Mucho se ha hablado recientemente del Sur, el proyecto de una moneda común que conectaría las economías argentina y brasileña. Una divisa que, de lograr materializarse, afianzaría la unión monetaria entre Brasil y Argentina, y supondría cerca del 5% del PIB mundial.
Sin embargo, pese al ruido, todavía falta mucho camino para que el Sur sea una realidad. Así lo cree, al menos, el ingeniero Cristian Desideri, vicepresidente del Foro de Reflexión. Gran conocedor de la situación socioeconómica argentina, charlamos con el profesor acerca de la situación, los desafíos y las oportunidades que supone la posibilidad de esta nueva divisa.
Fundado en 1998 por académicos, intelectuales, economistas y empresarios argentinos, el Foro Reflexión tiene el objetivo de analizar la actualidad económica y empresarial. La asociación realiza diversos tipos de actividades para dar respuesta a los desafíos que enfrentan dirigentes, profesionales y empresarios.
Un objetivo común
-Se está hablando mucho últimamente del Sur, la posible futura divisa común de Brasil y Argentina. Ya hubo un primer intento en 2019 que finalmente no salió adelante. ¿Qué ocurrió entonces y por qué surge la necesidad de esta divisa?
Es cierto que han habido experiencias en el pasado que no han funcionado, entre otras cosas por varias cuestiones. El tratado de Mercosur, que comienza en 1987 e incorpora a Paraguay y Uruguay en 1991, ha funcionado como un bloque imperfecto de regionalización con enormes asimetrías. Esto ha sido reflejo de las asimetrías propias de economías tan dispares como la de Brasil, que supone el 50% del PIB de América del Sur, y otras economías mucho más pequeñas.
¿Por qué no ha funcionado? Por esas enormes diferencias. Estos últimos años, a partir de 2010, con la llegada de la crisis de las hipotecas subprime en EE.UU., que se acabará por extender a Europa, el comercio bilateral entre Argentina y Brasil era más del doble que tras la pandemia.
Eso explica la interdependencia que existe de flujos comerciales entre los países de Mercosur, lo que hace necesario comenzar a crear un mecanismo económico común para paliar la volatilidad económica internacional.
El objetivo es encontrar un instrumento denominador común comercial que refleje la potencia del producto interior bruto de la región. De ahí que sean Brasil y Argentina los traccionadores del mercado común del Mercosur.
¿En qué momento estamos?
-¿Cuál sería la situación socioeconómica argentina en la actualidad?
Depende de cómo lo contextualicemos. Ha habido un antes y un después por la pandemia, con una actividad muy baja que se ha ido recuperando a mediados del año 2021, coincidiendo con la apertura. Eso obviamente impactó en el Agro y en la Industria.
Desde entonces vemos un crecimiento de la economía, que, sin embargo, no es óptimo. La caída del PIB argentino debido al impacto del Covid-19 fue del 14%, de diente de serrucho. Desde entonces se ha vivido un rebote de la economía que no llega a ser suficiente.
-Argentina y Brasil son dos países que atraviesan momentos de cierta inestabilidad. Recientemente hemos visto un intento en Brasil de toma de las instituciones y algunas de las noticias que llegan son preocupantes. Analistas con los que hemos consultado opinan que, si bien la lógica pondría como requisito previo la estabilidad para la creación del Sur, es precisamente esta divisa común lo que podría traer la estabilidad. ¿Qué opina usted al respecto?
Cuando nosotros hablamos de moneda común siempre se hace teniendo en cuenta la experiencia internacional del Euro. Este proceso necesitó cuatro décadas. Este es un primer paso que llevará tiempo; sin embargo este primer paso es un acuerdo con Brasil para crear un mecanismo que financie importaciones a un año vista.
La Argentina tiene un problema de divisas, cuanto más crece la economía más necesitamos importar del exterior, pero nos faltan dólares.
Esta moneda no será inmediata y no debemos generar falsas expectativas
Ahí es donde entra en juego este mecanismo, que puede ser un atajo para lo que después acabe siendo una moneda común, que veremos cómo se comporta en el tiempo. Sin embargo, hay que dejar claro, tal y como dijo el primer ministro argentino, que esta moneda no será inmediata y no debemos generar falsas expectativas.
Sí debemos, no obstante, seguir planteando esquemas que permitan un incremente sustancial del flujo comercial disponible para el sector privado.
Un gran desafío
-¿Cuáles son las principales dificultades con las que se puede encontrar este proyecto?
Básicamente se busca favorecer el fortalecimiento del comercio intra Mercosur, debido a la necesidad de potenciar el flujo comercial y financiero para no ser tan vulnerable. Lo que se busca es habilitar profundizar ese sistema de comercio de ambos países reflejando los PIB de cada miembro.
Para Argentina es muy importante Brasil, a nivel histórico pero, principalmente, por la proximidad de sus mercados.
Mercado común
-¿Estaría abierta esta posible moneda común a la participación de otros países?
Sí, totalmente. Hay que ser profesional y cauto. Es una buena noticia, pero hay que darle tiempo, contenido e instrumentos. Al igual que ocurrió en su día con la Unión Europea (UE), habrán mecanismos a generar y otros a corregir. Todavía no está en el radar, no ocurrirá mañana, esto es un proceso paulatino e incremental
Para ello es necesario profundizar el vínculo comercial de actividad económica. En la actualidad es ya muy importante, entre otras cosas el producto bruto industrial de exportación de la industria automovilística. Esta herramienta podría por tanto ser un primer paso y la gran traccionadora podría ser el sector industrial.
¿Habrá Sur?
-¿En qué punto exacto de desarrollo se encontraría, por tanto, este proyecto?
Hoy en día los tiempos se aceleran mucho más en los procesos de vínculo debido a la interdependencia económica y la globalización. Con sus pros y sus contras, hay que ver lo que le costó a España acceder a la UE y la velocidad con la que lo hicieron ciertos países del este de Europa.
Hay un aprendizaje tan grande de lo que fue la unión previa a la UE, la que fue la Comunidad Económica del Carbón y del Acero (CECA), que a nosotros nos sirve para acelerar este proceso. Lo que se llamaría en la pedagogía del conocimiento la «curva de aprendizaje».
-Partiendo de que el proceso no será inmediato. Cuando se dé, ¿no podría interpretarse como un desafío para el dólar norteamericano?
Es un desafío para el dólar norteamericano, para las inversiones. También es el desafío de un continente que tiene enormes riquezas naturales y alimentos de agua dulce y energía, en un momento de crisis en Europa.
Somos grandes exportadores de energía por la potencialidad. En el sur argentino, en la Patagonia, tenemos la segunda reserva de gas no convencional más grande del mundo, el gaseoducto llamado Vaca Muerta. Esto nos ofrece la posibilidad de integrar la exportación energética que necesita el desarrollo industrial de Brasil.
Se está trabajando en acuerdos bilaterales que permitan hacer esto posible y completar el segundo tramo del gaseoducto de Vaca Muerta, que llevará por nombre Néstor Kirchner. Hay una actividad económica a seguir potenciando frente a un mundo muy complejo, heterogéneo, con grandes desestabilizaciones debido a la guerra de Ucrania.
América Latina tiene alimento y excedente de energía, agua dulce y minerales. Estamos, junto con Bolivia y Chile, en el denominado «Triángulo del Litio».
Doble filo
-Sin embargo, tener recursos puede ser una bendición pero también un arma de doble filo.
En efecto, es lo que se llama el «mal holandés». Es un desafío que irá al pulso de las desestabilizaciones que ocurren en otras partes del mundo. El valor añadido de ese recurso natural, poder industrializarlo y poder aumentar los términos de intercambio, es el desafío de América Latina desde el siglo XIX.
También es cierto que las cadenas globales de producción hacen posible un gran desarrollo económico y tecnológico en poco tiempo. Un ejemplo muy claro es Corea del Sur.
América Latina no es uniforme entre sí, tiene distintos niveles de desarrollo. México, Brasil y Argentina en un primer nivel, seguidos del resto de países. Pero la tecnología, la conectividad y la interdependencia nos permite acelerar ese proceso.
No podemos saber a ciencia cierta qué va a pasar, pero sí creo que hay una enorme posibilidad. El proceso de transnacionalización productiva hace que las cadenas de suministro lo aceleren todo. El Covid-19 lo demostró claramente, ahora Europa y EE.UU. se están planteando volver a fabricar chips y no con una mentalidad de mercado, sino de búsqueda de recursos estratégicos.
La nueva economía post pandemia ha superado el análisis con criterios de lógica de mercado y se centra en los recursos estratégicos, las oportunidades y, sobre todo, el timming.
Un camino independiente
-Christine Lagarde, la presidenta del BCE, afirmó recientemente en Davos que el camino de Estados Unidos no tiene por qué ser necesariamente el de Europa. Se vive un momento de cambio y muchos países europeos se plantean la dirección a tomar. Si se materializa finalmente esa moneda común, ¿esto supondría abrir una puerta del comercio de América Latina a los denominados BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica)?
Esa es una pregunta multidimensional. En febrero del año pasado estuve dando una charla en el Congreso de los Diputados en Madrid y posteriormente en Extremadura; durante mi estancia me encontré con problemas muy similares a los que tenemos en Argentina, pese a que Europa y América Latina se encuentran en estadios de desarrollo distintos.
Son los siguientes: problemas de inflación, escasez de energía y aumento del coste de los alimentos. Eso complica la vida de cualquier ciudadano. Hasta los años 2000, el primer inversor de Argentina era España, que acabó por mirar a China y otros países del hemisferio norte.
Todo espacio que no ocupa alguien lo va a ocupar otro, el hueco en América Latina lo ocupó China.
Como con las reglas de la física, donde todo espacio que no ocupa alguien lo va a ocupar otro, el hueco en América Latina lo ocupó China. Hoy el gigante asiático es el principal inversor en el continente en cuanto a flujo de inversión.
El vínculo comercial es muy grande en la actualidad, el desafío para los europeos es volver a ver América Latina como un lugar natural en el que estar. Tras más de dos décadas de mirar hacia otro lado, ahora se encuentran con un rival presente en todos los sectores de la economía con empresas muy potentes.
Somos pues un territorio en disputa con Estados Unidos, que tradicionalmente ha considerado América Latina como su patio trasero. Esa situación se encuentra en desarrollo y su desenlace es incierto, no lo podemos predecir. Lo que sí sabemos es que la familiaridad con una empresa española es mucho mayor que una China, pero faltó presencia.
Con respecto a los BRICS, estos supusieron un desafío en mitad de la burbuja de las materias primas. China crecía al 12% y traccionaba a las demás economías, pero el país asiático ya no tira de la economía como lo hacía. Eso implica una ralentización, por lo que creo que, con Lula como presidente de Brasil, los BRICS tendrán una impronta política mucho más fuerte, pero no me atrevo a decir si recuperará la fuerza comercial perdida.
Hay que ver si eso se refleja en los flujos de comercio y los flujos de inversión.
Recuperar lo perdido
-La UE ha mostrado su interés en reanudar el contacto con América Latina. Para ello históricamente se ha mirado a España… ¿crees que es posible recuperar la fortaleza de la relación de nuestro país con América Latina?
Totalmente. El Foro Reflexión, que es la entidad que presido, se creó en 1998. En aquel momento la presencia de Iberdrola, de Repsol, de Iberia, BBVA o Santander, eran prácticamente los ejes en cada uno de los sectores de la economía argentina.
Eso se ha ido desarmando, pero el vínculo cultural y afectivo es tan grande, que es únicamente cuestión de volver a retomar e intensificar las relaciones. Es mucho más rápido volver, que empezar a construir. El idioma nos vincula, la historia nos une, el afecto acelera el proceso de hablar como si nos conociéramos desde hace mucho tiempo.
Eso hay que trasladarlo al mundo empresarial. ¿Cómo? Con líneas de crédito de los bancos españoles hacia empresas españolas que puedan vender en América Latina y viceversa. También con encuentros de cooperación entre los países de América y España como puerta de entrada y salida a Europa.
De igual forma, potenciar los vínculos institucionales académicos: hay que seguir profundizando líneas para que los estudiantes puedan viajar de ida y vuelta. Y la gastronomía y el turismo cumplen un papel fundamental en todo esto. Te lo digo porque yo veía en la década de los 90 a Carlos Arguiñano y sus recetas de cocina. Te lo vengo a decir porque Antena 3 y Televisión Española se ven en todos los domicilios argentinos.
Eso da una afinidad que después hay que transformar. Desde la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE) y los distintos organismos empresarios, hay que aumentar la presencia bilateral y así volver a retomar el camino perdido.