«Cuando comencé a escribir este libro lo hice con la idea de explicarles a mis nietos de manera objetiva cómo funciona España», nos transmite nuestro entrevistado José Luis Leal, que fue ministro de Economía, nombrado por el presidente Adolfo Suarez y artífice de la transición española.
Medialuna, agencia de comunicación y editorial ha publicado «El futuro que es nuestro» donde José Luis describe la historia reciente de España y su impacto en la sociedad contemporánea.
– Usted considera en su libro que España podría crecer más y mejor por una política más enfocada y resolutiva. ¿Cuál sería esa política en su opinión?
En el aspecto económico, la prioridad absoluta debe ser el enfocarse en la productividad. Históricamente, el progreso de la humanidad es el de la productividad. Cuando enfocamos una política económica desde ese punto de vista habría que preguntarse cuáles son los factores que determinan esa productividad y son la formación, la innovación y la inversión.
Si hablamos de educación, por ejemplo, en secundaria, el informe PISA revela que estamos por debajo de la media que concierne a todos los países de la OCDE. Esto es algo que tenemos que remediar y no es algo que sea tan difícil. El ejemplo de Portugal es muy interesante por este país también estaba por debajo de la media. Para solucionarlo, los portugueses establecieron un acuerdo entre los dos grandes partidos, lo han llevado a práctica y lo han mantenido y ahora mismo están por encima. En España se debería hacer lo mismo, no es que no se haya intentado, se ha intentado en el pasado y a veces se ha estado cerca de conseguirlo, pero finalmente no lo hemos logrado.
Incremento de la inversión a través de ahorro externo
En cuanto a la Formación Profesional hemos mejorado, sobre todo gracias a la formación dual.
Sobre la educación superior, la clasificación que hace la Universidad de Shanghái, la primera universidad española ocupa el rango 200. Esto no tiene mucho sentido y hay que arreglarlo. No estamos mal preparados porque siempre hay escuelas de negocios españolas entre las 10 mejores del mundo, es un problema de definición de objetivos.
Si queremos mejorar la productividad tenemos que ocuparnos seriamente de estas cuestiones. Hasta ahora no lo hemos hecho.
Luego viene la investigación a la que dedicamos entre un 1 un 1,5 del PIB, mientras que la media de la Unión Europea está en torno al 2 y el 3%. Algo que también tenemos que mejorar. Por último, está la inversión en bienes de equipo en relación con la media europea, estamos por debajo y llevamos varios años así. Con lo cual, hay que ocuparse de que la inversión aumente proporcionalmente en relación con los países europeos. Y esto tiene una derivada. Es decir, sí resulta que nuestro ahorro interno no se dedica a la inversión, tenemos que intentar que venga del ahorro externo a España y para eso debemos favorecer la inversión en nuestro país. ¿Lo hacemos? No. Con lo cual, estas son las cuestiones de las que tiene que dedicarse una política económica a medio plazo.
Superar la polarización
– Los Pactos de La Moncloa ayudaron a solucionar problemas económicos como a reducir la inflación por parte de los partidos políticos y los agentes sociales. ¿Se podría habilitar alguna solución viable en este sentido? Usted refleja en su libro que la nostalgia de aquel consenso aún permanece viva en el imaginario político de este país…
Los pactos de la Moncloa respondieron a una situación muy peculiar. Habíamos pasado de una dictadura a una democracia, la inflación estaba casi el 30%… En aquella época, lo importante fue que las fuerzas políticas en España fueron capaces de ponerse de acuerdo para llegar a una serie de acuerdos que mejoraran nuestra economía. Los pactos de La Moncloa no fueron solamente para reducir la inflación, sirvieron para introducir el IRPF…
En definitiva, permitieron avanzar en la modernización de España. Ahora es imposible establecer algo parecido debido la situación de polarización que se vive en nuestro país. Pero, justamente una de las cosas que deberíamos intentar superar es esta polarización y volver a lo que realmente hizo nuestro máximo desarrollo y nuestro gran desempeño, que fueron los gobiernos de moderación de centro-derecha y centro-izquierda en una situación política que no estaba polarizada. Mientras tengamos esta polarización sería imposible establecer acuerdos como los de La Moncloa.
En el vagón de cola de la UE
– Y esto no nos va a permitir avanzar.
No es que no avancemos. Por ejemplo, este año nuestra economía va a crecer más que la media europea. Los problemas que tenemos, por un lado, es que no avanzamos lo suficientemente deprisa cuando lo analizamos desde una perspectiva de varios años y, por otro lado, es que nos estamos separando en relación con la media europea de renta por habitante.
A principios de este siglo, en los primeros años estábamos en la media. Ahora estamos en el 85%, un 15% por debajo. Esto quiere decir que si la Unión Europea avanza deprisa, nosotros lo hacemos despacio, no que retrocedamos, sino que estamos avanzando más despacio. Con lo cual, llevamos camino de seguirnos descolgando y quedarnos en el vagón de cola de la Unión Europea y eso es lo que yo no querría para España.
– Hace alusión también al estado federal. ¿Estamos ahora en el momento de cambiar el estado de las autonomías por uno federal?
El estado de las autonomías es uno de los fundamentos institucionales actuales de España. Lo que sí que deberíamos intentar es cerrar las transferencias. Es decir, el problema que tenemos con las autonomías es que, contrariamente a lo que es un sistema federal, en este último se reparten las competencias entre el estado central y los estados federales. En España no lo hicimos así, dejamos abierto el sistema de competencias de las comunidades autónomas. Creo que ahora ha llegado el momento de cerrar el sistema. Es decir, vamos a ponernos de acuerdo y definir con qué competencias se van a quedar tanto las comunidades autónomas como el Estado central ya que no es bueno para la economía estar debatiendo esta cuestión continuamente.
Políticos que no están a la altura
– También piensa que nuestros políticos no están a la altura de la Constitución. ¿En qué se basa para afirmar este argumento?
Con este sistema de polarización es difícil. Nuestra economía y nuestra política requieren de un sistema de alternancia del poder y unos valores básicos compartidos. Cuando estos no se comparten es muy difícil dar respuesta a largo plazo a los intereses de España.
– También me ha llamado la atención otro problema que usted apunta y es la lejanía de la clase política de sus representados. ¿Esta brecha va a continuar abriéndose?
Esa lejanía que siente el ciudadano medio de la política no pasa solamente en España, pasa también en Europa y en otros países del mundo. Esto se debe a una serie de factores como la globalización, al desarrollo de las redes sociales… Yo creo que sí que habría que hacer un esfuerzo para que los políticos se acercaran más al pueblo.
Nuestro sistema político, en cierta manera, lo dificulta porque pues nuestro sistema de elección es proporcional y la circunscripción es la provincia.
Por ejemplo, en el sistema mayoritario o eventualmente proporcional, pero con circunscripciones más pequeñas en las que la gente conoce a su diputado. En circunscripciones grandes como puede ser Madrid o Valencia, si se le pregunta a un ciudadano cualquiera por el nombre de sus diputados, no conoce a ninguno.
Centrarse más en los problemas de la ciudadanía
Como no los conoce, no puede acercarse a ellos. Es decir que, en cierta manera, nuestro sistema político complica las cosas. Es cierto que esta situación se puede intentar mejorar, sobre todo centrándose más en los problemas que tiene la gente. En vez de eso, estamos discutiendo sobre otras cuestiones que no afectan directamente al día a día de la ciudadanía.
– En esta misma línea, usted recoge en su libro que los escaños de los diputados no pertenecen al partido, sino a la persona. ¿Cómo ve esta situación?
En mi opinión, el escaño es mejor que pertenezca a la persona. En España veníamos de un régimen de 40 años de dictadura en el cual los partidos políticos estaban prohibidos. En aquel momento, se intentó reforzarlos y para ello se tomó la decisión de que las listas electorales fueran cerradas y bloqueadas. Esto quiere decir que la cúpula del partido tiene mucho poder porque esta es la que hace la lista.
Con lo cual, esto otorga mucho poder al partido pero, al mismo tiempo, da poca libertad de acción al diputado. En otros países, con sistemas parecidos al nuestro, aparece la figura de los notables. Pero esto es posible porque las circunscripciones mucho más reducidas lo facilitan. Es decir, que hay una serie de problemas que habría que discutirlos, hablarlos y pensarlos con el objetivo final de acercar la política al pueblo para que este se sienta partícipe y cercano a las discusiones y las decisiones políticas.
– También hablaba de la monarquía y la República. ¿Sigue siendo la monarquía un factor de estabilidad política o en estos momentos tal y como usted reconoce?
Cada país tiene su historia y tanto la monarquía como la República, muy a menudo está determinada por la historia de los países. La monarquía tiene una ventaja que consiste en proporcionar estabilidad, tal y como hemos vivido con Juan Carlos I, cerca de 40 años y que se está prolongando con Felipe VI.
– ¿Y con la princesa Leonor?
Y con Leonor estoy seguro de que se mantendrá esta estabilidad.
– Usted ha dicho en algún momento que el presidente del Gobierno ejerce más de presidente de República…
Es un problema puramente terminológico, pero que tiene su enjundia. En la mayor parte de los países, a lo que nosotros llamamos presidente del Gobierno, se le llama Primer Ministro.
Esto viene del siglo XIX y es el presidente del Consejo de Ministros pero, a fuerza de decir presidente, presidente, presidente, presidente… al cabo del tiempo, uno se siente más presidente que Primer Ministro.
En definitiva, cuanto más cercano se está el pueblo y al control del pueblo, mejor.
El CGPJ y su atrasada renovación
– La renovación del Consejo General del Poder Judicial es un problema que está enquistado y que lo tenemos ahí desde hace ya unos años. ¿Cómo ve esta situación?
Lo que ha ocurrido y lo que está ocurriendo es bastante desdichado. Se trata de una institución básica que está bloqueada por los dos grandes partidos, que son los que a tienen que llevarlo a cabo.
El CGPJ está integrado por 20 personas, el problema es que inicialmente 12 elegía el parlamento, pero este lo hacía sobre la lista que proponían las organizaciones judiciales.
De ahí se pasó a que lo mejor era que los 20 los eligiera el Parlamento. Yo creo que el sistema anterior era mejor. Es decir, que una mayoría de los miembros del Consejo de Poder Judicial los elijan los jueces, pero también creo que es importante que el Parlamento, que es un órgano de representación de la soberanía popular, tenga algo que decir.
El sistema actual está completamente trabado y las consecuencias son que no se pueden renovar una serie de cargos que son muy importantes en toda la escala judicial y esta situación habría que desbloquearla lo antes posible pero depende de los partidos.
– ¿Qué consecuencias está ocasionando esta no renovación del Consejo General del Poder Judicial?
La primera de ellas es que hay un gran número de puestos importantes de la judicatura que están sin cubrir y esta situación no es buena para el funcionamiento normal de la justicia.
– ¿Se están produciendo retrasos?
Yo creo que más en los órganos superiores. Es decir, en todo aquello que tiene que ver con apelaciones, pero es un factor de retraso, no de aceleración.
Los deberes a medias
– Habla también de que nuestros políticos hacen los deberes a medias.
Debería también haber un acuerdo general para los problemas políticos y para las gestiones políticas antes de cerrar el mapa de competencias entre el Estado central y las autonomías. Habría que llegar a un acuerdo también para reformar el senado. Se trata de una cámara que habría que diseñar de otra manera para que fuera el canal por el que se expresaran los políticos de las comunidades autónomas.
– ¿Tiene sentido el Senado? Esta es una discusión actual…
El Senado tiene su sentido. En un país de comunidades autónomas y con el poder tan descentralizado como en España, tiene pleno sentido. No tiene sentido que sea una especie de segunda Cámara, que es como realmente está funcionando. Es una institución válida. La prueba es que en otros países descentralizados, como es el caso de Alemania tiene el equivalente. Con lo cual, es una institución que puede ser útil y que sería bueno reformarla para que sea una cámara territorial. Es decir, que fuera una cámara en donde las comunidades autónomas puedan pensar sus problemas, sus discusiones…
– Y ya, la última pregunta. Habla de que las democracias no necesitan salvadores.
La democracia lo que necesita son ciudadanos conscientes, ciudadanos bien formados y ciudadanos informados. Es decir, que la información en este aspecto es absolutamente fundamental. Eso es lo básico de la democracia.
Los salvadores son siempre peligrosísimos para la estructura de cualquier democracia.
Cuando llega alguien diciendo que va a salvar la democracia no, hay que fiarse. La democracia es un asunto de los ciudadanos. Son los ciudadanos los que definen la democracia cada día. Yo creo en una ciudadanía informada.