dólares por contenedor). Tarifas que cubran los costes de explotación y los de la transición energética. Así pues, para lograrlo, las navieras deben adoptar una disciplina de servicio muy estricta. Ello les obligará a ajustar la oferta de servicios de transporte a la demanda.
Esto conducirá a la generalización simultánea de las salidas en blanco a lo largo del tiempo, hasta que los titulares de las mercancías no tengan más remedio, si quieren acceder a la capacidad, que pagar el mínimo exigido para garantizar la rentabilidad de la operación de transporte.
Por último, el tercer escenario imagina un recrudecimiento de las cuestiones geopolíticas. El conflicto entre Ucrania y Rusia está en su tercer año. El ataque a Israel del 7 de octubre ha hecho saltar chispas hasta el mar Rojo. Y la toma de Taiwán por China se cuece a fuego lento. Este último elemento provocaría importantes desvíos marítimos y, probablemente, embargos, que tendrían como efecto la ruptura de la dinámica comercial.
En el mejor de los casos, se produciría una fuerte subida de los fletes y, en el peor, perturbaciones masivas del comercio mundial.