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«La melancolía del turista», objetos que cuentan sus propias historias

Redacción E3
Publicado a 28/11/2019 6:16

Los objetos se convierten en sujetos para contar sus historias, las vidas y anécdotas de quienes un día estuvieron con ellos. Es la base del trabajo de Oligor y Microscopia, formación mejicano-española que esta semana estrena en la Comunitat Valenciana La melancolía del turista, tras su paso por el festival catalán Temporada Alta.

Dentro de su línea de fomento de los nuevos lenguajes escénicos, el 29 y 30 de noviembre el Teatre el Musical (TEM) acoge tres pases de esta delicada propuesta de Teatro Documental de Objetos, un subgénero que han creado la mexicana Shaday Larios y el navarro Jomi Oligor, los integrantes de esta compañía. En pleno viaje a València, Sharay nos da algunas pistas, aunque no muchas -ya que es muy cuidadosa con los spoilers y no existen fotos de sus representaciones- para despertar nuestra curiosidad.

«La melancolía del turista», objetos que cuentan sus propias historias

-El título La melancolía del turista puede hacer pensar que la obra trate sobre el fenómeno de la turismofobia. ¿Es así o no tiene nada que ver?

-Se toca de manera indirecta. No era nuestra intención, pero ahora que la hemos estrenado nos hemos dado cuenta de que esa es una de sus lecturas también. Pero los lugares de los que hablamos  son sitios donde los turistas son muy bienvenidos, aunque eso no quita que el turismo aparezca como una forma de extractivismo de las ruinas, de los paisajes y de muchas otras situaciones en la obra. Más bien nos interesaba hablar de ese estado, que acuñamos como melancolía, que para nosotros es un estado de consciencia, de percepción, que acontece en esa suspensión de las vidas que se suele llamar periodo vacacional, en el cual nos damos cuenta de ciertas rupturas, ciertas discontinuidades, sobre todo en los contextos que aparecen en la obra, que no te voy a contar para no hacer spoilers. Son lugares a los que fuimos, y que en algún momento han sido espacios vacacionales muy renombrados, pero que ahora están en decadencia. Las imágenes de esos lugares que fueron paradisíacos sin embargo, en contraste con lo real, no calzan. Hay un hueco ahí, un vacío. Y a eso nos referimos con melancolía.

-Cualquiera pensaría que la melancolía viene cuando termina el viaje y se vuelve a la rutina…

-Ya, claro. En este caso, se da de las dos formas. Un poco de la melancolía que acontece cuando estás en ese sitio y lo que te han vendido no tiene nada que ver con esa realidad, sino que es todo lo contrario. Y también, por supuesto, dicen que el gran motivo del viaje es uno mismo, entonces al final queda la pregunta de qué nos hemos traído de vuelta, qué es lo que quedó. Los dos estados aparecen, el vivido en ese trabajo de campo y los restos de ese viaje.

-¿A qué lugares os referís?

-No nos gustaría contarlo, porque no queremos hacer spoilers, pero son dos lugares que el público descubrirá.

-Lo que dices suena a una metáfora de la vida. Melancolía y desilusión, en este caso centrado en el turismo, pero que puede ocurrir en muchas otras cosas, las aspiraciones, las ambiciones, lo que uno finalmente consigue…

-Creo que sí. En el fondo la obra es una pregunta sobre el tipo de imagen que nosotros producimos en el tiempo en que estamos de viaje, qué es lo que vamos a recordar, qué es lo que nos quieren hacer recordar, y es una pregunta que se abre en general a nuestras vidas, más que nada en este tiempo digital, donde estamos produciendo tantas imágenes cada segundo, generando escaparates de nosotros mismos y nuestras propias vidas. La obra se expande hacia la pregunta sobre si no estamos siendo nosotros turistas de nuestras propias vidas con esta constante producción de imágenes.

objetos

Jimi Oligor y Shaday Larios. | E3

-A través de las redes nos autopublicitamos y cada uno pone lo mejor de sí mismo y lo puede llegar a confundir con la realidad, ese el problema.

-Exacto. Esta obra tiene un poco ese trasfondo. Trabajamos mucho con el objeto fotografía, con el objeto postal, y sí, qué imágenes nuestras soñamos y producimos.

-Bordeando la frontera del spoiler, ¿qué sensaciones buscáis causar en el espectador? ¿Con qué reflexión os gustaría que se fuera a casa?

-Hay varias. Una es la que comentaba sobre qué es lo que recordamos cuando nos vamos lejos, cuando buscamos cierto descanso o autenticidad, o lo que cada uno busque. ¿Por qué nos vamos tan lejos? Pensamos que yéndonos lejos nos vamos a encontrar algo más. Pero por otro lado, también, siempre nos gusta generar intimidad. El hecho de actuar para 40-45 personas. Estamos tan cerca de los espectadores que casi nos pueden oír susurrar, y nos interesa que la gente se lleve también una cercanía que no vivimos normalmente, el teatro como cercanía, como acompañamiento, en este caso para desvelar las historias que se esconden detrás de ciertos objetos. En esta sociedad de consumo de objetos, que la gente se detenga y escuche el entorno material que tiene. Estamos tan acostumbrados a desechar, comprar, que no escuchamos realmente lo que estamos haciendo con lo inanimado.

-¿Y qué descubrimos al escuchar a los objetos? Hay una diferencia entre los rutinarios y los de los viajes, porque ahí nos fijamos más…

-Nos gusta usar la palabra objetocentrar (ríe). En la teoría teatral se utilizan los términos textocentrismo o escenocentrismo, partir de un texto para hacer una obra, o del espacio para crear el texto. Nosotros usamos el objetocentrismo, porque partimos de la escucha de varios objetos y, como si fuésemos detectives, a partir de tirar de toda la biografía, de la trayectoria social que hay detrás de los objetos, cómo se van creando líneas narrativas a su alrededor.

-¿Cómo decidisteis explorar este camino tan particular? Os importa mucho que no se confunda con un teatro de marionetas…

-Le llamamos Teatro Documental de Objetos, porque lo que nos interesa son las memorias y la información que es capaz de dar un objeto cuando se le pone atención a la historia que contiene, no inventar una nueva. Su propia memoria puede ser un dispositivo poético.

-Te preguntaba más bien por cómo llegasteis a este estilo, a esta forma de expresión, cuál fue vuestra inspiración.

-Comenzamos con la obra La máquina de la soledad, que vino a València hace tres años. Somos como arqueólogos de Rastros, nos gustan y son una gran inspiración. Comenzamos a darnos cuenta de este tipo de teatro a partir de una maleta que encontramos con 600 cartas de amor del Siglo XIX que protagonizaron la obra anterior. A partir de ahí ya no pudimos parar. Entonces empezamos a buscar historias de vida a partir de los objetos, abrimos una Agencia de Detectives de Objetos, y nos invitan a hacer residencias en territorios donde hacemos obras de teatro a partir de objetos documentales que aparecen en el lugar y de las historias que cuenta la gente. Acabo de publicar un libro que se titula Detectives de objetos, que tiene que ver con toda esa línea de la memoria de los objetos en comunidades. Ya no sabemos ni cómo, pero se ha vuelto nuestra manera de hacer.

-¿No conocéis a nadie que haga este tipo de teatro?

-No conocemos a mucha gente que lo haga, aunque sí que es verdad que las nuevas generaciones están muy interesadas en trabajar el tema de la memoria a través de los objetos. Me gusta llamarlo teatro de formas animadas, no de marionetas o de títeres porque abarca muchos más territorios. Creo que tiene mucho que ver con este cambio generacional, en el que estamos viendo cómo desaparecen muchos objetos. Esta era digital ha hecho aparecer muchas tecnologías y desaparecer muchos objetos. También es un reflejo de la sociedad en la que vivimos. Nos dan relatos oficiales, grandes historias que invisibilizan la microhistoria, la intrahistoria, que estos objetos despiertan. Todas esas líneas, y muchas más, hacen que nuestra generación y la siguiente salga a buscar la memoria que tienen los objetos.

-¿Una llamada de atención frente a la rapidez del mundo digital hipercomunicado?

-Claro, tiene que ver con eso. A través que la gente que nos escribe nos damos cuenta de que hay una tendencia fuerte a rescatar viejas tecnologías. Es sintomático.

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