No hace mucho, los tractores salieron a bloquear las calles para decir basta a producir a pérdidas. Las protestas se acallaron por la pandemia, durante la cual algunos líderes europeos lanzaron el mensaje de que el campo debía estar fuera de las leyes de la oferta y la demanda, que requería un tratamiento especial.
Unos meses más tarde, en mayo de 2020, la Comisión Europea (CE) propuso una nueva regulación que afecta al campo, pero ni mucho menos en el sentido esperado por los agricultores.
En el marco del Pacto Verde Europeo (hoja de ruta para dotar a la UE de una economía sostenible), la CE anunciaba la estrategias europeas “De la granja a la mesa”, con medidas con objetivos como la reducción del uso de plaguicidas químicos y el desarrollo de cultivos ecológicos.
El campo se enfrenta ahora, además de a su propia crisis estructural de productividad, a dos nuevos factores. El primero, un consumidor que, aunque cada vez más concienciado con la sostenibilidad, no parece dispuesto a pagarla con un sobreprecio del producto final (y menos en los tiempos que corren) y el segundo, un regulador que está tratando de acelerar el proceso de sostenibilidad.
Una regulación que no mida bien los tiempos puede ser demoledora para el campo. En el corto plazo, ¿ser sostenible es sostenible? Veámoslo a continuación
En el campo hay una crisis estructural que limita la productividad
España, pieza clave en la agricultura europea, es tierra de minifundios. Somos el cuarto mercado agrícola de Europa y el octavo exportador agroalimentario a nivel mundial, y el primer productor europeo de frutas y verduras. Además de para nuestro consumo propio, la mayoría de nuestra producción agroalimentaria se exporta -en torno al 55%- y, concretamente, se exporta a Europa, a donde va el 40% de nuestra producción, según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (Mapama)
Las explotaciones agrícolas en España son pequeñas y de carácter no profesional. El tamaño medio aquí es de 24.6 Ha por explotación, con un 51% de las explotaciones con menos de 5 Ha. Somos el decimoquinto país por tamaño de explotación de la Europa de los 27, y el 93% de nuestras explotaciones están en manos de una única persona física (INE)
El minifundio no es eficiente: impide la utilización de maquinaria agrícola avanzada, el uso racional de fertilizantes y pesticidas, la instalación de regadíos óptimos y sostenibles, etc.
El campo necesita un modelo competitivo más eficiente, y las explotaciones agrarias tiene que ganar tamaño para fortalecer su posición en la cadena de valor y ganar competitividad en costes, y poder hacer inversiones en eficiencia productiva.
El Pacto Verde Europeo exigirá acelerar cambios que ya se están produciendo
A esta coyuntura, añadimos el Pacto Verde Europeo (European Green Deal), y sus implicaciones para la agricultura. El Pacto establece una hoja de ruta sobre cómo afrontar los retos de clima y medio ambiente de Europa, con el objetivo de convertirnos en el primer continente climáticamente neutro en 2050.
Es de rigor añadir que el sector agroalimentario producía en 2017 menos del 9% de las emisiones de gases de efecto invernadero de Europa, y de estas emisiones, el 70% provienen de la agricultura animal (CE), a la que no parecen ir dirigidas las medidas sobre agricultura.
Concretamente, la estrategia “De la granja a la mesa” propone dos medidas principales. Veamos cómo estamos al respecto: En primer lugar, respecto a la superficie agraria: el 25% de la superficie agraria de la UE será ecológica en 2030. En España, de nuestros 17 millones de Hectáreas cultivadas, el c.8% (1.4 millones de Ha) es ecológica, más que Francia (tiene el 6%), pero menos que Italia (tiene el 15%) (FAOSTAT).
Nuestra superficie de cultivo orgánico ha crecido al 6.2% anual entre el 2010 y el 2017 (la media europea es del 5.6%) mientras que nuestra superficie cultivada total se ha reducido un 0.2% anual en el mismo periodo, lo cual evidencia nuestro buen hacer en sentido orgánico. Pues bien, si seguimos creciendo a este buen ritmo, en 2030 llegaríamos a un 17% de cultivo orgánico.
En segundo lugar, respecto al consumo de productos fitosanitarios, se estipula una reducción del uso de productos fitosanitarios químicos en un 50% para 2030 en pos de los productos Bio.
En la industria fitosanitaria, la oferta lleva ya años abrazando la tendencia ‘Bio’: sobre 622 nuevos productos de protección de cultivos lanzados en 2000, sólo el 28% era ‘Bio’. En 2017, sobre 949 nuevos productos, el 38% ya era ‘Bio’ (Ver Figura 1). Manteniendo este ritmo de crecimiento, en 2030 se llegará al 42% de nuevos productos ‘Bio’. Alcanzar un balance de nuevos productos es posible, pero reducir el consumo tradicional a la mitad se antoja difícil.
Además, y por ello, el mercado de productos de Biocontrol ha crecido a una tasa del 10.8% anual entre 2014 y 2019, y el de Biofertilizantes un 19.2%. El consenso de expertos de mercado es claro respecto a que los sub-segmentos ‘Bio’ son los que van a mostrar mayor crecimiento en los próximos años (ver Figura 2)
La evolución natural hacia lo sostenible se está produciendo a buen ritmo. Si forzamos los tiempos, muchos agricultores se quedarán por el camino
En pocas palabras, las nuevas directivas europeas obligan a la producción ecológica y sin fitosanitarios. Esta evolución natural ya se está produciendo, y tratar de acelerarla excesivamente mediante regulación va a poner en riesgo la viabilidad de la producción de muchos agricultores.
Un ejemplo claro es la eliminación de sustancias activas de productos fitosanitarios sin un sustitutivo Bio en rangos de precios similares, como ocurrió con el Metil Clorpirifos (insecticida genérico muy utilizado en cítricos y otros cultivos), prohibido en la UE en 2020 sin haber un sustitutivo claro, y sin subvencionar el uso de productos de mayor coste.
La agricultura y la alimentación están dentro de las leyes del mercado, y dichas leyes están funcionando, moviendo tanto oferta como demanda hacia las tendencias actuales. La agricultura se está modernizando y adaptando a las tendencias de sostenibilidad, produciendo más eficientemente y reduciendo su impacto, mediante la utilización de productos sostenibles, una mejor gestión del agua y utilizando packaging sostenible, entre otros, pero este proceso llevará tiempo.
La sostenibilidad es sin duda necesaria, pero el campo, sector de márgenes bajos y que ya está haciendo sus deberes, no puede permitirse una regulación que no mida bien los tiempos.
Los sustitutivos Bio están llegando, pero hay que dejarlos desarrollarse, o muchos agricultores se quedarán por el camino. Dejemos que la naturaleza del mercado siga su curso, que va bien encaminado.
*Nota: Para este artículo se han utilizado fuentes públicas y los cálculos son de elaboración propia con esas fuentes, que son, entre otras: INE, FAOSTAT, Phillips McDougall y MAPAMA