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Competitividad versus competencia

Enrique Lluch, Profesor de Economía en Universidad CEU Cardenal Herrera
Publicado a 07/02/2022

En estos últimos tiempos estamos asistiendo a una verdadera obsesión por la competitividad. Intentamos que nuestras empresas sean competitivas, que nuestros estudiantes también lo sean, que nuestro país logre una elevada competitividad internacional. Parece indiscutible que la competitividad es una condición necesaria para poder sobrevivir en la actual sociedad y que, si no apostamos por ella, las consecuencias van a ser negativas para quienes no logran alcanzar el nivel necesario de competitividad para la sociedad en su conjunto. Pero, cabe preguntarse si esta es la mejor opción para nuestra sociedad y para cada uno de nosotros. Porque podría suceder que la búsqueda de la competitividad resulte en otra serie de problemas que reduzcan las aparentes ventajas que esta tiene.

La competitividad se percibe como la capacidad que tenemos nosotros o nuestras empresas para vencer en una aparente guerra económica en la que las empresas compiten entre sí para obtener cuota de mercado y mayores beneficios; y en la que los individuos competimos entre nosotros para obtener los empleos bien remunerados que, como todos sabemos, no son demasiados.

Competitividad versus competencia

Por ello, organizamos la sociedad para que todos estemos enfrentados entre nosotros. En un entorno en el que se sobrevalora el éxito, este solamente se consigue si hay otros que fracasan, si existen otras empresas o personas que no lo consiguen. Lo bueno para mí es necesariamente malo para los demás. El triunfo de unos pocos supone el irremediable fracaso de otros, que no solo no consiguen alcanzar sus objetivos, sino que son señalados como causantes de su propia derrota.

En este entorno, las empresas tienen que crecer, incrementar su cifra de negocios y aumentar sus beneficios. Estos aparecen como el principal objetivo a lograr y ser competitiva es clave para vencer a las otras, llevarse el gato al agua y eliminar a la competencia. Para lograrlo, el tamaño es clave, porque ser grande supone la posibilidad de tener los mismos beneficios totales a través de un margen menor y unas ventas muy superiores. Creciendo se obtiene la posibilidad de exigir al proveedor para que sea él quien asuma la reducción del margen y yo mantener o incrementar mis ganancias.

Oligopolios y monopolios

Por ello, la búsqueda de empresas competitivas se traduce con frecuencia en un apoyo a las fusiones, absorciones o la simple y llana eliminación de la competencia para crecer. El grave problema de esta manera de organizar los mercados y de potenciar las mejoras de competitividad es que tiene varios perjudicados y unos pocos beneficiados. El primer perjudicado es la propia competencia, ya que se ve drásticamente reducida creciendo los mercados oligopolísticos o directamente monopolísticos.

Esto conlleva unos problemas graves para los consumidores porque pierden gran parte de su capacidad de elección; no pueden optar por unas empresas u otras porque el número de ellas se ha reducido y se encuentran ante compañías tan grandes que practican las mismas estrategias sabiendo que salirse de ellas les perjudica. El siguiente problema lo tienen los proveedores, que tienen una escasa capacidad de negociación ante unas compañías con mucho poder de mercado.

Por último, estos grandes conglomerados, por su elevado tamaño, precisan de una legislación exigente para evitar los problemas que se derivan, precisamente, de su tamaño. Sin embargo, con frecuencia esta normativa se impone también al resto del sector, lo que lleva a la desaparición de muchas empresas que no pueden asumir unos elevados costes derivados de unas normas perfectamente asumibles para las grandes empresas.

“El camino es incrementar la competencia para construir empresas competentes”

Los grandes beneficiados de estas políticas son las empresas grandes que, gracias a toda esta dinámica y a la retórica de la competitividad, logran eliminar a su competencia gracias a las normas que se imponen en el mercado, al apoyo público que logran para seguir sus estrategias de fusiones y absorciones, al gran poder de mercado que acumulan y las ventajas que este les supone a la hora de que clientes y proveedores tengan que aceptar sus condiciones de contratación.

Cabe preguntarse si esta situación que va dándose poco a poco en cada día más mercados es la que deseamos para nuestra sociedad. ¿Es verdad que lo mejor para todos es tener empresas competitivas? ¿Preferimos realmente un modelo de poca competencia con oligopolios y monopolios?

Porque tal vez la sociedad preferiría un modelo de empresas competentes y no competitivas. Es decir, de empresas que nos ofrezcan unos productos adecuados a nuestras necesidades y deseos; que paguen salarios dignos a todos sus  trabajadores y generen empleo seguro; que promocionen el desarrollo económico del entorno en el que trabajen y paguen impuestos en el lugar en el que ganan dinero para que el sector público pueda generar las infraestructuras que precisan para ejercer su actividad; garantice un entorno de seguridad jurídica para que la actividad económica se lleve a cabo sin sobresaltos y provea educación, salud y bienestar para las personas.

Creo que para lograr estas empresas competentes que sigan beneficiando a la sociedad tenemos que garantizar la existencia de competencia entre empresas. Incrementar la competencia para construir empresas competentes creo que es el camino, frente al modelo actual de reducir la competencia para lograr empresas competitivas.

Sobre el autor

Enrique Lluch Frechina es Doctor en Ciencias Económicas y Licenciado en Económicas por la Universitat de València, Licenciado en Derecho por la UNED, Bachiller en Teología por el Instituto Teológico de Murcia, Máster en Comunidades Europeas por el ICADE y Máster en Dirección y Administraciones de Empresas por la Cámara de Comercio de Valencia.

Ha ampliado su formación en la London School of Economics y ha dirigido proyectos de investigación con la Universidad Católica de Mozambique y la Université de Kara (Togo).

Actualmente, es profesor de Economía de la Universidad Cardenal Herrera CEU de Valencia. En esta Universidad ha dirigido la Cátedra de Solidaridad y el Máster Universitario en Dirección y Gestión de Empresas MBA.

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