Son muchos los investigadores y expertos en desarrollo de las TIC que han definido la brecha digital, pero me quedo con el enunciado que Jesús Cortés Vera nos dejó en 2009: «… es cualquier distribución desigual en el acceso, en el uso, o en el impacto de las tecnologías de la información y la comunicación entre grupos sociales».
Acceso, uso e impacto: estas tres palabras nos sirven para comprender en qué estado se encuentra, desde un punto de vista sociológico, el comercio electrónico en nuestro país, y son las claves que, desde Confianza Online, hemos analizado a través del reciente Estudio sobre la Tendencia y evolución del consumo digital en España 2018-2022. No ha sido casual la elección del periodo de referencia porque, como todos sabemos -y no nos cansamos de recordar-, la pandemia ha cambiado definitivamente el panorama digital y el actual modelo de participación social, más horizontal y democrático que nunca, pero en el que las brechas, lamentablemente, siguen existiendo.
La originalidad de nuestro estudio radica en que los más de 11.400 consumidores de la muestra analizada, en paridad de condiciones, han podido realizar una compra a través de internet y han podido hacer valer sus derechos de forma satisfactoria frente a una tienda online, de ahí que los datos sobre las brechas en el comercio electrónico arrojen unos datos tan significativos, como reveladores.
Acceso, uso e impacto: mujeres y hombres acceden y usan las herramientas digitales por igual y, estas, tienen un impacto significativo en sus hábitos de compras. Podemos entender la importancia de este logro si echamos la vista atrás, a la evolución del comercio en general, no solo digital: hace años todo esto era imposible, acceso, uso e impacto eran una prerrogativa de los hombres que eran quienes gestionaban la economía doméstica.
El punto de inflexión ha sido la pandemia en 2020, cuando todos los consumidores nos hemos visto ante la necesidad de comprar online y así hacer frente a las restricciones de movilidad. El resultado ha sido que, en tan solo 5 años, las mujeres hemos reducido paulatinamente la brecha de género hasta anularla en 2022 y haciendo del ecommerce el ámbito más igualitario de la economía.
Esta anulación de la brecha de género demuestra que hoy en día las mujeres tenemos libertad económica para elegir dónde, cuándo y qué comprar, independientemente de la edad y de las habilidades digitales. Por ejemplo, ya no hay estereotipos y los productos más comprados por hombres y mujeres ya no son tan «identificables con un género»: los hombres compran más flores que hace 5 años y las mujeres más artículos de electrónica. Todos compramos de todo, ningún producto es exclusivo de un género, pueden existir preferencias -y siguen existiendo-, pero éstas ya no definen al comprador online.
En términos de brecha generacional, en el imaginario colectivo los consumidores digitales se identifican con jóvenes acostumbrados a las nuevas tecnologías y con unos conocimientos y habilidades en su uso que parecen inalcanzables a buena parte de la población. Sin embargo, el estudio revela que, además de haberse igualado en términos de género, el ecommerce está verdaderamente al alcance de todos y la edad ya no constituye un impedimento para las compras online.
En los últimos 5 años, hemos asistido a un progresivo acercamiento generacional en el que, si bien el comprador tipo sigue teniendo 41 años de media, encontramos a compradores desde los 18 hasta los 91 años, que adquieren los productos más diversos y saben qué hacer si algo les genera alguna duda. Es significativo de esta evolución hacia la democratización del ecommerce que, por ejemplo, las consumidoras de la muestra de mayor edad hayan sido mujeres que han comprado online, que han tenido alguna incidencia pero que han sabido contactar con quienes se la podían resolver y que han conseguido un acuerdo satisfactorio con la tienda online.
La brecha territorial, sin embargo, continúa siendo muy marcada en nuestro país. Acceso, uso e impacto, no dependen de ‘quién compra’, sino de ‘desde dónde lo hace’. Se habla mucho de la España vaciada, de la fuga de celebros, de que las grandes urbes fagocitan a las pequeñas provincias y, lamentablemente, es cierto.
En mi opinión, depende en buena parte del desarrollo tecnológico que se pone a disposición de estos centros que, puestos en condiciones de recibir a los ciudadanos digitales, resultarían más interesantes para poder llevar a cabo actividades laborales, montar un negocio o, simplemente, vivir.
Pero, en otra buena parte, depende del aspecto sociocultural y de cómo suele ser la vida en las distintas zonas de España. En las provincias más grandes estamos acostumbrados a pensar que no tenemos tiempo para hacer la compra, comprar un regalo o para probarnos una prenda. Y creemos que la solución a todos nuestros problemas está en el ecommerce y en la posibilidad de ver y comprar 24/7, sin horarios, sin colas, sin esperas.
Sea cual sea la opinión del lector, el reto que tiene por delante el mundo digital es igualar completamente todas las brechas, promoviendo políticas de acercamiento, inclusión y conciliación, garantizando una mejor educación y una alfabetización digital dirigida a todas las personas, sin importar el género, la edad o la residencia.