No es ninguna novedad que las grandes corporaciones han servido tradicionalmente de cabeza tractora para las grandes transformaciones que se han ido dando con el paso de los años sobre el tejido económico y empresarial. La grandeza atrae a la grandeza, ya saben. Además, si hay una lección que estamos aprendiendo con el desembolso de los fondos europeos es que para cambiar hay que pagar. El desembolso económico requerido en estos casos es muy alto. ¿Qué hay entonces de las pequeñas y medianas empresas? ¿Tienen las mismas oportunidades que las grandes? ¿Son sus retos aún mayores?
Pongamos que tiene usted una empresa de no más de 15 empleados. Con un presupuesto ajustado y rodeado de un contexto de encarecimiento de energía, variantes de un contagioso virus y una materia prima principal en su producción que ha multiplicado la factura por dos, si no más. A esto, súmele ahora la presión de cumplir con los requisitos sostenibles que se exigen cada vez más, no ya solo desde equipos gubernamentales propios y foráneos, sino también por la pieza fundamental de su compañía: el cliente.
Ante esta situación cabe preguntarse: ¿es el desarrollo sostenible una piedra en el camino para las pymes?
Contar, por ejemplo, con un departamento propio de Responsabilidad Social Corporativa (RSC) es una inversión que muchas empresas, ya maltrechas y sacudidas por la pandemia, no tienen ánimo económico de asumir.
Implantar la economía circular en nuestras empresas es indispensable hoy en día. Se trata de un viaje para el que ya es tarde volver atrás. Es más, ni debemos ni podemos. Eso sí, especial atención para esas 2.938.391 pymes que la Dirección General de Industria y de la Pequeña y Mediana Empresa aseguraba, a fecha de diciembre de 2021, que existían en España. Que las oportunidades de mejora no se conviertan en guijarros, piedras o rocas -a cada cuál la suya- en el camino hacia una economía mejor.