La alimentación, estratégica para los fondos: las operaciones más relevantes
El sector agroalimentario se ha consolidado como uno de los más activos en nuestro país en operaciones corporativas de M&A (mergers and acquisitions). Un sector que, desde hace algunos ejercicios, viene despertando el interés de los private equities, principalmente en lo referente al agrobusiness (operaciones de compraventa ligadas a compañías agrícolas del sector primario).
Pero las actividades que conforman el sector de la alimentación son muy amplias: hacen referencia a la industria cárnica, a la del pescado, frutas y hortalizas, aceites y grasas, productos lácteos, molinería y almidones, panadería, pastas, productos de alimentación animal, bebidas y otros productos alimenticios.
«Cada uno de estos sectores tiene sus propios drivers de mercado y sus propias tendencias en cuanto a transacciones corporativas. Por ejemplo, la industria cárnica española cuenta con grandes grupos nacionales como Costa Food, Vall Companys, Cañigueral o Tello, que han protagonizado adquisiciones de compañías más pequeñas o de activos industriales, pero sin que este subsector haya recibido un gran interés por parte de inversores financieros, con algunas excepciones, como la inversión de Unigrains y Capza en La Finca o la de Goros Investments en Carnes Oliva, ambas en 2022», explican a Economía 3 los especialistas en este mercado, Ximo Villarroya y Diego Moreno, socio y director de Livingstone, respectivamente.
Si históricamente, en este segmento, han predominado las transacciones entre empresas del sector para consolidar su tamaño, el private equity ha descubierto el gran atractivo del resto de la cadena: «España es el líder mundial en exportación de frutas y hortalizas frescas, en un mundo donde la población a alimentar crece a buen ritmo y las tierras cultivables son cada vez más escasas; por lo que el valor estratégico de las compañías productoras es crucial. Más, teniendo en cuenta que existe una gran preocupación por llevar un estilo de vida saludable«, añade Juanvi Tamarit, CSO en el family office Aldebarán Projects.
«Todos los negocios son muy apetecibles, desde los growers/farmers hasta la transformación. En los últimos años las grandes operaciones se han dado en el primario, pero hemos de recordar operaciones como la de Planasa por Cinven, o el grupo Rovensa –con sede en Portugal pero participadas en España–, en sectores más auxiliares», añade Guillermo Ramón, Managing Director de Implica.
«Generalmente los inversores financieros prefieren dirigir sus análisis a fases de la cadena en las que se genera mayor valor añadido. Es decir, a los diferentes eslabones de transformación hasta que el producto llega a las cadenas de distribución. Todas las actividades transformadoras con actividad de manipulado y envasado, el segmento de platos preparados y de quinta gama o el de ingredientes y aditivos son actividades que han atraído a los inversores financieros por su valor añadido, que se traduce normalmente en mayores márgenes que otras actividades del sector agroalimentario», confirma Ximo Villarroya, socio de Livingstone.
«En el sector de ingredientes, por ejemplo, –continúa Diego Moreno–desde Livingstone participamos en la entrada de Nazca en Eurocebollas, una empresa del sector de ingredientes naturales, especializada en el manipulado y cocinado de cebollas para la industria, especialmente de platos preparados. Hace pocas semanas, Nazca vendió su participación en esta compañía a otro inversor financiero, Portobello. Otras operaciones en el sector han sido la entrada de Meridia en Sosa Ingredients; la de MCH en Prosur; la de Portobello en Ramón Sabater o la más reciente de Nexxus Iberia en Diego Pérez Riquelme e Hijos (La Margarita)».
El hortofrutícola, destaca
Pero, sin duda, el segmento que más movimientos corporativos ha generado durante los últimos años y más interés ha despertado entre los inversores financieros, ha sido el sector hortofrutícola.
Algunas de las operaciones más relevantes son las inversiones de la española Miura Partners que controla el distribuidor de cítricos Citri&Co, resultante de la integración de Martinavarro, Río Tinto y Perales & Ferrer y que, a principios de este verano, cerró también la inversión en Cándido Miró (Aceitunas Serpis); Abac que ha invertido en Agroponiente; Solum Partners que ha relevado a Magnum en la compañía almeriense Agrupapulpí; ProA en Moyca –líder en el segmento de uva sin pepita–, en Patatas Hijolusa y Agrícola Villena; MCH en Llusar y Torres; GPF, primero y Fremman después, en The Natural Fruit; o Atitlán en Frutas Romu y Guillem Export.
«Algunas de estas transacciones han incluido tierras productivas como parte del perímetro de la transacción y, en otros casos, estos activos han quedado al margen», constatan en Livingstone.
«Adicionalmente, los fondos han iniciado operaciones de sell and lease back de tierras con fondos internacionales; concretamente el fondo canadiense PSP Investments ha comprado 8.000 ha de cítricos al grupo Citri&Co para su posterior alquiler, por 150 millones de euros», ha añadido Guillermo Ramón, Managing Director de Implica.
¿Cómo siguen creciendo?
A su vez, estos grupos siguen consolidándose y creciendo «crear grupos grandes hace que la fuerza de negociación con los grandes retailers se compense y ya no exista tanto ‘desbalance'», añade Juanvi Tamarit (Aldebarán Projects).
Por ello, señala que se han materializado varias operaciones que han dado como resultado ese mayor tamaño: The Natural Fruit Company, en manos del fondo británico Fremman Capital desde mediados del pasado año tras relevar en el accionariado a GPF Capital y Label Investments, ha sido, según el experto, el gran protagonista. Durante los últimos meses ha anunciado las adquisiciones de Hermanos Bruñó, Naturgreen y Bollo International Fruits.
Por su parte, Citri&Co, participada por Miura Partners, ha seguido su senda de crecimiento inorgánico con dos nuevas incorporaciones: Arco Fruits y San Miguel Fruits. Esta última presente en Perú y Sudáfrica. Mientras Agrupapulpí, participada hasta abril por Magnum Capital y posteriormente por Solum Partners, ha adquirido también dos nuevas compañías: Agrotomy y Amaco.
Por último, Tamarit, menciona a la americana Taylor Farms, el principal productor de ensaladas preparadas de USA, que ha desembarcado en Europa con la compra de Foodiverse, el proveedor de ensaladas de Mercadona.
¿Quién está detrás?
Para Livingstone este proceso de concentración ha sido liderado principalmente por inversores financieros, quienes, tras adquirir una primera empresa de tamaño suficiente y que ejerce de plataforma, adquieren a partir de ella sucesivas empresas que se van incorporando al perímetro del grupo, en lo que se conoce como una estrategia de build-up.
«Este es el ejemplo de Citri&Co, LLusar, Agrupapulpí, The Natural Fruit o Guillem Export, que han protagonizado distintas adquisiciones o integraciones. Es decir, la mayor parte de las adquisiciones emprendidas por grupos industriales del sector han sido realizadas en el marco de estos proyectos de build-up, lo que significa que el principal promotor de las operaciones ha sido el inversor financiero», apunta Ximo Villarroya (Livingstone).
Respecto al origen de estos inversores financieros, coinciden los expertos en que la mayor parte de las operaciones en el sector hortofrutícola han sido protagonizadas por private equities españoles. No obstante, también ha habido fondos internacionales interesados como los mencionados Fremman o Solum; o Sunridge en Albenfruit.
«Dejando de lado el sector hortofrutícola, podemos destacar la entrada de PAI Partners en Angulas Aguinaga o la entrada de algunos inversores en Palacios, como Carlyle, Ardian o Unigrains», completa Diego Moreno (Livingstone).
¿Se percibe estancamiento? ¿Se ha acabado el apetito?
En opinión de Guillermo Ramón (Implica) existe mucho apetito inversor todavía. «Muestra de ello es que, en lo que va de año, se han cerrado varias transacciones por varios centenares de millones como Bollo y Agrupapulpí, cuyas valoraciones han alcanzado cifras cercanas a los 300 M€», concreta.
Según Mergermarket, en 2018 hubo 36 adquisiciones de empresas del sector en España, 48 en 2019, 26 en 2020, 54 en 2021 y 70 en 2022. Este año, hasta julio, ha habido 24. «Yo no hablaría de estancamiento, pero sí de cierta ralentización en este primer semestre», explica Tamarit.
«Actualmente –continúa el CSO de Aldebarán– sigue existiendo un volumen elevado de capital con intención de invertir pero, dado el nivel de inflación y los tipos de interés, ahora el capital se paga más caro y por tanto, los fondos son más exigentes y todas las valoraciones se revisan a la baja», opina.
No obstante, sostiene que aquellas compañías que tengan un «buen posicionamiento en el mercado», siempre tendrán una buena valoración. «Lo que sucede es que la forma en que se van a pagar esas valoraciones está cambiando. Se harán cada vez más comunes las cláusulas earn-out, un mecanismo de valoración de empresas en el que el precio de la transacción tiene una parte variable que depende del rendimiento del activo comprado durante un periodo de tiempo concreto. Es decir, el precio de compra combina una parte fija que se paga al contado en la firma y otra variable, que se fija en función de criterios objetivos variables delimitados en el tiempo», explica.
Precio
Coinciden desde Livingstone en que «las empresas con ventajas competitivas, especialización en determinados productos, potencial de crecimiento, presencia internacional e interesante rentabilidad están obteniendo valoraciones atractivas».
Asimismo insisten en que, como se trata de un sector cuyos resultados dependen de las campañas en el campo, en las negociaciones se suelen incorporar como referencia para la valoración los resultados de varias campañas que, en cierta medida normalizan los altibajos.
Guillermo Ramón (Implica) admite que «los tiempos se están alargando, cuesta más cerrar operaciones». «La mayoría de transacciones se cierran entre 6-8 veces Ebitda, dependiendo de tamaño, márgenes y posicionamiento del producto. Pero se cierran cuando ambas partes ganan, si no son buenas para ambas, no hay deal», concreta Ramón.
Insisten en que el sector todavía cuenta con grupos independientes de tamaño suficiente para protagonizar procesos de consolidación y, además, recuerdan que los fondos que primero invirtieron en el sector se pueden plantear la desinversión en el corto-medio plazo al empezar a cumplirse sus periodos de inversión. «En estos casos, con grupos de un tamaño ya bastante relevante, lo normal es que sean inversores internacionales, probablemente especializados en el sector agroalimentario, quienes protagonicen una segunda fase de consolidación; como en el caso del fondo con sede en Boston, Solum Partners», indica Villarroya.
Opinan los expertos que el agroalimentario continuará siendo «un sector refugio, anticíclico», que seguirá protagonizando operaciones corporativas en los próximos meses. «Incluir un activo de este tipo en un fondo de inversión funciona muy bien porque es defensivo y se comporta bien en los malos momentos del ciclo», evidencia Ramón sin olvidar que «el acceso a la alimentación es estratégico».
«Además entre emprendedores y empresarios es cada vez más común hablar de crecimiento inorgánico dentro de sus planes estratégicos», añade Tamarit.
¿Por qué contar con un fondo?
Para los expertos de Livingstone contar con un inversor financiero en el capital puede ser de enorme ayuda para afrontar algunos retos y oportunidades del sector, como, por ejemplo:
- La propia consolidación de la industria, que puede suponer una amenaza para la supervivencia de grupos de menor tamaño y poca rentabilidad, con dificultad para seguir el ritmo inversor y la propuesta de servicio y calidad de los grupos más grandes; pero también es una oportunidad de crecimiento en ingresos y rentabilidad para los grupos de mayor tamaño respaldados por un inversor financiero.
- El uso de nuevas tecnologías en distintos frentes que tienen como objetivo mejorar la productividad, seguridad y la calidad de los alimentos, reducir el consumo de recursos y evitar los residuos y desperdicios. Hablamos de utilizar sistemas de seguimiento y trazabilidad, sensores, drones o robots en campo para la recolección, y hacer uso de datos que permitan la monitorización y el control automatizado.
- Los inversores financieros pueden aportar su experiencia para reforzar la profesionalización de los equipos directivos con nuevos perfiles, redefiniendo organigramas y procesos de trabajo, implementando controles financieros, diseñando planes estratégicos…
- Ejercer mayor presión en la defensa común de los intereses del sector en relación con las nuevas normativas relativas a la utilización de fertilizantes e insecticidas, o a la competencia de frutas y hortalizas procedentes de otros países…
«En definitiva –resume Juanvi Tamarit desde Aldebarán– hay un potencial tremendo en integrar verticalmente muchas compañías para lograr ser más competitivas y por tanto facilitar su crecimiento, y sobre todo destacaría la oportunidad de digitalización (eliminando tareas repetitivas y manuales, cuyo proceso de digitalización permite el ahorro de tiempos, estructura y errores). Esto permitirá mayores retornos en las operaciones por una mayor eficiencia, economía de escala y ahorro de costes».
Para el portavoz de Implica, Guillermo Ramón «los grandes múltiplos van acompañados de una innovación y tecnificación. Las compañías han pasado de tamaños para el mercado doméstico/europeo a competir con monstruos que vienen de cualquier parte del mundo. Cadenas de suministros globales, ventas en cualquier país, certificaciones cada vez más exigentes, gestión aduaneras, dumping fitosanitario… Son muchos los retos pero el sector es cada vez más profesional y lo afronta con más convencimiento».
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