Si pensábamos que con la pandemia ya habíamos visto todas las estanterías vacías que teníamos que ver, nos equivocamos.
Esta semana hemos vuelto a ver estanterías vacías en los supermercados, y es que el miedo a la escasez ha hecho que los consumidores volvamos a enloquecer y compremos compulsivamente por «si vienen mal dadas».
El miedo ha ocasionado la modificación de los planes de marketing de muchas compañías que, en condiciones normales, serían felices por ver incrementadas sus ventas, pero la situación real ha sido muy distinta.
Primero fue el miedo por la guerra de Ucrania lo que impulsó que la última semana de febrero y primera de marzo las compras se incrementaran un 8% con respecto al año anterior. Y después ha sido el miedo generado por la huelga del transporte lo que ha provocado que las compras se hayan incrementado un 23%.
Los productos que la gente ha considerado indispensables han sido el aceite, con incrementos del 289%, las conservas, con una subida del 45%; la leche con un 35%; y los huevos, con un 27%. Una vez más, se ha puesto de relieve la importancia de todos los eslabones, tanto de la cadena de producción como de la logística y el transporte, a la hora de abastecer a la ciudadanía de los productos básicos.
Y también, una vez más, la jerarquía de las necesidades humanas que Maslow definió en 1943 se ha puesto de manifiesto, siendo la primera necesidad: la de la alimentación, la que ha regido el comportamiento de las compras compulsivas que se han llevado a cabo.
Los dos problemas mencionados tienen plazos de solución muy distintos, en relación a la huelga del transporte -a cierre de esta tribuna- parece que se han dado pasos para que se retome de nuevo la actividad, algo que es fundamental para que la actividad económica no se vea más dañada.
El abandono de producto tanto por parte de empresas lácteas como hortofrutícolas al que hemos tenido que asistir esta semana, porque no tenían posibilidad de transportarlo, hiere la vista y el alma frente a la situación a la que se están enfrentando en localidades de Ucrania, donde la guerra ha provocado falta de alimentos.
De modo que hubiera sido deseable que las negociaciones de la huelga de transporte hubieran sido más ágiles porque a los ciudadanos ya no se les puede someter a más miedos ni a las empresas a más tensiones.