Los inversores, forzados a recalibrar expectativas sobre los tipos de interés
El mejor comportamiento de las economías occidentales de lo inicialmente proyectado por economistas e inversores, economías que se han mostrado más resistentes a la elevada inflación y a los altos tipos de interés de lo en principio esperado, ha forzado a los inversores, en lo que va de ejercicio, a llevar a cabo una profunda recalibración de sus expectativas con relación a la evolución futura de los tipos de interés oficiales.
Así, en los últimos meses se ha confirmado que la economía de EE.UU. sigue creciendo a un ritmo elevado –lo hizo a una tasa intertrimestral anualizada del 3,3 % en el 4T2023; tasa muy superior a la del 1,8 % que esperaban los analistas– y que, de momento, gracias a la fortaleza que sigue mostrando el consumo privado, y según señalan los principales indicadores adelantados de actividad sectorial, lo seguirá haciendo.
Además, la tasa de desempleo del país, situada en el 3,7 %, se encuentra muy cerca de su nivel mínimo en cinco décadas y por debajo del 5 %, nivel que la Reserva Federal (Fed) ha considerado tradicionalmente como el nivel de paro estructural. Este bajo nivel de desempleo tiene fuertes connotaciones inflacionistas, ya que presiona al alza los salarios.
Por último, la inflación, si bien se ha desacelerado sustancialmente desde el pico alcanzado en el actual ciclo económico, continúa holgadamente por encima del 3 %, lejos del objetivo establecido por el Banco Central del país, que es del 2 %.
Un escenario poco propicio
El escenario macroeconómico descrito, que muestra una economía que parece que va a ser capaz de esquivar, incluso, la entrada en una ligera recesión, entrada que hace unos meses se daba por segura, no es el más propicio para que la Fed baje sus tasas oficiales, ya que esta situación podría provocar que la inflación vuelva a repuntar, lo que forzaría al Banco Central Europeo (BCE) a subir nuevamente sus tasas y a provocar, esta vez sí, la entrada en recesión de esta economía.
Ello ha llevado a los inversores a revisar sus expectativas sobre tipos, lo que ha tenido un negativo impacto en los precios de los bonos, que llevan dos meses corrigiendo. Así, si al finalizar el ejercicio 2023 los mercados apostaban porque la Fed iba a comenzar a bajar sus tasas tan pronto como en su reunión de marzo y que lo haría hasta en un punto porcentual y medio durante el ejercicio 2024, ahora los inversores dudan incluso de que el Banco Central baje sus tasas en el 1S2024, aunque la opción de que lo haga en su reunión de junio sigue muy abierta, dependiendo de cómo evolucione la inflación en los próximos meses.
Además, ahora el mercado espera que, como mucho, la Fed reduzca sus tasas de interés oficiales en un punto porcentual, hasta aproximadamente el 4,37 %.
Las economías europeas, peor que USA
Por su parte, si bien las economías europeas han tenido un comportamiento relativo mucho peor que la estadounidense, con Reino Unido habiendo entrado en una leve recesión técnica a finales del 4T2023 y Alemania muy cerca de hacerlo, y con la de la Eurozona prácticamente estancada, su comportamiento global también ha sido mucho mejor del que habían anticipado tanto los analistas como los inversores.
Además, en todas estas economías los mercados laborales continúan mostrando una gran fortaleza, lo que sigue presionando al alza los salarios, factor este que es uno de los principales focos de preocupación tanto para el BCE como para el Banco de Inglaterra (BoE) en su lucha contra la inflación. Además, esta última variable continúa muy por encima del objetivo del 2 % establecido por ambos bancos centrales, objetivo que se tardará en alcanzar todavía unos cuantos trimestres.
Al igual que ocurre en EE.UU., el escenario macroeconómico en Europa no hace factible que, al menos en el corto plazo, los principales bancos centrales de la región comiencen su proceso de bajadas de tipos, en aras a impulsar el crecimiento económico, al menos hasta que la inflación dé claros síntomas de dirigirse al objetivo del 2 %.
Este hecho ha provocado, al igual que en el caso estadounidense, que los inversores se hayan visto forzados tanto a retrasar la fecha en la que el BCE y el BoE comenzaran a bajar sus tasas oficiales –se barajaba marzo y abril y ahora es junio la fecha de referencia–, como el importe de estas reducciones, que parecen serán ahora menos agresivas.
Varias connotaciones
De cara al comportamiento de los mercados financieros, esta recalibración de las expectativas de bajadas de tipos, consecuencia de unas economías que se están comportando mejor de lo esperado, tiene varias connotaciones, no todas ellas negativas. Empezando por estas últimas, cabe señalar que los activos que están viéndose más penalizados por ello son los bonos europeos y estadounidenses, cuyos precios han caído con fuerza en lo que va de año, a la vez que han repuntado sus rendimientos.
Este negativo comportamiento de la renta fija no se ha trasladado, de momento, a la renta variable de estas regiones, cuyos índices han comenzado el año al alza, animados por el impacto positivo que en las expectativas de resultados empresariales tienen unas economías que se muestran más sólidas de lo esperado. De hecho, y durante la temporada de publicación de resultados empresariales trimestrales, muchas de las empresas que han dado a conocer sus cifras se han mostrado más optimistas de lo esperado con el devenir de sus negocios en los próximos trimestres.
Por tanto, se puede concluir que, a pesar de que los tipos oficiales no van a bajar tan pronto como se estimaba y que lo harán menos de lo anticipado, esto no tiene por qué, como se está demostrando, ser negativo para las bolsas, al menos siempre que el escenario macroeconómico no se deteriore más de lo que lo ha hecho hasta ahora y comience a lastrar las expectativas de resultados empresariales y estas deban ser revisadas a la baja.