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Cortes de cables submarinos: ¿Una amenaza económica para la era digital?

Publicado a 09/04/2025 18:22 | Actualizado a 11/04/2025 12:05

Los cables submarinos de fibra óptica son la infraestructura crítica central de la era digital. Las líneas trazadas por estos cables no solo revelan cómo se mueve la información de un punto a otro –a una velocidad de vértigo, por cierto–, sino que construyen un mapa indicador de los flujos de poder económico entre los distintos continentes. Estas grandes infraestructuras transportan el 98% del tráfico de internet. Para que se haga una idea: con toda probabilidad cada mensaje, correo electrónico, fotografía o vídeo que envía a algún familiar o amigo o, simplemente, que almacena en su ‘nube’ personal, atraviesa esta vasta red intercontinental. Ahora imagine: ¿qué ocurriría si ese cable se corta? ¿Son los cortes de cables submarinos una amenaza real?

Accidentales o intencionados, lo cierto es que al año se registran en todo el lecho marino mundial entre 150 y 200 cortes de cables de datos, según Naciones Unidas. Incidentes que, en general, pasaban desapercibidos. Hasta que en septiembre de 2022 se marcó un punto de inflexión.

Cortes de cables submarinos: ¿Una amenaza económica para la era digital?

Una serie de explosiones submarinas en el mar Báltico, cerca de las costas de Dinamarca y Suecia, dieron la voz de alarma. Aunque en este caso hablamos de gasoductos –también existen muchos de estos repartidos por el océano–y no de cables de telecomunicaciones, se podría decir que fue el comienzo de una grave situación geopolítica y económica que se extiende hasta el momento presente.

Cortes de cables submarinos: origen

En aquel entonces, tres de las cuatro tuberías de los gasoductos Nord Stream 1 y 2 sufrieron roturas masivas, liberando enormes cantidades de gas metano a la atmósfera. Las infraestructuras quedaron inutilizables, cortando definitivamente uno de los principales suministros de gas ruso a Europa. ¿Por qué fue un punto de inflexión para Europa? La amenaza era real en términos de seguridad energética, geopolítica y de relaciones con Rusia.

Aunque ningún país ha admitido su autoría, existen varias teorías: Rusia como advertencia o para presionar a Europa, Estados Unidos para cortar la dependencia europea del gas ruso o Ucrania con el objetivo de debilitar a Rusia económicamente. Ninguna se ha confirmado.

En primer lugar, antes de la guerra en Ucrania, Europa dependía en un 40% del gas ruso. Tras el sabotaje, Alemania y otros países aceleraron la búsqueda de alternativas. Además, la Unión Europea (UE) endureció las sanciones y dejó de comprar gas ruso por tubería, cambiando su política energética.

En segundo lugar, el ataque mostró la vulnerabilidad de las infraestructuras críticas submarinas. Por su parte, Suecia y Finlandia aceleraron su entrada en la OTAN para protegerse de posibles ataques rusos. A su vez, la OTAN aumentó patrullas navales en la zona. Por último, la escasez de gas elevó los precios de la energía, contribuyendo a niveles de inflación récord en el continente.

El ataque demostró que gasoductos, cables submarinos y redes eléctricas pueden ser blancos en las denominadas ‘guerras híbridas’. Se trata de un tipo de conflicto que combina métodos de guerra convencionales y no convencionales.

Una extensa red mundial

Según el Submarine Cable Map 2024, existen repartidos por todo el mundo 559 cables submarinos con una longitud de 1,4 millones de kilómetros. La extensión es tal que se podría dar la vuelta al mundo con ellos alrededor de 35 veces.

mapa cables submarinos

Fuente: Telegeography

Se espera que a finales de 2025 estén instalados 78 nuevos sistemas que se extenderán por más de 300.000 kilómetros, con un valor de 10.000 millones de dólares. Un crecimiento que no se ha visto en más de dos décadas. Europa es un punto clave en la red global de cables submarinos, con numerosas conexiones que la enlazan con Norteamérica, África y Asia. Cabe destacar que los cables que atraviesan el mundo tienen puntos de ‘estrangulamiento’ donde el volumen y la proximidad de los cables en el fondo del mar son mayores como el Canal de Suez-Mar Rojo, Singapur, Malta y Gibraltar.

España no se queda atrás. Desde el Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE), destacan la península ibérica como una encrucijada estratégica en estas conexiones. Los recientes desarrollos, con la instalación de sistemas de última generación, «están transformado la relevancia internacional de España y Portugal, convirtiendo a ambos Estados en un nodo importante de interconexión de la red global, susceptible de conformar un gran hub digital en el sur de Europa». Existen casi 40 cables submarinos con puntos de amarre entre Portugal y España.

Las principales empresas que operan en esta red son Telefónica –y su participada Telxius–, Canalik, Islalink y GTD España.

Si trazamos una circunferencia tomando como centro la península ibérica, en su interior se incluyen partes importantes de América del Norte, América del Sur, el norte de África y la práctica totalidad de Europa. En los próximos años, se estima que el 70% de los datos que lleguen a Europa lo harán a través de España.

La amenaza ‘fantasma’

En los tres últimos años, más de una decena de cables han sido seccionados. Poco más de un año después del suceso protagonizado por el Nord Stream, en octubre de 2023, el buque NewNew Polar Bear, con bandera de Hong Kong, destrozó con su ancla el Balticonnector –un gasoducto entre Finlandia y Estonia– y tres cables de telecomunicaciones. Un incidente que, a tenor de los hechos, no parece aislado.

En los últimos cinco meses, otros tres barcos han dañado con sus anclas infraestructuras en el Báltico. En noviembre, el Yi Peng 3, de bandera china, dejó inoperativos dos cables de telecomunicaciones: uno entre Finlandia y Alemania y otro entre Lituania y Suecia.

Mientras que el pasado 25 de diciembre el petrolero Eagle S, que transportaba petróleo de manera ilegal desde Rusia hasta Egipto, cercenó el Estlink2 –un cable eléctrico que une Finlandia y Estonia– y cuatro cables de telecomunicaciones más. Eso sí, aunque tanto el Yi Peng 3 como el Eagle S tenían vínculos directos con Rusia, no se ha podido demostrar la autoría del ataque en ninguno de los casos.

Lo que sí podrían tener en común estas embarcaciones es que todo apunta a que forman parte de una flota de embarcaciones que Rusia utiliza para evadir las sanciones impuestas por Occidente, especialmente aquellas relacionadas con el petróleo. Los llamados ‘buques fantasma’ operan de manera opaca, dificultando su rastreo y la aplicación de las sanciones.

Estos buques suelen operar con identidades falsas, cambiando banderas –por lo general, pertenecen a compañías chinas– y registros para evitar ser rastreados. A menudo, realizan transferencias de carga en alta mar, lo que dificulta aún más su seguimiento. A esto se suma, que suelen ser barcos muy antiguos, en su mayoría, y que no cumplen con los estándares internacionales de seguridad marítima ni medioambientales. Esto aumenta la probabilidad de derrames de petróleo o, incluso, naufragios.

Se estima que esta flota ha duplicado sus entregas de petróleo, alcanzando los 4,1 millones de barriles diarios, en los últimos tiempos. Es más, Rusia ha invertido al menos 10.000 millones de dólares en esta flota desde 2022.

Impacto global de los cortes de cables submarinos

¿Hasta qué punto afectan los cortes de cables submarinos a la economía global? Aunque estimar el impacto financiero de un corte de cable submarino es complicado –casi todos son de propiedad privada– ya ha quedado demostrado que son la columna vertebral de las comunicaciones internacionales y la transmisión de datos.

Gran parte de las transacciones financieras internacionales –como las transferencias bancarias, el comercio de valores y las operaciones de tarjetas de crédito– dependen de los cables submarinos. Por ejemplo, en 2023, se transportaron 9,47 billones de dólares en transacciones financieras diarias, según datos de Statista Market Insights.

Un informe de la West Indian Ocean Cable Company explica que reparar un solo cable frente a la costa de África Occidental cuesta aproximadamente unos dos millones de dólares. Reparaciones que, por norma general, suelen tardar entre tres y cinco días.

Esto no tiene en cuenta el coste del tráfico perdido, el impacto en la reputación y las primas de seguros, ni el coste para los proveedores de servicios que necesitan comprar capacidad en otros cables submarinos durante el restablecimiento.

Los cortes de cables submarinos representan una vulnerabilidad económica crítica en un mundo hiperconectado. La interrupción de estos cables, esenciales para las transacciones financieras, el comercio y la comunicación global, podría desencadenar graves consecuencias económicas.

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