Informe Ivie: La falta de dimensión impide a las empresas españolas incorporar talento y tecnología
Para asentar el nuevo patrón de crecimiento sobre las mejoras de la productividad, España necesita un tejido empresarial con menos microempresas y más empresas grandes. También se requiere reducir la elevada mortalidad que padecen los nuevos proyectos empresariales en sus primeros años de vida, sobre todo en las empresas más pequeñas, ya que el 61% de estas empresas no llega a los cinco años. Estas son algunas de las conclusiones del Estudio realizado por el Ivie para la Fundación BBVA sobre crecimiento y competitividad.
Uno de los principales rasgos del tejido empresarial español es el menor tamaño medio de sus empresas, inferior a la media europea. Esta característica limita la productividad porque representa un freno para incorporar más capital humano y capital
tecnológico, desarrollar procesos innovadores o internacionalizar la actividad.
En España, el 40,5% del empleo se concentra en microempresas (empresas de menos de 10 trabajadores), un porcentaje que es 11,3 puntos porcentuales (pp) superior a la UE-28, llegando esta distancia a alcanzar 21,3 pp en Alemania y 23,2 pp en el Reino
Unido. En cambio, la importancia del empleo en las empresas grandes (de más de 250 trabajadores) en España es del 27%, frente al 33% en la UE-28, 37,0% en Alemania y 46,1% en Reino Unido.
El problema del tamaño de las empresas en España empieza con su nacimiento. Se crean empresas a un ritmo similar al de otras economías europeas, pero muchas son muy pequeñas, un porcentaje mayor cierra pronto y otras no generan empleo adicional. La menor supervivencia empresarial se debe, en parte, a que la mayoría de empresas que nacen pequeñas carecen de los recursos humanos y financieros adecuados para alcanzar tamaños que les permitan aprovechar economías de escala y ser más productivas.
El tamaño sí importa para la supervivencia de la empresa
Las empresas sin asalariados tienen menores tasas de supervivencia y destruyen un mayor porcentaje del empleo inicial con el paso del tiempo. Esta es una de las causas de que el crecimiento del empleo de las empresas supervivientes sea muy reducido, manteniéndose muchas con menos de 10 trabajadores y volúmenes de facturación bajos. Cuanto más grande es la empresa, mayor su supervivencia, especialmente en España: el 61% de los proyectos de las empresas sin asalariados no llegan a los cinco años, frente al 48% en Francia, el 54% en Italia o 58% en Reino Unido. En cambio, en las empresas nuevas de al menos diez trabajadores las tasas de supervivencia son superiores a las de los autónomos: 20 pp más en España, 19 pp en Alemania, 6
pp en Francia, 3 pp en Reino Unido y 1,2 pp en Italia.
Además, con el paso de los años, en las micro y pequeñas empresas se destruye un porcentaje mayor del empleo inicial, lo que frena su crecimiento y su contribución al empleo. La elevada rotación empresarial hace que el saldo del empleo creado cada año por las nuevas empresas y el destruido por las que cierran tenga escasa influencia en las variaciones del empleo total (3-4%).
Durante la expansión (2002-2007), de cada 100 empleos creados en España por las nuevas empresas, cinco años después se mantenían 94 en las empresas supervivientes. De ellos, 58,5 eran empleos iniciales y 35,5 habían sido generados posteriormente. Durante la crisis, en muchos países hay destrucciones netas de empleo en las empresas nacidas en 2008 (inicio de la crisis) y que permanecen cinco años después (2013). En España es mayor la tasa neta de destrucción de empleo ―alcanza el 42%― debido, sobre todo, a que las empresas supervivientes apenas crean empleos adicionales en estos años.
Productividad muy baja
Una de las principales implicaciones del predominio de las microempresas es que la productividad media del tejido económico español es sensiblemente inferior a la de los otros países vecinos, superándola en un 42% Alemania, un 74% Reino Unido y un 51% Francia.
La reducción de la productividad media derivada del tamaño es más acusada en España porque nuestras microempresas pesan más en el empleo y están más alejadas de los niveles de eficiencia de sus homólogas del resto de grandes países europeos. Respecto
a la media de la UE-28, las micro empresas españolas son un 29% menos productivas, mientras que en las grandes la productividad en España es un 13% inferior.
El aumento del peso de los empresarios autónomos durante la crisis ―como respuesta a las dificultades de muchos trabajadores para encontrar empleo―no es, por tanto, una buena noticia para resolver los problemas de productividad. El bajo perfil formativo de muchos de estos nuevos emprendedores —solo uno de cada diez parados con estudios obligatorios realiza formación— dificulta la supervivencia de sus proyectos que, en su mayoría, consisten en actividades de escaso contenido tecnológico y bajo valor añadido.
Cuando el capital humano de los emprendedores es mayor, las actividades desarrolladas son más productivas y los proyectos sobreviven en mayor proporción. El incremento de la productividad requiere mejoras en la preparación de los pequeños emprendedores mediante la ampliación de la oferta de actividades de formación continua y también promover el emprendimiento entre los titulados superiores.