Mucho se está hablando en los últimos días de la reforma laboral: limitación de contratos temporales, impulso de la reducción de jornada frente al despido, limitación al empresario para modificaciones unilaterales, revisión de los contratos formativos, control de la subcontratación, salarios marcados por el sector… En todas estas propuestas no veo ni una sola en la que se plantee el verdadero problema al que en unos años tendremos que hacer frente y es la falta de mano de obra. Se avecina una crisis de la fuerza laboral y, una vez más, pecamos de miopes.
Hay varios informes en los que se plantea que, en 2030, cuando la generación del baby boom se jubile tendremos un déficit de personal. Es decir, tendremos más empleos que ciudadanos adultos para hacer esos trabajos, que indudablemente necesitaremos cubrir con personas venidas de otros países.
Nos enfrentaremos a una crisis de mano de obra mundial en la mayoría de las grandes economías y la situación será más difícil todavía puesto que habrá un déficit de oferta de trabajo de las personas de alta cualificación y un superávit de oferta de trabajadores poco cualificados (véase que, en el mercado laboral, la oferta de trabajo la proporcionan los trabajadores y son las empresas las que demandan esa fuerza laboral).
Así que nos enfrentaremos a un desfase de capacidades en el futuro próximo con enormes desafíos en términos de educación, capacitación y mejora de las cualificaciones en los gobiernos y en las empresas.
Ante la pregunta de si la tecnología nos ayudará a resolver esta crisis, la respuesta no es tan evidente. Por ejemplo, también según diversos estudios, en la industria automotriz el 40% ya son robots. No obstante, esos robots también hay que aprender a usarlos, con lo que volvemos a hacer hincapié en la cualificación del personal. Así que las personas con talento serán muy importantes en esta próxima década.
Respecto a las preferencias de las nuevas generaciones a la hora de elegir un país en el que trabajar, recientemente he leído un estudio al respecto en el que figuran los siguientes países por orden de preferencia: EE.UU., Reino Unido, Canadá, Alemania, Suiza, Francia y Australia.
Y yo me planteo, ¿dónde queda España?
Sin duda es algo de lo que ya deberíamos de estar ocupándonos para posicionar a nuestro país en este ranking de destinos preferidos, para atraer talento y también para que el talento que tenemos no huya.
En cuanto a las preferencias para elegir un país y una empresa en la que trabajar, también el mismo estudio destacaba las siguientes:
En primer lugar, ser reconocidos por su trabajo, los trabajadores buscan reconocimiento; en segundo lugar, buena relación con los compañeros; en tercer lugar, un buen equilibrio entre vida laboral y personal y; en cuarto lugar, una buena relación con su jefe.
De modo que, ante una futura crisis de mano de obra, con escasez de oferta de trabajo cualificado (por parte de los trabajadores) y un desajuste de competencias, unido a un desafío cultural importante, ¿qué posibilidades hay?:
1-Predecir la oferta y la demanda de trabajos cualificados.
2-Desarrollar un plan para atraer a grandes personas.
3-Educar y mejorar sus cualificaciones.
4-Hacer realidad la cultura del reconocimiento.
Ninguno de estos puntos se contempla en la reforma laboral y deberíamos anticiparnos para que, una vez más, no nos pille la crisis con el pie cambiado.
De nuevo desde las empresas tenemos que plantear este tema para que el Gobierno no se centre en tomar medidas electoralistas y piense en grande y con visión de futuro. Pues será fundamental para nuestro PIB estar en el ranking de países más valorados para que los trabajadores ofrezcan su fuerza de trabajo.
Mientras tanto, disfrutad de este fin de semana largo.