Esta semana, la Autoridad Bancaria Europea (EBA, por sus siglas en inglés) ha publicado una encuesta por la cual el 60% de los bancos europeos consideran -o, al menos, han considerado- la posibilidad de fusionarse. Es decir, una sólida mayoría de las entidades bancarias del viejo continente creen que al proceso de concentración bancaria, lejos haber finalizado, le queda, todavía, un amplio recorrido por delante.
Este ejercicio de investigación -de carácter semestral y denominado, por la propia EBA, como Cuestionarios de Evaluación de Riesgos– recoge la opinión de 59 entidades bancarias y un número considerable de analistas. Una muestra que perfectamente se podría calificar como representativa. Además, el estudio deja bastante claro el ‘feeling’ que tienen los propios integrantes del sector bancario. Un sector al que los obstáculos se le acumulan, desde hace ya varios años.
La crisis de las hipotecas subprime -cuyo momento más simbólico fue la caída Lehman Brothers- en 2008 fue, sin duda alguna, el punto de inflexión. Desde aquel colapso a nivel mundial, que llegó a cuestionar seriamente la existencia del sector, la actividad bancaria no ha dejado de estar en el ojo del huracán.
A raíz de aquella crisis financiera, las entidades -que sobrevivieron- se han visto obligadas por el regulador -mucho más reticente desde entonces- a una regulación más estricta. La mayor severidad legislativa ha forzado a los bancos a ser mucho más conservadores con sus políticas de provisiones, teniendo que disponer de ‘colchones de capital’ mucho más amplios. Diagnostico final: entidades más solventes pero considerablemente menos rentables.
Si a esta situación le añadimos el hándicap de los bajísimos tipos de interés el problema de la rentabilidad se agrava. No precisamente poco.
Con los beneficios estrangulados por dos frentes -más consumo de capital y tipos de interés por los suelos- la única forma posible de mejorar el rendimiento es reducir costes. Es en este momento, cuando la fusión entre entidades aparece en escena.
Esta situación es la que ha hecho posible el intenso proceso de concentración bancaria que lleva produciéndose en nuestro país desde hace más de una década.
Pues bien, lejos de concluir, todo apunta a que a la reducción de ‘players’ en mercado bancario le queda recorrido. Cuando empiecen a retirarse los estímulos económicos de la pandemia –vencimiento de los créditos ICO, entre otros- la morosidad comenzará a repuntar. No lo digo yo, es la propia banca la que ya ha estimado un incremento de los impagos para la primera mitad del año. Este hecho derivará en un giro conservador, por parte de los bancos, en sus políticas de crédito.
Teniendo en cuenta que el incremento de los tipos de interés en Europa ni está ni se le espera, la realización de nuevas operaciones de fusión entre bancos está garantizada. No sabemos todavía quién será el próximo Caixabank o Unicaja. Lo que parece bastante evidente es que el ‘The Last Dance’ de las fusiones bancarias queda, todavía, bastante lejos.