Paula Bonet y Luna Miguel: «Todo lo que se vincula con el poder es masculino»
La pintora y escritora Paula Bonet (Vila-Real, 1980) autora de conocidas obras como La sed o Roedores, y la también escritora, periodista y poetisa Luna Miguel (Alcalá de Henares, 1990), autora de El coloquio de las perras o El funeral de Lolita, inauguraron el pasado jueves el ciclo de conferencias Mujeres de hoy, puesto en marcha por la Fundación Cañada Blanch junto al vicerrectorado de Cultura y Deporte de la Universitat de València. La obra de ambas artistas sitúa en primer plano un combativo espíritu feminista, capaz todavía de incomodar a gran parte del público. Tuvimos la oportunidad de charlar con ellas horas antes de su intervención en el Jardí Botànic.
–Mujeres de hoy es un ciclo de charlas que defiende la igualdad, tal y como lo define la Fundación Cañada Blanch. Mucha gente se hace un lío entre qué es igualdad y qué es feminismo. ¿El feminismo es algo diferente a la lucha por la igualdad?
-Paula Bonet (P.B.): Creo que la gente que se hace un lío es porque no ha abierto un diccionario en su vida y sigue buscando la definición de feminismo. Todavía asusta el término porque hay quien lo entiende como la antítesis del machismo cuando es todo lo contrario.
-Luna Miguel (L.M.): No sólo no han abierto un diccionario, sino que creo que no lo quieren abrir. Parece mentira que en 2020, después de todo lo que se ha hablado, todo lo que se ha dicho y lo que ha pasado en los últimos años, que sigamos pensando que el feminismo no busca la igualdad es delirante. Quien piense eso es alguien que se está chocando contra una pared.
-Lo que ocurre es que en la Historia siempre que hay un avance hay una reacción. El gran avance ocurrió hace un par de años, a partir, desgraciadamente, del #MeToo. Después se habló del auge del feminismo, y da la impresión ahora que estemos entrando casi en la fase de reacción por cierta parte de la sociedad.
-L.M.: Es así. Recuerdo a una periodista feminista argentina, Luciana Peker, de la que he aprendido mucho. El movimiento feminista en Argentina creo que es uno de los más grandes ahora mismo, a todos los niveles, y Peker decía que notaba cómo desde que en la prensa se hablaba de feminicidios, esos feminicidios parecían mucho más violentos: las violaciones eran más violentas, el maltrato era mucho más visible. En España, cuantas más veces salimos nosotras a la calle, más veces salen a la calle los partidos retrógrados, cuantos más derechos reclamamos, más derechos quieren cortarnos, ahora con el debate del “pin parental”… Son personas que no sólo se chocan contra esa pared de la que hablaba antes, sino que encima quieren poner un velo en los ojos a las futuras generaciones.
-P. B.: A lo largo de la Historia siempre ha sucedido lo mismo. Cuando conseguimos llegar a cierto lugar no podemos dejarnos llevar por la inercia, no podemos dar por hecho que lo conseguido ya es inamovible, no podemos dejar de estar alerta, porque a la mínima se nos va a quitar lo que hemos conseguido, se nos va a intentar desprestigiar. Nos acusan de estar siempre enfadas. Y tenemos todos los argumentos del mundo para defender este enfado. Estábamos enfadadas desde hace mucho tiempo, y lo ocultábamos. Intentábamos conseguir objetivos desde el lugar en que el patriarcado quería colocarnos.
Las mujeres hemos entendido que no sólo tenemos que cuestionar el lenguaje, sino que tenemos que apropiarnos de él y usar términos que el patriarcado ha llenado de connotaciones negativas. Debemos sacudirlos y coronarnos con ellos. Por ejemplo, me flipa Kate Bolick con su libro Solterona. Coge esta palabra, que es tan denigrante, y se corona con ella, porque quiere que tenga las mismas connotaciones positivas que tiene el solterón. Es lógico que cuando algo se impone, o parece que empiece a funcionar, haya una gran parte de la población que lo sienta como una amenaza.
-L.M.: Claro, es una amenaza además totalmente irreal. Es una lucha por unos privilegios que ni siquiera existen. Pasa lo mismo que cuando hablamos de migración, cuando pensamos que viene alguien nuevo a quitarnos algo que es muy nuestro. ¿Qué nos vamos a quitar los unos a los otros? Mejor compartir lo que tenemos.
-P. B.: El feminismo va a romper con lo ordinario, los encasillamientos, los corsés, y va a permitir que tanto hombres como mujeres, como lo que tú sientas que eres, puedan ser uno mismo desde el lugar más libre que se pueda alcanzar. Es absurdo estar pidiendo todavía que una parte de la población, que es más de la mitad, viva en condiciones de desigualdad.
-Pero, ¿cuándo se podrá decir que esta lucha ha terminado y no es necesario seguir insistiendo con conferencias como la del pasado jueves, con obras que seguiréis publicando…? Es un momento que me cuesta imaginar.
-L.M.: No hay que acomodarse. Yo, sentada en este bonito salón, me siento privilegiada, pudiendo estar quejándome delante de un aparato que me está grabando. Sal a la calle y mira a todas las mujeres que van pasando, o vete a barrios humildes; a esas mujeres nadie las está escuchando. Cuanto más lejos te vayas del epicentro del privilegio, más cosas que reivindicar habrá.
¿Cuándo vamos a conseguir igualdad? Es algo muy complejo. No hay que conformarse, por eso creo que el feminismo, esta lucha, va a seguir mutando y siendo importante. Cuando el #MeToo, me sorprendió la carta de las intelectuales francesas en la que decían que la igualdad ya se había conseguido, que ellas habían vivido el Mayo del 68 y consiguieron la libertad. Bueno, se consiguió una libertad, pero no toda.
-P. B.: Yo soy pesimista. Hay que utilizar todos los lugares desde los que se nos pueda escuchar.
–A Paula se le está poniendo ya la etiqueta de símbolo del feminismo, ¿no da un poco de susto eso?
-P. B.: Considero que mi obra ha sido siempre feminista, cuando todavía no sabía qué significaba ser feminista, y cuando se me prometía una igualdad de género que no existía. Creo que ahora nos estamos dando cuenta de cómo se nos ha estado desprestigiando todo el tiempo, de cómo se nos ha estado silenciando, sexualizando, toqueteando y colocando en lugares que no nos merecíamos, por el único hecho de ser mujeres. Estoy muy enfadada. Este despertar por un lado es liberador, es optimista y fortalece, porque aunque tú ya hayas pringado, con tu trabajo puedes hacer que las generaciones que vienen detrás no pringuen, que no se aprovechen de ellas, las desprestigien ni las usen. A nosotras nos han usado, y de una manera muy consciente que el sistema que habitamos permitía, blanqueaba, justificaba. Era muy difícil señalar una agresión muy obvia. Es tan difícil que, cuando suceden, por favor, señalémoslas. Por doloroso que sea, tenemos que señalarlas todo el tiempo. Porque, aunque sea un tópico, lo que no se nombra no existe.
-El gran ejemplo de eso es la violencia de género, cuyas víctimas no empezaron a contabilizarse hasta 2003.
–L.M.: En Francia los feminicidios no se han empezado a señalar en la prensa hasta 2018.
-P. B.: Es muy grave el tema cíclico del que hablábamos. Tengo la suerte de estar preparando un taller sobre los dibujos y grabados de Goya del Museo del Prado, donde se puede visitar una exposición maravillosa con centenares de dibujos que no se habían visto hasta el momento. En 1819, Goya ya señalaba esas agresiones. Colocaba el punto de mira en las mujeres que se tenían que prostituir por necesidad, eran manipuladas…
Tiene un dibujo maravilloso de una mujer con un señor encima y habla de esa carga; también de la juventud eterna que se le exige a una mujer, con un dibujo de una señora muy mayor intentando maquillarse para disimular su edad. No haber visto la obra de Goya con esta perspectiva de género hasta ahora me parece un insulto. Yo lo he estudiado desde el instituto y me habían dicho que era un señor muy crítico con el contexto, con las clases sociales, pero nadie me habló del trabajo que hizo para visibilizar esa injusticia contra más de la mitad de la población. Y si te fijas, en muchísimos dibujos está tratando este tema. ¿Por qué es ahora cuando nos despertamos y lo vemos con tanta claridad?
-Fíjate, ahora que se está conmemorando el centenario de la muerte de Pérez Galdós, pienso en obras como Fortunata y Jacinta que se pueden considerar feministas, y pocas veces se ha dicho claramente…
-P. B.: Jovellanos tiene un texto en que dice “hemos hecho que las mujeres sean consideradas objetos de contemplación. Hemos sido nosotros, los hombres, los que las hemos apartado de los lugares de poder, relegado al ámbito doméstico, los que las hemos silenciado”. Este señor escribió eso en 1800.
–L.M.: Y no se ha sabido leer, o no se ha querido enseñar, porque la mujer siempre ha sido un tema menor para la literatura y para el arte.
-P. B.: Porque, ¿qué es lo femenino? Es una construcción social. Y partimos de que nuestro pensamiento se configura a través de un lenguaje que nombra al masculino. Yo tengo la suerte de que la pintura tiene una parte de abstracción innegable, y gracias a esa abstracción puedo encontrar preguntas y respuestas que no me dan las palabras. Me atreví a hablar de feminismo cuando vi que se me estaba desprestigiando todo el tiempo, cuando decidí que no iba a volver a ninguna mesa redonda a las que me invitaban en las que fuera la única mujer por cómo se me trataba por mi condición de género. Porque la carta de presentación es el género, y si eres mujer, después el físico. Y seas como seas se te va a juzgar. Seas como seas, tengas la edad que tengas. Todo el mundo se va a creer en el derecho de opinar sobre tu físico.
Gracias a la obra de Anne Sexton, que puso sobre la mesa temas sobre los que las mujeres se suponía que nos teníamos que avergonzar, entendí qué importante es sacar de las tinieblas ciertos temas que si no se tratan, si no se piensan, y si no se establece un diálogo, nos van a mantener en ese lugar en el que el patriarcado quiere que estemos. Si ahora vemos con una gravedad absoluta hechos machistas que ocurrían hace 50 años, dentro de otros 50, ¿cuántos hechos que hoy nos parecen normales estaremos denunciando?
-Para ir terminando, traigo una pregunta que me moría de ganas hacérosla: ¿Cómo explicáis a Rocío Monasterio, y a las rocíos monasterios?
-L.M.: Lo primero es cómo explicamos a Santiago Abascal.
-Muy fácil: macho alfa.
-L.M.: También se puede ser una mujer macho-facha. Ella no tiene más culpa que ellos de nada. Tampoco es complicado. Es alguien que no quiere renunciar a una serie de privilegios y siente un odio tremendo hacia otras mujeres, no desea la libertad de otras mujeres y se refugia en su nicho de machos alrededor. Pero hay que tener cuidado, ella no es más culpable que ellos.
-P. B.: Está en esa jaula de la que habla Simone de Beauvoir, la que te da seguridad y de la que es muy difícil salir.
-L.M.: Piensa que si se comporta como los hombres, o como cree que se comportan, logrará más cosas.
-P. B.: Porque todo lo que se vincula con el poder es masculino, como explica muy bien Mary Beard. Tenemos que romper con esa estructura que no tiene en cuenta a más de la mitad de la población. ¿Por qué las mujeres que acceden al poder agravan la voz, o se visten con traje y chaqueta de hombre?
–Por último, ¿qué nuevos proyectos manejáis?
-L.M.: Estoy escribiendo un ensayo sobre autoplacer, y terminando mi nuevo poemario, titulado Poesía masculina.
-P. B.: Tengo un proyecto que se titula La Anguila, una cosa que intenta palpitar, que está muy caliente, pero cuando la quieres coger, resbala; por un lado es una exposición y por otro es un libro, que es a la vez novela y ensayo pictórico.
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